Hay festejos que nos recuerdan que el peligro siempre está latente y que el ser humano en verdad se juega la vida cuando se pone delante de un toro. Esta realidad quedó de manifiesto hoy en la Plaza México, donde el subalterno Mauricio Martínez Kingston sufrió una cornada espeluznante y el drama se hizo presente.

El pitón de un toro de San Marcos entró por debajo en la axila izquierda y penetró el tórax, una cornada de esas que ponen en riesgo la vida, tensión que se mascaba en todos y cada uno de los que asistimos a la corrida de esta noche en el embudo monumental de Insurgentes.

El ejemplar literalmente sacó del burladero a Martínez Kingston, que con atingencia fue atendido por el cuerpo médico que encabeza el doctor Vázquez Bayod, quien lo estabilizó de la profusa hemorragia y lo trasladó al Hospital Mocel para ser intervenido quirúrgicamente.

Mientras tanto, el ejemplar quedó muy avispado, por lo que Xavier Ocampo batalló y se lo quitó de encima con dignidad. Supo el torero tapatío alejarse de las cornadas que tiraba el burel, para luego abreviar y torearlo por la cara, resolviendo así  la complicada papeleta.

Entretanto, el silencio del tendido manifestaba la tensión que se vivía en cada uno de los rincones, mismo que solamente se rompía en oraciones que suplicaban al Señor para que todo saliera bien en este complejo trance.

La faena más redonda de la tarde fue la que realizó Christian Ortega, que se encontró con un toro que tuvo movilidad y clase al momento de acudir a los engaños, y al que el torero capitalino ordenó un castigo muy justo. Con soltura colocó banderillas, para luego plantear un trasteo en el que supo pulsear bien las embestidas, lo que le llevó a templar.

Sobre todo con la muleta en la derecha eslabonó pasajes que le fueron muy coreados por el escaso público asistente, aunque al final el toro vino a menos y a su labor le faltó el remate. Pese a ello, quizá pudo haber tocado pelo de no fallar en el primer intento a espadas.

Alfredo Gutiérrez mostró su bien aprendida técnica y el oficio desarrollado en tantos años de andar en la brega. El ejemplar que le correspondió se movió de inicio, aunque sin mucho fuelle, y el tapatío lo llevó sin forzarlo para cuajar buenos muletazos, con mérito sin duda alguna. Al final toreó bien con la cara, pero no fue certero con el acero.

Confirmó su alternativa Alfonso Hernández “El Pali”, que anduvo serio y sereno del ante del toro que abrió plaza, al que consintió para dibujar derechazos de bella factura, aunque asilados, de tal forma que la faena tuvo altibajos y el astado no terminó por entregarse, siendo manejable aunque sin mucha transmisión.

También confirmó Juan Fernando, torero regiomontano al que se le notó lo poco toreado, aunque una buena actitud. El ejemplar que sorteó fue deslucido y  con poco recorrido, para desarrollar sentido con cierta prontitud; el joven espada solamente pudo dejar constancia de afición para querer funcionar en  esto.

Cerró plaza Salvador López, que se encontró con un toro que le brindó escasas opciones y terminó también por desarrollar algo de sentido. El joven espada capitalino hizo el esfuerzo y anduvo tesonero, pero sin poder remontar una noche complicada y que ya caía en lo derroteros de la incertidumbre.

Al momento de redactar esta crónica continuaba la cirugía de Mauricio Martínez Kingston en el Hospital Mocel. Nos unimos a los buenos deseos de recuperación, pero también caemos nuevamente en la cuenta del riesgo latente que siempre existe en el ruedo de una plaza de toros.