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Crónica Reciente

Aparatosa cornada a Rivera en Guadalajara (video)
Sábado, 13 Feb 2010 | Guadalajara, Jal.
Fuente: Juan Antonio de Labra / Foto: Guillermo Sierra
       
Cuando cuajaba una faena intensa al octavo toro de la tarde, el colombiano Ricardo Rivera sufrió una cornada grande en la pierna izquierda, a la altura de la rodilla, y el dramatismo de la Fiesta se vivió en su máxima expresión.

Desde luego que uno nunca desea que ocurran desgracias, pero no deja de ser elocuente el hecho de que el toro se lidie con edad, íntegro, como este octavo ejemplar del hierro de Marco Garfías que tuvo un buen pitón derecho y no tenía un pase por el izquierdo.

Y fue precisamente por ese lado, en un arrebato de valor, cuando, al intentar ligar un muletazo cambiado por la espalda al pase de pecho, el toro le echó a mano a Ricardo, calándolo de fea manera al caleño.

La gente que había en los tendidos se quedó impresionada, pues Ricardo había dejado un rastro de sangre a su paso, al tiempo que era conducido hacia la enfermería, que hizo pensar en una cornada más seria de lo que, por fortuna, terminó siendo. Pero al final la enseñanza es la misma: aquí un hombre sale a jugarse la vida y el toro a dar cornadas, que dicen, Dios es el que las reparte.

Ahora le tocó al caleño, que había estado muy firme, entregado, en una faena vibrante y recia, donde el peligro asomaba a cada paso por el lado izquierdo. Y ejecutó pases señeros, con raza y temple, ligazón y verdad, hasta que ocurrió lo que se veía venir: la cornada.

Y fue una pena porque Ricardo estaba cuajando al toro, en medio de la algarabía del público que alentaba su forma de torear. Lo que pudo ser un triunfo se convirtió en el reverso de la medalla.

La lidia que dio a su primero también despertó expectación, ya que aprovechó la buena condición de ese cuarto, del hierro de San Marcos, para torear con la misma entrega que lo haría minutos más tarde, cuando resultó herido. Pero no pudo rematar la faena con el acero y echó a perder lo que había logrado.

Este torero de tanto sacrificio; de lucha cotidiana y rabia a flor de piel, se mantendrá en la línea de fuego, pues nació para ser torero y es esa vocación tan grande la que lo sostiene hasta en los momentos de mayor zozobra, como el que vivió esta tarde en la plaza que le vio hacerse torero.

Ignacio Garibay ofreció una actuación interesante, sobre todo en lo tocante a la lidia del toro que abrió plaza, un ejemlar de San Marcos de buen estilo, flojito de casta, pero noble y con calidad, al que le hizo una entonada faena que no pudo rematar con la espada.

Al cuarto lo toreó bellamente a la verónica, en una nueva demostración de que es uno de los mejores exponentes mexicanos de dicha suerte. Y el hondo toro de Marco Garfías terminó parándose y cortando el viaje, ante la insistencia de Igancio, que nunca se aburrió de estar delante de aquel toraco.

Una vez más su falta de contudencia con la espada le quitó la posibilidad de haber cortado algún trofeo que, en esta plaza, siempre tendrá un gran peso específico.

Luis Bolívar también salió a entregarse, sin importar nada ni nadie. Al primer toro de su lote le hizo un valeroso quite por saltilleras, y más tarde le robó pases de mérito al descastado castaño que embestía arrollando con peligro.

Su profesionalidad lo sacó a flote en una tarde de compromiso, y si ya se había zumbado al segundo ejemplar de la corrida, también dio motivos al público para aplaudir en el quinto, un ejemplar deslucido, de San Marcos, al que dio dos espeluznantes péndulos en los medios en el inicio del trasteo.

Al final se metió en las tablas, lugar donde se refugió el toro, y enseñó su claridad de ideas, conocimiento de los terrenos y las distancias, en muletazos repletos de reciedumbre y entrega. Al igual que Garibay, Bolívar hoy tampoco estuvo fino con la espada y se fue de vacío, aunque sí dejó constancia de las cosas buenas que atesora.

Aldo Orozco pechó con el peor lote de la corrida, compuesto por un primer toro muy complicado, perteneciente al hierro de San Marcos, y otro de Marco Garfias que embestía con poder y sin humillar.

En ambos casos, el torero de la tierra se mostró dispuesto pero sin el rodaje suficiente para haber solventado con mayor eficacia la lidia de dos ejemplares nada fáciles.

La presencia de los toros de ambos hierros, y el comportamiento de algunos en concreto, confiriró a la corrida esa emoción e importancia que supone el toro con edad y cuajo. Y los cuatro toreros del cartel se vieron obligados a superar la adversidad, en una tarde de entrega absoluta en la que todos duaron la ropa, y uno la tiño con su sangre.
Ficha
Guadalajara, Jal.- Tercera corrida del aniversario de la fundación de la ciudad. Poco más de un cuarto de entrada en tarde fresca. 4 toros de San Marcos (1o., 3o, 4o. 6o.) y cuatro de Marco Garfías (2o., 5o., 7o. y 8o.), bien presentados en líneas generales y juego desigual. Destacó el 1o. por su nobleza. Pesos: 485, 510, 520, 485, 580, 500, 520 y 465 kilos. Ignacio Garibay (verde botella y oro): Vuelta y división tras dos avisos al saludar, y palmas en el que mató por Rivera. Luis Bolívar (azul marino y oro): Silencio y palmas. Aldo Orozco (verde botella y oro): Silencio y pitos tras aviso. Ricardo Rivera (blanco y plata): Silencio y herido. Sobresalió en banderillas Fermín Quiróz, que saludó, y en varas César Morales.
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