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De la psicodelia de El Juli al arte de Morante

Domingo, 05 Feb 2017    Ciudad de México    Juan Antonio de Labra | Foto: PM           
Una tarde repleta de arte, emoción y sentimiento se vivió en La México
Ya se veía venir. La mirada de tigre de El Juli ayer en el callejón de La México no fue una premonición, sino una decidida declaración de intenciones. Y si Enrique Ponce había seducido a la afición de la Plaza México en la despedida de Zotoluco, el madrileño no se iba a quedar atrás ni un centímetro. Al contrario, iba a tratar de reventar la plaza. Y lo consiguió con una actuación magistral en todos sentidos.

La actuación de El Juli refleja el permanente arrebato en el que vive tarde a tarde la enorme responsabilidad que pesa sobre su espalda desde hace tantos años, y saca su raza de figura a costa de lo que sea, mientras que lo de Morante fue la hondura, el trazo profundo, siempre torero, de un artista que mantiene la ilusión a flor de piel y sigue dejando una huella indeleble a su paso, y más aún cuando las cosas le salen como hoy.

En medio de estos dos figurones, a Luis David Adame no le quedó más remedio que tratar de solventar la dificilísima papeleta a la que fue sometido. Disminuido físicamente tras una cornada que no termina de cicatrizar, y tal vez con una herida anímica mayor a la física: la de no haber aprovechado a cabalidad la gran calidad del primero toro de la tarde, el de su confirmación de alternativa, el hermano menor de Joselito enfrentó una tarde muy complicada.

De su escasa experiencia hay que destacar un par de quites -uno por zapopinas y otro por gaoneras-, además de un par de buenas tandas a ese primer toro con el que estuvo centrado pero sin terminar de redondear el acabado de la faena.

El acaballado sexto no servía y decidió regalar otro. Tardaron tiempo en que saliera, y no se vio, en ningún momento, que Luis David tenga "esquina", como se dice en el boxeo. A un torero que empieza es preciso infundirle seguridad, estar cerca de él y motivarlo; decirle algún consejo a tiempo. Pero en el callejón no había nadie a su lado, vamos, cerca de la acción.

Y era lógico que lo arrollaran sus veteranos alternantes, que se dieron un fantástico agarrón, cada uno con su estilo, sus recursos y su toreo, que en esta tarde rayó a una enorme altura de esas que vuelven una tarde en un acontecimiento inolvidable.

Dio la impresión de que El Juli venía como hace veinte años: rabioso de abrirse camino, y al primer toro de su lote, el más hecho del desigual encierro de Teófilo Gómez, le cuajó una faena importante, ya que tiró de las embestidas con mando, aprovechando que el toro acudía muy humillado a la muleta.

El mérito fue haberse colocado en el sitio preciso y confiar en su poderío para obligar al toro a coger la muleta una y otra vez en un palmo de terreno, donde ligó muletazos de una tremenda reciedumbre. Un inoportuno pinchazo le arrebató el triunfo que iba a llegar un poco más tarde.

Fue con el quinto, un torito bajo y reunido, muy agradable por delante y, por tanto, bien enlotado, al que le hizo una faena de esas difíciles de describir. Con el capote se vio que el de Teófilo Gómez tenía docilidad, así que el madrileño aprovechó para ejecutar y un primer quite a manera de tijerillas, suaves, mecidas, y luego, como si no hubiera sido suficiente, él mismo se dio la réplica con unas recreadas zapopinas. No hay que olvidar que él fue el encargado de que dicho quite de Miguel Ángel Martínez "El Zapopan" se diera a conocer. Así dejó servida la mesa para el plato fuerte: una faena de ensueño, en la que, como bien dijo el novillero retirado Alejandro Peláez a la salida de la plaza, "El Juli desapareció los terrenos". Sí, casi como un mago.

