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Espectro Taurino: Mitos alejados de la verdad

Sábado, 14 Nov 2015    México, D.F.    Jorge Raúl Nacif | Opinión   
El espacio de cada sábado
Ante el arranque de la Temporada Grande de la Plaza México y la parte fuerte de la época de toros en nuestro país, de nueva cuenta los grupos antitaurinos se manifiestan y en el ambiente rondan como de costumbre una serie de conceptos que lejos están de la verdad.

Muchos mitos y elementos no verdaderos pululan acerca de los motivos que tiene el aficionado para acudir a las plazas de toros y disfrutar de un espectáculo taurino. Desde siempre, aquellos que son contrarios a la Fiesta califican de “sádicos” a los aficionados y erróneamente ha corrido la versión que el toreo se trata de ir a disfrutar de la sangre y la muerte de un animal.

Estas ideas surgen de la profunda ignorancia que brota del quedarse, simplemente, con las características externas de un acontecimiento y no profundizar en el mismo. Más aún, de nunca haber acudido a una corrida de toros y hacerse acompañar por alguien capaz de explicar razones y procesos.

Un aficionado no va a plaza a disfrutar y deleitarse de la muerte de un animal; nada más alejado de la realidad. La muerte es un elemento intrínseco a la tauromaquia y momento crucial en la conclusión del rito del toreo, por lo que se le mira y comprende con respeto, pero no es el motivo la cual un ser humano acude a disfrutar en los tendidos de un coso taurino.

Si este argumento fuera cierto, sería fácil identificarlo. Luego de todas y cada una de las corridas, el aficionado saldría feliz… pues vio morir seis o más toros; sin embargo, en la realidad resulta notorio que no es así y hay muchas tardes aciagas que no pasan a la historia y no guardarán sitio en la memoria de los aficionados que las vivieron.

De entrada, este concepto es relevante. Y es que contradice, de golpe y porrazo, la idea que buena parte de las personas antitaurinas (o incluso neutras) tienen sobre el sentido de un aficionado al acudir a las plazas de toros.

El aficionado que va a los toros aprecia, en primer término, la bravura y belleza del animal bravo, así como el valor que un torero debe demostrar para plantarse ante él y poder dominarlo técnicamente. Una vez en este terreno, disfrutar de los momentos artísticos que surgen.

En otras palabras, más que ir a divertirse propiamente dicho, el público va en la búsqueda de emociones. Y cuando de verdad brota el arte dentro del ruedo, son pocos los espectáculos que pueden elevar a una persona a tales alturas, dependiendo por supuesto de su sensibilidad.

Y ya estando en este ámbito, nadie puede juzgar los gustos de los demás y nuevamente los taurinos apelamos a ese elemento tan nombrado y, a la vez, tan poco respetado: libertad.


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