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Luminosa y torera tarde de Leo en Zacatecas

Domingo, 21 Mar 2021    Zacatecas, Zac.    Juan Antonio de Labra | Enviado          
Corto esta tarde tres orejas en el cierre de los festejos charros
Porque no sólo fue juventud y entrega; también hubo variedad, improvisación y sentimiento. En estas breves línea se resumen la luminosa y torera tarde de Leo Valadez hoy en Zacatecas, donde cortó tres orejas y salió a hombros, en el cierre del ciclo de festivales de reactivación de la Fiesta que dejan muchos temas para la reflexión.

Por principio de cuentas, la unidad y determinación de todos los involucrados para tratar de sacar esto adelante; por otra, el afán de no quedarse cruzados de brazos para buscar nuevas soluciones para el espectáculo. Y si todavía es muy prematuro establecer aciertos y errores de los nuevos instrumentos empleados en la lidia, sí que se puede haber una somera valoración que inclina la balanza a su favor.

Pero eso es asunto de otro espacio periodístico, ya que toca turno para hablar de Leo, que cosechó un triunfazo gracias a esa ambición que le ha caracterizado desde que era un chiquillo tímido y de mirada acuosa y melancólica. Ahora se le nota más maduro como persona, más desenvuelto, y su frescura fue una bocanada de esperanza de cara al público, que hoy disfrutó mucho una actuación dotada de argumentos más que sólido para crecer como torero.

En ambos toros se mostró entregado, sereno y maduro. Vamos, como si se tratara de un torero con más cuajo, y no uno que apenas tiene tres años de haber tomado la alternativa y un puñado de corridas sobre sus espaldas. Y lo mejor de hoy es que vino a disfrutar; se le notaba en la sonrisa; en la forma de estar en la plaza, en la naturalidad de dos lidias en las que brilló con capote, banderillas, muleta y espada. ¿Se puede pedir más a un torero joven? Y eso la gente lo recibió como agua de mayo en tiempo de secas. 

De sus quites sobresalió en las caleserinas, que fue lo más clásico de su rico repertorio; pero también en las tapatías con las que llevó al caballo al sexto. De sus pares de banderillas, un par de galleos y recortas que culminaron con cuarteos en los medios, y otros pares al quebró, con largas, en las que clavó con una gran soltura.

Con la muleta, su trazo largo al natural, con un juego de muñeca preciso; sus redondos, los pases de pecho y los adornos. ¡Y hasta una arrucina de rodillas o manoletinas del mismo talante! Todo ese aluvión creativo y arrojado, seguramente inspirado en la tauromaquia del espejo en el que hoy se mira, que no es otro sino del de Antonio Ferrera, mantuvo un mismo tono de contagioso entusiasmo.

Y si al primero le tumbó una oreja y hasta escuchó petición de un segundo trofeo que no se concedió, al sexto lo partió en dos con una excelente estocada para pasear dos apéndices, en medio de la algarabía de un público que hoy se emocionó mucho con un torero que quiere comer de esto. Así que ahí está otro espada al que hay que seguir de cerca.

Otra de las faenas buenas de la tarde la hizo Juan Pablo Sánchez al segundo, un toro que embistió humillado, con recorrido y clase. Y si bien es cierto que a varios de los ejemplares de Jaral de Peñas les faltaba trapío y/o remate, varios embistieron por derecho y, en su conjunto, compusieron un lote de muy buena nota como hacía tiempo no se veía en un mismo festejo, siendo el sexto el más completo, y por ello fue premiado con un merecido arrastre lento. Estas son de esas corridas que al ganadero, en esta caso Juan Pedro Barroso, le inyectan moral para continuar en ese pedregoso camino que por voluntad propia ha elegido, el de la crianza del toro de lidia.

La otra faena de Juan Pablo no tuvo la redondez deseada, y aunque el otro de los tres hidrocálidos del cartel trató de torear con su habitual temple, faltó cohesión a la obra para que aquello tuviese un calado más hondo en la gente.

Espoleado por sus alternantes, Arturo Macías salió a arrear en el cuarto, al que hizo una faena como si de un novillero rabioso se tratase, y salió a entregarse muy en la cuerda de aquellos primeros años de su carrera en los que hasta atropellaba la razón en aras de obtener el triunfo, y sin que importara nada más que eso.

Esta tarde recordó esa época con el segundo ejemplar de su lote, y luego de que había tratado de someter al primero, que embestía con la cara alta y desentendiéndose de la muleta. Pero a esa cuarto sí que lo toreó con ganas de agradar, y la gente entró en el trapo, lo mismo que el toro, en una faena donde Arturo echó mano de todos sus recursos para salir adelante.

Cuando parecía que tenía asegurado el triunfo, emborronó aquel vendaval de entrega con los aceros, siendo, por enésima vez, sus estocadas tendenciosas las que le juegan una mala pasada a la hora de cobrar los premios. Pero al margen de ello, demostró que ni aquel toro avieso de Pallarés, de nombre "Chamorro", que lo cogió en Madrid en 2019, van a poder domeñar ese espíritu combativo que forma parte de su personalidad.

La tarde terminó a tambor batiente, con Leo izado a hombros y la gente feliz en el tendido, en un maravilloso reencuentro con la Fiesta, esa que sigue despertando pasiones cuando los toros embisten y los toreros se dejan la piel en la arena.

Ficha
Zacatecas, Zac.- Plaza Monumental. Cuarto y último festejo del ciclo de festivales charros. Lleno del aforo permitido (unas mil 500 personas), en tarde soleada y calurosa, sin viento. Toros de Jaral de Peñas, desiguales en presentación y buenos en su conjunto, de los que sobresalieron 2o., 3o., 5o. y 6o., que tuvieron nobleza y calidad. El último fue premiado con arrastre lento. Pesos: 460, 450, 454, 451, 455 y 458 kilos. Arturo Macías: Silencio tras aviso y ovación tras aviso. Juan Pablo Sánchez: Oreja y ovación. Leo Valadez: Oreja con petición y dos orejas. Incidencias: Destacó en varas Eduardo Rivera, que picó bien al 3o. Y en banderillas, Víctor Mora y Alejandro Prado, que saludaron en el 4o. y éste último también en el  5o.


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