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Espectro Taurino: El toreo es un sentimiento

Sábado, 02 May 2015    México, D.F.    Jorge Raúl Nacif | Opinión   
La columna de los sábados
Una verdadera delicia fue escuchar los conceptos del maestro Jesús Solórzano en la amena tertulia del programa "Patio de feria", en Radio BI de Aguascalientes, lo cual nos lleva a algunas reflexiones en el entendido que, en la actualidad, en ocasiones los taurinos no vemos las cosas con esa claridad de ideas.

Y es que muchas veces "nos casamos" que determinadas formas de ver y entender el toro, algunas de éstas impregnadas con el espíritu pragmático y resultadista que avasalla a la sociedad contemporánea, en la que se ha perdido el sentido profundo de la existencia.

Aunque en definitiva tienen su trascendencia, lo más importante en el toreo no es la cosecha de orejas. El toreo es un sentimiento, y por ende el generar sensaciones en los aficionados es y será el sentido más hondo de lo que representa el plantarse delante de un toro bravo.

Bien nos lo comentaba Octavio García "El Payo" dentro de una charla que sostuvimos hace algunos meses: "El público no acude a una plaza basándose en la estadística numérica de un torero, sino recordando las sensaciones y emociones que le generó su última actuación".

Como lo expresó el maestro Solórzano en el mencionado programa, el torero tiene que echarle "todo su sentimiento", más allá de las distancias en las que se coloque. Esto nos lleva a meditar que en el toreo no es necesario "embarrarse" de toro para generar un aplauso, sino que lo más profundo es que éste surja espontáneamente al existir esa conexión artística.

No pocas veces creemos los taurinos que hay un solo camino para poder "torear bien". Por ahí comentaba Chucho  al mencionar que conceptos como "bajar los brazos" parecen ser los únicos aceptados en el bien torear, cuando no es así. Haciendo las cosas con torería y expresión, poco importa si el torero ejecuta las suertes con las manos por encima de la cintura, o dibuja el muletazo un poquillo despegado.

El "neotaurinismo" actual, representado en gran medida por todos aquellos que se creen sabios y conocedores de la verdad absoluta en el toreo, y que muchas veces pareciera que "liberan" sus traumas a través de las redes sociales, se aferran a conceptos pragmáticos y numéricos... "que si está 2 centímetros despegado el torero, que si los kilos, que si las orejas, que si los avisos".

Además, en el toreo caben variedad de estilos y conceptos. No todos pueden -ni deben- torear igual. Platicábamos hace algunos días con el matador Antonio Vega sobre éste tema, y él nos decía que desgraciadamente se percibe una estandarización muy arraigada entre no pocos de nuestros toreros.

Ha quedado de lado la variedad en los quites capoteros, pero también con la muleta, y más allá de las suertes...  la personalidad torera parece ya cosa del pasado. El torero es y debe sentirse torero, dentro del ruedo pero también fuera de él, viviendo su profesión al máximo y cultivando su cultura taurina día con día.

El torero debe ser natural; eso es verdad. Y con naturalidad nos referimos a que, cara a cara con el toro, debe expresar los sentimientos que verdaderamente atraviesan en ese momento por su alma y por su corazón, sin fingir ni traicionar el concepto que respira a través de sus poros.

Esto sin dejar de lado la parte de actor que, como decía el maestro Lorenzo Garza, tienen también los toreros una vez que se zumban al toro. No olvidemos que quien se planta en el ruedo es también un personaje, el cual toma parte en una puesta en escena en la que nadie sabe lo que va a suceder.

Vaya que el toreo da para mucho. No por ende es un espectáculo tan misterioso como mágico, gusto y regusto que ya no tiene cura.


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