"Bienvenidos al corazón del Cauca". Es el mensaje con el que el municipio de San Joaquín El Tambo recibe a los visitantes. En Colombia, ser el corazón del Cauca tiene muchos significados. Uno de ellos, ser el corazón del conflicto armado.
El Tambo ha sido uno de los rincones de las entrañas del país más afectado en más de medio siglo de confrontación armada, blanco de hostigamientos e incursiones de la guerrilla de las Farc, y la acción represiva de las Fuerzas Militares. Una prueba de ello, este municipio limita al oriente con la región de Morales y Suárez, dos corregimientos que se hicieron célebres en el país porque en sus montañas, el pasado 4 de noviembre del 2011, el máximo jefe de las Farc, alias "Alfonso Cano", caía abatido tras un bombardeo de la Fuerza Aérea y el Ejercito colombiano.
La plaza de toros La Giralda, ubicada en una de las vías principales, y a poca distancia del puesto de la policía, ha sido blanco de la confrontación armada. La más reciente incursión guerrillera de la que se tiene noticia se remonta poco en el tiempo. En la madrugada del pasado 31 de mayo cinco personas resultaron heridas tras un hostigamiento del Sexto Frente de las Farc. Pero La Giralda ha sobrevivido y se mantiene erguida a pesar de las circunstancias.
A ese lugar, donde varios grafitis pintados en las casas del municipio advierten que alguna vez la presencia guerrillera era permanente, llegó el toreo en la tarde del 2 de septiembre.
Lo hizo también para reconquistar otro escenario. Porque la Plaza de Toros "La Giralda" de El Tambo estuvo cerrada un año entero por caprichos de un alcalde, que para evitarse líos políticos, decidió cerrarle las puertas al toreo.
Tras un año de abstinencia taurina, y con el estreno de un nuevo gobernante, volvieron los toros a El Tambo y con un cartel de lujo. Estaban presentes en el ruedo los líderes del escalafón colombiano, las máximas figuras del mercado nacional: Sebastián Vargas y Paco Perlaza. Completaba la terna Ricardo Rivera, quien se ganó su cupo en el cartel gracias a su regreso al toreo en Palmira, hace tan solo un par de semanas atrás. Nunca antes en el ruedo de "La Giralda" se habían lidiado seis toros en un mismo festejo.
Y Rivera volvió a marcar el rumbo de la tarde. Porque en el tercero, primero de su lote, del hierro de Ambaló, que amenazaba con irse a por el pecho del torero, Rivera decidió ponerse firme y con pureza para tratar de arrancarle naturales, porque su faena se sustentó en el difícil pitón izquierdo. El caleño, el más joven de la terna, había sacado a sus dos compañeros de cartel para brindarles su labor. Una faena que colofonó con una estocada en todo lo alto que tiró al animal ‘patas arriba’. Dos orejas reclamadas por la voluntad popular.
La huella del toreo de Rivera motivó a Sebastián Vargas, quien ya había cortado una oreja en el que abrió la tarde. En el cuarto, Vargas tuvo que tirarse de rodillas y conquistar a la afición que abarrotó los tendidos con dos largas cambiadas de rodillas. Elevó los niveles de emoción con las banderillas. Y con la muleta mantuvo el hilo del entusiasmo en una faena que conectó con rapidez. Se empecinó en no matar el toro y utilizó todos sus recursos para indultarlo, así el toro mereciera otra suerte.
Con ese ambiente festivo Paco Perlaza, quien había escuchado un aviso en su primero, se encontró a "Manolete", de Paispamba en quinto lugar. Fue el mejor toro de la tarde. Bonito y terciado de hechuras, pero con una admirable capacidad para embestir con calidad. Perlaza aprovechó tales condiciones para desarrollar la tauromaquia emotiva con la que se identifica. Tuvo momento de alto interés, por ejemplo en una serie de naturales a pies juntos en los que desmayó su multa. El indulto era un destino más justo para ese toro, que gracias al clamor popular encontró el camino de regreso a la ganadería.
Vargas y Perlaza habían dado respuesta, y en el que cerró la histórica tarde, aumentó la ventaja. El toro de Puerta de Hierro tenía buenas intenciones, aunque complejas condiciones. Pero sus virtudes fueron entendidas por Rivera para torearlo por ambos pitones con paciencia y pureza. De allí surgieron muletazos largos y de buen trazo. Y el broche fue un meritorio arrimón en el que se dejó acariciar por los pitones de los toros, especialmente en unas bernadinas en las que tuvo que tragar un par de miradas y parones. La espada fue tan efectiva que el premio reclamado fueron otras dos orejas con las que cerró su botín.
Los tres toreros fueron izados en hombros en un recorrido por las calles aledañas a "La Giralda". La tarde fue histórica y emocionante, en buena parte porque el toreo volvió al "corazón del Cauca", y lo hizo con un ¡Cartel de Lujo!