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Crónica Reciente

Castella pone el arte y Garibay la raza
Domingo, 02 Nov 2008 | Guadalajara, Jalisco
Fuente: Fernando Barrera / Corresponsal
     

La expectación por ver el primer cartel internacional en Guadalajara se vio correspondida en el ruedo, debido a la gran entrega de la terna, pero no así en el tendido, pues la plaza no se llenó, síntoma inequívoco que la fiesta en México requiere buscar otros métodos publicitarios y una promoción adecuada.

El resultado artístico del festejo se debió a dos hecho concretos: Sebastián Castella puso el arte e Ignacio Garibay sacó la raza, en una demostración fehaciente de que ciertos toreros mexicanos sí tienen la capacidad y el nivel para hablarse de tú con las figuras de allende los mares.

El torero de Beziers le tiene cogido el son al toro mexicano. Les da sitio e imprime ritmo a su toreo. Al que desorejó por partida doble, lo recibió con cadenciosas verónicas, soltando los brazos armónicamente. Y a partir de entonces, Sebastián aquilató la bravura del de Montecristo que embistió al caballo con alegría. El toro tenía mucho que torear; una faena escondida que el francés fue descubriendo gracias al oficio y los recursos desplegados durante el trasteo.

Su mayor virtud fue llevar embebido al toro a un ritmo lento, pero intenso, acompañando con la cintura los largos muletazos. El público fue centrándose en el trasteo, tanto como el torero lo fue haciendo con el toro, y comprendió de inmediato lo que pasaba sobre la arena.  Castella toreó con mucho asentamiento en redondos y naturales vibrantes con hondura. Se le notaba a gusto tanto con el toro, como con la gente, y eso lo reflejaba en cada cite que ayudaba aún más a meter al tendido en la faena. Y como una obra de estas características no se puede emborronar con la espada, se volcó tras la espada para colocar una estocada de inmejorable ejecución que hizo rodar al toro sin puntilla.

Al incómodo segundo le plantó cara en los medios, en otra faena maciza pero que no tuvo el calado de la primera, pues no terminó de redondearla debido a la falta casta de un toro que tendía a defenderse.

Garibay sacó la raza en dos pasajes concretos de la tarde: primero, porque la gente se le echó encima al considerar que el que segundo toro del festejo carecía de trapío, y después por levantarse de una cogida impresionante, en la que el toro le zarandeó varias veces y se lo pasó de un pitón a otro, en angustiosos segundos que el público vivió espantado. Y tuvo los arrestos de regresar de la enfermería herido, para continuar un faena tan arrebatada como estrujante, en medio de gritos de “torero, torero”, que terminó de pinchazo, estocada y un golpe de descabello.

Morante quería triunfar en Guadalajara, plaza que le sienta bien. No pudo hacerlo porque se topó con toros deslucidos que se pararon demasiado pronto. Dejó buena impresión con el primero de la tarde, al que le cuajó un excelente quite por chicuelinas y dio varios muletazos con mucho empaque.

Delante del cuarto abrevió sin más, y tantas eran sus ganas de triunfar que hasta regaló un sobrero que tampoco le permitió el lucimiento, sino estar muy esforzado y digno en pases sueltos de acusado sentimiento.  

Ficha

Dos tercios  en tarde espléndida. 7 toros de Montecristo, bien presentados, salvo el 2º, que fue protestado. Destacaron 3º y 5º por su bravura. Pesos: 460, 480, 490, 485, 475, 515 y 470 kilos. Morante de la Puebla (obispo y azabache): palmas, pitos y palmas en uno de regalo. Ignacio Garibay (malva y plata): pitos y oreja. Sebastián Castella (catafalco y azabache): dos orejas y ovación. Sobresalió en varas Bernardo Hernández “El Chivas” en el 5º y Cristóbal Cruz en el 7º, y con las banderillas, Diego Bricio en el 7º. Garibay sufrió dos cornadas limpias, una en el muslo derecho la región inguinal.

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