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Caballero purépecha

Domingo, 20 Dic 2020    CDMX    Carlos Castañeda | Especial   
"...Marco nos deja un tesoro que hemos sabido apreciar..."
Quizá hoy tengamos una percepción de la muerte distinta. Menos festiva que la heredada de las tradiciones indígenas. Una indeseada cotidianidad con ella nos ha provocado un ejercicio de reflexión diferente.

Este año, se ha llevado a más de la cuenta. A más de la cuota. Con la tristeza de que, en la mayoría de los casos, ni siquiera los pudimos acompañar al puerto. A la barca de partida. Nos quedamos sin el espacio para expiar un poco el dolor, propio y ajeno, que nos deja la partida de un ser querido.

La vida se forma de una serie de interacciones continuas entre los seres humanos, las cuales emanan de manera innata de una conexión inconsciente con nuestro pasado social a través de la memoria colectiva. Hay pocos hombres en la historia que dejan intencionalmente herencias cuyo objetivo es el de robustecer esta misma. 

El mundo del toreo y su cultura, tan vilipendiados hoy en día, necesitan de apóstoles, de caballeros que dejen voluntariamente un legado destinado a asegurar la generación y la preservación de esta memoria. La cultura taurina, entendida como forma de vida, es un conjunto de ideas y tradiciones en peligro de extinción. 

Al ser desplazada de los usos y costumbres de la vida cotidiana, se vuelve imperativo su refuerzo constante. La búsqueda, creación, conservación y difusión de imágenes, letras y sonidos que vigoricen la memoria es hoy una necesidad de subsistencia. Y esto solo es posible con el apoyo decidido de quienes tienen la claridad y la capacidad de entenderlo, planearlo, pensarlo y hacerlo. Uno de esos privilegiados fue el Doctor Marco Antonio Ramírez Villalón. 

En silencio, pero con total conciencia, fue creando un concepto que finalmente quedará para siempre como una columna central dentro de la tarea de conservación de nuestra cultura. De muchas formas este joven michoacano, paulatinamente se fue enriqueciendo de bienes materiales que por sí solos únicamente tendrían un valor económico, para crear una riqueza invaluable.

Marco nos deja un tesoro que no hemos sabido apreciar. Creo que él así lo intuyó. Seguramente ahí estará todos los días, esperando que poco a poco, uno a uno nos acerquemos a abrevar en ese oasis que él diseñó como conservatorio atemporal de la cultura taurina. 

Gracias doctor. Aquí también quedan tu cálida sonrisa y tu calidad humana incomparables. Aquí quedan tu elegancia y tu bonhomía. Para siempre. Buen camino, gracias, caballero amigo. Curador de la memoria.


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