El quinto fue devuelto de manera circunstancial y no tanto por su falta de trapío –aunque así lo consideró el público, que es el que paga... y manda– sino porque a estas alturas de la corrida el público experimentaba el lógico hastío de una tarde de mucha expectación que no levantaba el vuelo debido a la falta de casta del encierro de Marrón, que tuvo una extraña descoordinación en los cuartos traseros que obligaba a los toros a desplazarse sin ritmo, como si estuviesen lesionados de las articulaciones.
A partir de este momento, la corrida se vino arriba. Desde luego que Ponce, al igual de sus compañeros de terna, se esforzó por agradar con el sobrero sustituto, al que toreó con su habitual sapiencia y suavidad, en una faena de buen acabado en la que se inventó un trasteo interesante por su colocción y temple.
Sin desesperarse nunca, conocedor del toro mexicano, que a veces tiene escondido el trasteo, el valenciano metió en vereda al de Marrón en medio del entusiasmo colectivo, que tenía el ánimo contenido y las ganas de aplaudir para paliar los largos pasajes de aburrimiento que se habían vivido a lo largo del festejo.
Los redondos, los naturales, los desdenes y otros adornos y la conexión con el público surtió el efecto deseado entre el público y sus muchos partidarios. A la hora de matar colocó una estocada entera, un poco desprendida, pero ejecutada con mucha limpieza y rotundidad, que valió el corte de dos orejas, lo que puso feliz a la gente.
La oreja que cortó Enrique Ponce al segundo toro de la corrida no había levantado demasiado clamor, en virtud de la falta de transmisión del ejemplar de Marrón, con el que el maestro valenciano estuvo correcto y aseado, en una faena en la que ejecutó detalles de calidad.
Así fue construyendo las series, a base de dejarle la muleta puesta delante del hocico al toro, al que tuvo que dar su tiempo y su pausa para que el trasteo consiguiera tener la duración necesaria, y como mató de una estocada eficaz cortó una oreja que paseó sonriente en la vuelta al ruedo.
Arturo Saldívar persiguió por todo el redondel al tercero, un toro que huía continuamente hacia el terreno de las tablas, con una actitud digna de encomio. Como también lo hizo en el sexto, con un toro bajo y bonito, al que toreó en los medios, toreando por aquí y por allá, en una faena variada y fresca que el públco recibió gustoso y que celebró en grande cuando el hidrocálido ejecutó unas ceñidas bernadinas que antecedieron una estocada entera en la que entró por derecho, con mucha fe.
El toro tardó un poco en doblar pero eso no fue óbice para que le concedieran dos orejas que le superion a gloria, considerando que en su actuación anterior se fue de vacío debido a sus fallos con la espada. Y segurmente se quedó un poco tristón cuando, por la megafonía de la plaza, antes de que saltara a la arena el séptimo, anunciaron que el 2 de noviembre habrá un mano a mano entre Enrique Ponce y Juan Pablo Sánchez, con toros por definir.
A Zotoluco se le notaba contrariado, pues no encontró, en sus dos toros, las prestaciones necesarias para calentar al público, y sólo en contados momentos consiguió bosquejar detalles sueltos. Se agradece, desde luego, las ganas de agradar desde el inicio de faena al toro que abrió plaza, al que toreó de rodillas, luego hizo una faena breve.
El cuarto, un toro capacho, de esos que antes se denominaban "achaficados", parecía que la cosa iba a subir de tono, pues el de Marrón remató bien en los burladeros y recargó con más decisión en tablas, pero casi desde el principio de faena el toro se desfondó y terminó topando. Tras un pinchazo arriba, colocó una estocada entera y se marchó a las tablas moviendo la cabeza de un lado a otro, triste, pues, de que no hayan funcionado las cosas en su única comparecencia dentro de la Feria e Zacatecas.
Entonces decidió regalar un sobrero, del hierro titular, de nombre "Cominito", que resultó bravo y emotivo, y con el que salió a por todas con su habitual raza a tratar de reventar la tarde. El toro embestía humillado y con clase, pero no era fácil verlo venir tan despacio y, a veces, mirando al torero. Había que estar muy preciso en los toques y la colocación.
Los naturales, con la muleta muerta sobre la arena, fueron la clave de una faena vistosa y torera en la que hubo largueza en el trazo. Zotoluco sabía que era preciso aguantarle mucho al toro para poderle y fue de esta manera en que logró encauzar las embestidas, ya cuando el público estaba muy entregado.
Cuando debía rematar la obra con el acero, pinchó en dos ocasiones, lo que le impidió acompañar en la salida a hombros a Ponce y Saldívar. "Ni hablar", se habrá dicho el mismo por dentro y más aún cuando salió de la plaza cabizbajo y molesto, por su propio pie.
Zacatecas, Zac.- Séptima y última corrida de feria. Más de tres cuartos de entrada en tarde nublada, con ligeras ráfagas de viento frío. 7 toros de Marrón (el 5o., como sobrero sustituto y el 7o. como regalo), bien presentados, varios armoniosos de hechuras, pero descastados en su conjunto, salvo el 5o. que fue manejable y el de regalo que fue bravo y emotivo. Pesos: 505, 495, 510, 504, 490, 535, 480 y 540 kilos. Eulalio López "Zotoluco" (grana y oro): Silencio en su lote y palmas en el de regalo. Enrique Ponce (tabaco y oro): Oreja y dos orejas. Arturo Saldívar (violeta y oro): Silencio y dos orejas. Destacó en varas Ignacio Meléndez, que picó bien al 4o. y el 7o., así como los banderilleros Gustavo Campos, que saludó, y Cristhian Sánchez, que se vio fácil con los palos. Al final del festejo Pónce y Saldívar salieron a hombros.