El tema de los toros en Quito está en boca de todos: Los taurinos, los no iniciados, los detractores y aún quienes hasta hace poco observaban con indiferencia a la tauromaquia. Hoy por hoy, todos comentan sobre esta actividad con diverso tono y contenido.
El caso es que la no realización de la anual Feria de Quito y la consecuente fractura de una tradición de más de medio siglo, además de la inmensas pérdidas en materia económica, desencadenó un potente debate mediático y social, discusión que, como es lógico, se radicalizó en las plazas de toros que en los últimos días celebraron funciones taurinas.
Los aficionados que colmaron los escaños del coso de Latacunga exteriorizaron su malestar con voces de censura a los gobernantes, expresiones que adquirieron mayor fuerza la noche del sábado en la Plaza de Toros Belmonte a propósito de la realización del Festival de la Virgen de la Esperanza de Triana. Allí, una y otra voz, irrumpió con fuerza el reclamo de libertad y respeto. Así las cosas, el ya tradicional festejo tuvo como telón de fondo el malestar popular, condición que se sumó a los matices taurinos y católicos de este vistoso espectáculo.
Con la plaza llena en una noche fría se corrieron cuatro novillos de Triana y dos de Huagrahuasi, que resultaron complicados para los toreros, a excepción de los lidiados en primero y cuarto lugar, que colaboraron con su lidiador.
La capacidad expresiva y la entrega fueron las claves del triunfo que consiguió el matador de toros español Antonio Ferrera que recibió un total de cuatro orejas y un rabo, producto además de la intensidad de su tauromaquia, la suerte en el sorteo y la disposición del público. Al primero toreó con corrección a la verónica, prendió tres vistosos pares de banderillas y usó la muleta para acompañar las vibrantes embestidas de su bravo oponente; tras simular la suerte suprema obtuvo dos apéndices.
La receta fue la misma en el cuarto, "Largapuyas" del hierro de Triana, un novillo de noble condición al que lanceó a gusto por verónicas y chicuelinas, subió a la cabalgadura para el castigo en varas. Ya en la arena clavó banderillas de manera espectacular, sin solución de continuidad ya con la muleta instrumentó una faena larga con pases de todas las marcas, inclusive con las rodillas en tierra, luego de los adornos de rigor, el palco dispuso el indulto del astado y la entrega de los trofeos al carismático torero.
La contracara de su compañero de cartel vivió Matías Tejela al que le cupo un lote difícil, su primero de escasas fuerzas, se dejó torear con el capote en pulcros lances de recibo, los naturales fueron facturados con calidad y bien valieron la oreja final. El quinto se defendió y Tejela lo lidió con solvencia.
David Galván obtuvo una oreja de cada uno de los deslucidos novillos que enfrentó, luego de mostrar su buen concepto y ortodoxa personalidad; en el tercero manejó el capote con suavidad al dibujar verónicas y chicuelinas; muleteando trascendieron los pases con la derecha. En el que cerró el festival surgió el toreo de cercanías para conectar con el tendido y recaudar otro apéndice.
La fría noche quiteña no obstó el entusiasmo que envolvió la salida a hombros de Ferrera y el joven Galván.