Tras un año pasado en blanco, la ciudad de Mérida ha recuperado este viernes sus corridas de toros. Y lo ha hecho con un encierro de Jandilla, que se anunciaba como homenaje a Borja Domecq Solís, ganadero jerezano que tuvo a bien instalarse muy cerca de la capital extremeña, en la finca "Don Tello".
Y, desde luego que sí, fue todo un homenaje el que dieron sus toros al inolvidable criador de reses bravas, porque los seis derrocharon nobleza y varios bravura, todos con el denominador común de una clase superior, siendo indultado el tercero, número 48, de nombre "Palangrero".
Fue la de Borja Domecq una corrida terciada, quizás chica para Mérida, que es plaza de segunda, pero derrochó clase y no decayó en ningún instante. Es difícil destacar uno de los tres lotes sobre los otros dos, pero sí uno fue extraordinario fue el de José María Manzanares. Bueno el de El Juli, y muy potable también el de Morante de la Puebla.
Manzanares indultó al tercero, un animal terciado y demasiado agradable por delante, que apretó en el caballo aunque con la cara alta, y tuvo gran nobleza en la muleta.
Pronto lo vio el alicantino, que hizo una faena expresiva y ajustada, y, cuando alguien, no muchos espectadores al principio, comenzó a pedir el indulto, supo sujetar al animal en el tercio para que el presidente acabara sacando el pañuelo naranja.
El sexto fue un animal berreón pero alegre de salida. Buenas las verónicas de recibo y faena después en la que hubo poco ajuste, con muletazos más enhebrados que ligados pero que llegaron al tendido.
Muy reunido, el primero de El Juli, fue el mas bravo en el caballo y tuvo buen fondo en una muleta. El quinto también fue un buen toro. Humilló y embistió con franqueza. Faena muy ligada del Juli llevándolo para adentro y atrás, y al final en la corta distancia. Paseo sendos trofeos.
Morante dejó detalles en el noble primero, un sobrero que transmitió lo justo. Muy bellos los ayudados por alto con los que comenzó el trasteo, y otro de cartel por abajo. Faena a media altura por las condiciones del jandilla. Cortó una oreja.
Más cuajado fue el cuarto, y la de Morante fue una obra a más. El de la Puebla llevó al astado hacia delante, embraguetado, con esa especial torería que atesora. Después le fue dando tiempos y, de uno en uno, llegaron los naturales, bellísimos, con el astado embistiendo muy despacio. Torerísimo final a dos manos. Lástima la espada.