De la chistera taurina de El Juli salieron pases inverosímiles por compleja ejecución, en los que ese toro manso-con-calidad, tomaba aquí y allá; con la muleta por delante, por detrás o por el envés, tal y como la inspiración de Julián iba brotando de una manera impensable para la gente.

Es quizá esta faena de Juli una de las más inesperadas de cuantas ha realizado en su vida, y ahí quedará como modelo de inventiva, inteligencia y sensibilidad para compenetrarse con un toro que no valía nada y al que, inexplicablemente, el juez de plaza cometió la pifia de darle una inmerecida vuelta al ruedo.

Huelga decir que la plaza estaba boca abajo con tal demostración de arrolladora capacidad, y antes de que El Juli se adentrara en esa espiral psicodélica, un estentóreo y original grito se dejó escuchar en el tendido: "¡Qué Super Bowl ni qué la chingada!" La risotada del público no se hizo esperar. Y es verdad. Cuando el toreo se hace con el alma, y la emoción llega a límites de expresión y goce extraordinarios, una faena de éstas no tiene parangón con nada de lo que se pueda ofrecer en cualquier otro espectáculo del mundo. ¡Y nos lo quieren arrebatar!

Morante se vio obligado a abreviar con el inválido segundo, y se guardó todo lo que llevaba dentro para el cuarto, un toro castaño, noble, al que hizo una faena repleta de torería, con pasajes en los que evocó -como tanto le gusta- a esos toreros del pasado que hicieron historia. Guiños a la tauromaquia de Antonio Bienvenida, y otros más a la de Pepe Luis Vázquez, se advirtieron en un remate pasando la muleta por encima de los pitones del toro o los naturales de frente con los que abrochó su obra. Una estocada fulminante le puso en las manos dos orejas de esas que saben a gloria.

La sonrisa de Morante durante su saboreada vuelta al ruedo era sincera y dejaba entrever ese regusto que hoy día tiene cuando sale un toro que le permite expresarse. Es así como él saca a flote sus sentimientos y libera esa opresión del que se sabe que todavía tiene mucho qué decir en el toreo.

A reserva de saber qué va a pasar el próximo domingo, en el que ya están anunciados Paco Ureña (que confirma su alternativa), Arturo Saldívar y Sergio Flores, con toros de Barralva, la empresa tendrá que hacer malabares para terminar de confeccionar el cartel del domingo 19. Porque ahí están abiertos dos puestos para triunfadores… y ya tenemos ¡cuatro! Se trata de Castella, Ponce (que ese día está anunciado en Cadereyta), Morante y El Juli. ¿Por qué no le preguntan a la gente a quiénes quiere ver esa tarde al lado de Pablo Hermoso y Joselito Adame? Decía el exigente aficionado Aurelio Arriola "Yeyo": "El que paga opina".

Ficha
Ciudad de México, D.F.- Plaza México. Poco más de dos tercios de entrada (unas 28 mil personas) en tarde agradable. Toros de Teófilo Gómez, disparejos en presentación (algunos sin remate) y hechuras, nobles en su conjunto, de los que sobresalieron el 1o., por su clase. y el 3o. poor su raza. El 5o. fue premiado con una inmerecida vuelta al ruedo. Y uno de regalo de Fernando de la Mora, grandón, deslucido. Pesos: 476, 510, 512, 534, 552, 545 y 549 kilos. Morante de la Puebla (negro y oro): Silencio y dos orejas. Julián López "El Juli" (teja y oro): Ovación y dos orejas. Luis David Adame (blanco y oro), que confirmó la alternativa: Ovación, silencio y silencio tras aviso en el de regalo. Incidencias: Adame confirmó con el toro "Cántabro", número 323, negro entrepelado, con 476 kilos. Destacaron en banderillas Cristhian Sánchez y Gustavo Campos, que saludaron en el 3o. y 4o., respectivamente. A mitad del paseíllo las cuadrillas hicieron un alto y se tocó el Himno Nacional por el centenario de la Constitución.


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