Regresar a la plaza "La Florecita" a presenciar una novillada siempre será un lujo para el buen aficionado, sobre todo para aquel que conoció a Lalo Cuevas, y disfrutó los festejos que, con tanto entusiasmo, organizaba bajo el estandarte de la Peña Taurina "Don Difi", a través de cuya labor se dieron a conocer muchos soñadores de gloria que más tarde cuajaron en toreros importantes.
Y hoy en el recoleto coso de Ciudad Satélite, por un momento parecía que un nubarrón negro se cernía encima de nuestras cabezas, y no me refiero a que las condiciones de clima fuera adversas, en esta época de tanta lluvia, sino que unos representantes del Municipio de Naucalpan casi estropean el comienzo de este prometedor ciclo de novilladas, organizado por la empresa Feria Toro, que ya a finales de 2020 se vio obligada a cancelar una serie de novilladas debido a la pandemia.
Pero, afortunadamente, todo se solucionó a tiempo para que el festejo se pudiera realizar sin más contratiempos. Entretanto, nos deleitamos con los pasodobles de compositores españoles, ejecutados por la Orquesta Sinfónica de Alientos, una banda de nuevo cuño que se estrenó tocando en un festejo taurino, y lo hizo con una armonía que deleitó a los escasos espectadores que se dieron cita en la plaza.
Hablando de este asunto, qué pena da ver que los llamados "taurinos de cepa" no apoyen proyectos como el que ha montado esta empresa, porque no habiendo novilladas en la Plaza México –y quién sabe hasta cuándo– aquellos que se hacen llamar "aficionados" no acudan a dar su espaldarazo a una gestión tan esmerada hasta en el más mínimo detalle, que hizo cumplir las medidas sanitarias y ofreció una novillada de categoría.
Y fue precisamente esta oportunidad el mejor escaparate para un joven espada tlaxcalteca, de apenas 16 años de edad, llamado Jesús Sosa, que sorprendió por su frescura, la claridad de sus ideas, la variedad de su toreo, y esa chispa que tanta falta hace para andar en esto del toro.
En la cuarta novillada picada de su vida, Sosa enseñó eso y más: un valor sereno que le permitió lucirse en los tres tercios de la lidia, siendo sus lances, o la forma de llevar al novillo al caballo, mediante unas tapatías, parte interesante de una labor en la que mostró capacidad y entrega. A pesar de su lógico verdor, ahí quedó patente ese desparpajo típico que debe tener un novillero.
Y si a ello sumamos que se entregó en la estocada, de la que salió trompicado, se le premió con dos merecidas orejas que lo colocan como el primer gran triunfador de "La Florecita", que pretende recuperar el prestigio de otro tiempo.
De haber estado fino con la espada, Alejandro Adame hubiera cortado una oreja –o quizá dos– del quinto novillo de Marrón, un ejemplar manejable, al que el menor de la dinastía hidrocálida toreó con una gran elegancia de capote, haciendo gala de un empaque natural de esos que, andando el tiempo, y con más toros en el cuerpo, dará de qué hablar.
Ahí quedan las chicuelinas del quite, y otro más por gaoneras, precioso, y varios pasajes de toreo con ambas manos, además de distintos adornos, antes de emborronar con la espada una actuación sobresaliente, ya que en primero término enfrentó un novillo muy complicado con el que no se arredró y al que trató de plantarle cara sin miramientos.
La tarde comenzó con una primera faena entusiasta, valerosa y atractiva, del zacatecano César Pacheco, otro novillero que tiene buenas condiciones para destacar en la profesión. Y si su expresión corporal es un tanto desgarbada, no cabe duda de que tiene arrestos y ganas de sobresalir, pues se empeñó en buscar la variedad no sólo con el capote, sino también con las banderillas, y en la faena de muleta, ante un novillo noble, que terminó rajándose, con el que estuvo centrado en todo momento.
El hijo del matador Juan Querencia, novillero queretano del mismo nombre, también dejó entrever un estilo depurado, del que sobresalió, especialmente, un trincherazo soberbio alrededor del cual gravitó una faena sin redondez, pero con pasajes de buen toreo, y como mató al segundo viaje, de la una buena estocada, fue llamado a saludar y luego se arrancó a dar la vuelta al ruedo, tal y como también lo había hecho Pacheco.
A ver si para el próximo sábado acude más gente a los tendidos de "La Florecita", pues es el momento de apoyar a la Fiesta, ya que festejos como éstos dejan siempre un grato sabor de boca cuando las cosas se hacen con el cariño y el profesionalismo que amerita una circunstancia tan difícil por la que atraviesa el espectáculo.
Además, siempre será gratificante para el buen aficionado, el que tiene sensibilidad, toparse con toreros nuevos que, en un futuro no tan lejano, y si el toro no dispone otra cosa, serán el eje de la baraja taurina nacional.