Joselito Adame se mostró como un torero completo y de poseedor de un extenso repertorio artístico; lo que le valió para cortar dos orejas y salir a hombros del albero de Provincia Juriquilla, durante el mano a mano que sostuvo con Morante de la Puebla, quien destapó el frasco de las esencias con su toreo.

¿Por qué fue una noche de contrastes?; Andalucía –por la Madre Patria– y el Bajío –por México– representados en el arte de José Antonio Morante Camacho (de La Puebla del Río) y la variedad de José Guadalupe Adame Montoya (de Aguascalientes); en Juriquilla contrastaron las frías ráfagas de viento con el calor de las palmas –por lo vivido en el ruedo– ofrecido por un público que colmó el tendido de Provincia Juriquilla. 

Contrastante, también, el juego brindado por los ejemplares de La Estancia que saltaron a la arena; si bien el cuarto destacó por su clase y acometividad… y el sexto le permitió el triunfo al aguascalentense; no fue así con el resto de sus hermanos, entre ellos el primero… al que el sevillano no quiso ni tratar.

Hubo contrastes en las manos de los diestros; Adame se vio como un torero de los tres tercios –en toda la extensión de la palabra– y Morante, desde que apareció en el paseíllo, se mostró con ganas de agradar. ¡Ay los aceros!, la cara del triunfo se asomó por los burladeros; de haber calado en las carnes de los astados, las crónicas hablarían hoy de una noche redonda. 

Sin romper con su personalidad, Morante (verde botella y oro) vino a Juriquilla a demostrar que el arte no se pierde frente a las dificultades de bureles como los que Martínez Vértiz trajo a la plaza queretana; el maestro andaluz disfrutó el toreo pese al contrastante juego de su lote: con "Pinomontano", trasteo de aliño y ¡a matar!; "Aluxe", sin ser ese duende virtuoso de las leyendas mayas, se acabó muy pronto; permitió un quite de Adame y la correspondiente réplica del sevillano, lo que levantó al público de sus asientos. 

¿Por qué no lo mataste al primer viaje, José Antonio? El quinto, tras una vuelta de campana, se vino a menos; su desempeño contrastó con lo que auguraba su comportamiento frente al capote. Una estocada en el "rinconcito de Ordóñez" provocó una leve petición de oreja. 

El clímax de la noche llegó con el cuarto; "Hechicero" permitió la magia… y no la propia, sino la de los alternantes. Adame (teja y oro) lo recibió de hinojos y, para asombro del cónclave, desmontó al del castoreño y le pidió la vara; luego de un breve puyazo, se apeó para tomar dos pares de banderillas… cedió uno de ellos a Morante y el frío de la noche trocó en un contrastante calor de palmas. ¡Qué insospechado número de arte brindaron! El hechizo del burel cautivó la voluntad del juez Garrido, quien le otorgó el arrastre lento al de La Estancia.

Adame nos ofreció variedad con el capote, decisión con la muleta y mucha voluntad. En contraste, el poblano del Guadalquivir dio muestra del arte que lo ha encumbrado… ¡ay!, si el hubiera (matado) no "hubiera aparecido"; pero, ¡el hubiera sí existe!    

El resultado no podía ser menos… contrastante: aciertos y yerros con la toledana nos trajeron una noche de sol y sombra. Al final, el público debió salir satisfecho; aunque la euforia pudo ser mayor.