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Garibay: Una encerrona con dimensión (video)

Sábado, 03 Oct 2009    San Miguel de Allende, Gto.    Juan Antonio de Labra / Enviado           
Un triunfo importante

La encerrona de Ignacio Garibay, con motivo de su primera década como matador de toros, resultó triunfal de principio a fin, pues no sólo consiguió cortar varias orejas e indultar al extraordinario toro Campo Real lidiado en sexto lugar, sino que ofreció su mejor faceta y lo mismo le pudo al manso peligroso de La Estancia, que cuajó al que cerró la función.

Además, cabe mencionar que la coqueta plaza "Oriente" de San Miguel de Allende lució casi llena, y si bien es cierto que abundaron los gritos fuera de cacho, el ambiente era de primera, en una noche cálida y apacible, de excelente condición climática para hacer el toreo, con una corrida bien presentada y armoniosa de hechuras en su conjunto.

El toro de De Santiago que abrió plaza fue manejable, y permitió a Ignacio comenzar a gusto la corrida. De capote toreó sabroso y después hizo un quite por chicuelinas. La faena de muleta tuvo pasajes de mucha calidad, sobre todo un par de trincherazos de acusado temple y suavidad.

Destacaron las series con la izquierda, cerca de tablas, ya cuando el toro se había ido a refugiar a dicho terreno. A la hora de entrar a matar se fue como un rayo tras de la espada y colocó una estocada arriba, certera y efectiva, que le valió el corte de las dos primeras orejas de la noche.

La moral que le vio este comienzo tan halagador era evidente, y cuando salió el serio toro de La Estancia parecía que las ilusiones se esfumarían de inmediato, pues el toro se emplazó e hizo cosas de manso. Cuando se arrancó al capote de Garibay acudió con recelo, y digamos que el quebranto en varas sólo sirvió para dosificar aquella embestida peligrosa, misma que mantuvo hasta el final de su interesante lidia.

Ignacio pudo haber abreviado, hacer una faena de aliño y nada más, pues todavía quedaban cuatro toros en los toriles. Sin embargo, se empleó a fondo y su encomiable actitud le sirvió para zumbarse al toro en series angustiosas, en las que tuvo que ganarle la intención al de La Estancia en cada muletazo. La gente vibró con la entrega del torero, que terminó con la vida del toro de tres pinchazos y un golpe de descabello.

Pasado el mal trago, el siguiente toro, de Pepe Garfias, devolvió la tranquilidad al torero capitalino, ya que huía continuamente de la muleta y la virtud de Ignacio fue dejársela en la cara para que tomara los pases embistiendo por fuera con mucha nobleza. Y a base de consentirlo en el tercio, Ignacio se inventó una faena que remató de media estocada en lo alto para cortar la tercera oreja de la corrida.

Si al llegar al ecuador de la función la cosa iba más que bien, la segunda mitad de la encerrona todavía iba a tener cosas muy agradables, como fue la ejemplar estocada que recetó al cuarto, de Celia Barbabosa, un toro muy rematado de carnes, un tanto acochinado, que fue descastado, y con el que estuvo firme y decidido.

El quinto pertenecía al hierro de Cieneguilla (ganadería hermana de Montecristo), y fue un toro que comenzó a embestir un tanto rebrincado y poco a poco se fue asentando gracias al pulso de Ignacio, que nunca contradijo al ejemplar tlaxcalteca al que dio series de un excelente acabado, en una faena de larga duración que cerró con unas ajustadas manoletinas.

Cuando parecía que podía echar a la espuerta una nueva oreja, todo quedó en una ovación recogida en el tercio ya que no estuvo fino con la espada.

Y no conforme con haber dado ya una lección de pundonor y buen toreo, Ignacio se fue a los medios para recibir a porta gayola al sexto, un armonioso de hechuras, del hierro de Campo Real, que mantuvo una magnífica condición de bravo y enclasado desde que apareció sobre la arena.

Ignacio aprovechó a cabalidad aquellas magníficas embestidas y se lió a torear de capote, por chicuelinas, con un desbordante entusiasmo.

La faena fue siempre a más en medio del clamor de un público que ya estaba comprometido con el torero, jaleándole de manera unánime cada pase, que ejecutó con naturalidad y desmayo.

Garibay abrochó las series con sentidos pases de pecho, metiéndose al toro hacia la hombrera contraria y llevándolo embebido en los vuelos de la muleta. Aquella fue una obra de una sublime inspiración, de tan buen corte como la faena de la feria de Texcoco al toro “Marrón”, de Fernando de la Mora, o la que hizo al bravo “Galán”, de Begoña, en Aguascalientes el año pasado.

A ese nivel rayó Ignacio con el toro “Generalísimo” y ofreció la verdadera dimensión que tiene, la de un torero con sello y personalidad que fue capaz de matar seis toros con la madurez de un profesional. Y lo más importante fue que dejó huella en una fecha tan significativa en su ascendente trayectoria.

Ficha

Sábado 3 de octubre de 2009. Segunda y última corrida de feria. Casi lleno en noche cálida, sin viento y agradable. Toros de De Santiago (noble), La Estancia (manso y con peligro), Pepe Garfias (deslucido), Celia Barbabosa (descastado), Montecristo (noble y con transmisión) y Campo Real (extraordinario, por alegre y enclasado). Pesos: 480, 540, 500, 525, 475 y 485 kilos. Ignacio Garibay (verde botella y oro), como único espada: Dos orejas, palmas, oreja, oreja, ovación e indulto. El toro indultado era de Campo Real y se llamó “Independiente”, número 238, cárdeno. Sobresalió en varas Eduardo Rivera, que picó muy bien al 4o. Como sobresaliente salieron el matador Juan Carlos San Román, y el novillero Cristian Hernández. El primero hizo un quite por gaoneras al 5o.


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