El arte del toreo es universal; su contenido y forma allanan fronteras para escenificarse en cualquier lugar del orbe taurino. La repetida frase, ratificó su vigencia la tarde del sábado en el ruedo de Tambo Mulaló, recoleto escenario ubicado en el Ecuador, a 80 kilómetros al sur de Quito, a propósito de la celebración del segundo festival "Arte y Solera" que marcó el debut, en esta latitud, del torero sevillano Pablo Aguado.
Fue en el segundo de su lote, un buen astado de Peñas Blancas con el que el artista expuso su tauromaquia de preciosistas formas y cuidadosos acabados. Ya con el capote las verónicas iniciales y las del quite, avisaron a los espectadores del curso de la faena. Despacio, por alto, manejó la muleta en una serie inicial para encontrar en los terrenos de los medios, el espacio ideal para un pulido trasteo que adquirió mayor belleza al usar la tela roja con la mano izquierda.
Fueron cuatro estupendas series, alternadas con notables secuencias con el engaño en la diestra, en las que Pablo ligó lentos y profundos pases cargados de torería. Las trincherillas iniciales y los de pecho después, otorgaron fuerza a un sobrio conjunto, premiado al final con dos orejas y rabo tras una estocada en lo alto.
En el astado que completó su lote, demostró su categoría, ante un oponente de menores prestaciones al que, con paciencia, dibujó templados muletazos, retribuidos al final con un apéndice.
Alfonso Cadaval, el otro torero sevillano del cartel, pisó tierras americanas con la disposición propia de un joven torero que busca construir un nombre y una imagen. Con los astados que lidió, mostró solvencia y soltura y en especial, con el sexto de regalo, un bravo ejemplar de Peñas Blancas, al que hizo una entonada faena premiada con dos orejas.
El rejoneador local Álvaro Mejía, otra vez, supo triunfar. Con su caballo "Bolero" clavó los rejones de castigo; prendió banderillas con ajuste y emoción montando a "Torero", para, al final, recibir una merecida oreja.
El caso es que la presentación de Pablo Aguado en la mitad del mundo cumplió con las expectativas de los aficionados que pudieron degustar de su magnífico concepto del toreo. En tiempos de pandemia, y de rigurosas medidas sanitarias, este espectáculo, montado con afición y seriedad, se constituye en una de las contadas escalas de una exigua temporada taurina americana.