Ambientazo y claroscuros en Huamantla (video)
Martes, 14 Ago 2012
Huamantla, Tlax.
Juan Antonio de Labra | Ángel Sainos
El complicado juego de los toros dio al traste con una noche mágica
La atmósfera tan especial de la Corrida de Las Luces de Huamantla tiene un encanto especial, y no cabe duda de que la iniciativa de haberla proclamado Patrimonio Cultural Inmaterial del Estado de Tlaxcala, es un paso adelante y un logro de suma importancia.
Porque quienes acudieron a este festejo estarán de acuerdo en que la fiesta de los toros mantiene una riqueza litúrgica que está vinculada a otras manifestaciones artísticas, como la religión o la música, por ejemplo. Y el canto de las niñas del coro que entonaron el Ave María de Gounod, con toda la plaza en sombra y las velas encendidas en las manos de los aficionados, fue el mejor prólogo a la aparición de los toreros en la procesión taurina de la Virgen de la Asunción, patrona de Huamantla y de muchas otras localidades de México.
Así que, de entrada, se puede argumentar que el boleto ya estaba pagado antes, inclusive, de que saltara a la arena de la plaza "La Taurina", el primer toro de esta noche que pintaba para mágica.
Y cabe resaltar que para satisfacción de muchos aficionados venidos desde distintas regiones vecinas, el encierro de José María Arturo Huerta tenía una presentación impecable. Sin embargo, bien dice el conocido refrán: "El hombre propone, Dios dispone… sale el toro, y todo lo descompone".
En este caso, lamentablemente, se cumplió a cabalidad ya que los ejemplares de la ganadería tlaxcalteca desarrollaron peligro y dotaron con ello de emoción al espectáculo, pero redujeron considerablemente la posibilidad de lucimiento de los toreros, que se vieron obligados a realizar una enjundiosa labor para devolver a la gente la buen vibra que reinaba desde el comienzo del festejo. En este sentido, el mejor librado, en cuanto a trofeos conquistados se refiere, fue Arturo Macías, que salió hecho un jabato a dar la cara delante de los dos toros de su lote y conectó fuerte con la gente.
La faena de más calado la consiguió delante del tercero, un ejemplar poderoso que pegaba fuertes arreones y se lo echó a los lomos en un par de ocasiones: la primera, haciendo un desplante a cuerpo limpio, en un exceso de confianza, como se dice, aunque más bien podría calificarse como un exceso de raza; la segunda, preparándolo para la muerte.
Maltrecho, Macías colocó una estocada defectuosa, pero de efectos rápidos, que culminó con una precipitada concesión de una segunda oreja que fue protestada.
El deslucimiento y falta de fuelle del sexto no permitió demasiadas florituras al hidrocálido, que estuvo breve con la muleta y certero con la espada para recoger una ovación en el tercio, pocos minutos antes de marcharse a hombros.
Si Macías puso la chispa a la noche, Amaya puso la torería en una primera faena quizá no del todo comprendida por la gente, en la que el tijuanense se mostró mentalizado, sereno y sobrio, en un trasteo con estructura y contenido.
Destacó su colocación, así como el tiempo que dio al toro, al que a base de consentirlo y dejarle media muleta muerta por la arena, le ligó varios redondos en un palmo, ejecutados con temple y mando y regusto.
No pudo Amaya coronar tan seria faena con la espada, pero sí sentir la aprobación unánime de los profesionales, que se contaban por decenas en el tendido y también en el estrecho callejón de esta coqueta plaza de toros que habrá de cumplir su primer centenario en el año 2018.
Ya con el quinto no pudo repetir la dosis Amaya, pues el de José María Arturo Huerta topaba de manea muy incómoda y dificultaba mucho templar las descompuestas embestidas de un ejemplar cuya muerte brindo a Rodolfo Rodríguez "El Pana". La gente, posiblemente un tanto decepcionada de que la expectación que se palpaba, aún no recibía triunfos clamorosos a cambio, se metió con él injustamente.
El Zapata sorteó el lote más armonioso y en tipo de la corrida, compuesto por un primer toro muy en San Mateo, y otro hondo, enmorillado y reunido, que se jugó en cuarto lugar.
El que abrió plaza salió como adormilado del toril y al sentir el castigo en varas se creció con pujanza ante el caballo que montaba Pedro López, que aguantó la reunión en un gran puyazo. El toro se vino arriba en banderillas y Uriel expuso una barbaridad a la hora de clavar el Par Monumental. Lo malo fue que en la muleta, el toro sacó genio y buscó continuamente las pantorillas del torero, que demostró estar físicamente en forma y resolvió con recursos la papeleta, robándole pases de mérito al de Pepe Huerta.
Al cuarto, César Morales le dio un puyazo soberbio, por bueno y breve. Y digamos que este fue el toro más potable del encierro, conjuntamente con el primero de Amaya, un toro para haber hecho el toreo profundo. Pero El Zapata busco más el toreo accesorio y de adorno, sobre todo cuando el toro tenía un pitón derecho definido y acudía con transmisión y humillado a la muleta por ese lado y no así por el izquierdo, por el que se orientó muy pronto.
No atinó el tlaxcalteca a desentrañar la faena escondida que tenía el de José María Arturo Huerta y el desánimo invadió al público. No conforme con quedarse al margen del triunfo, regaló un sobrero de Mar de Nubes, berrendo aparejado de capa, largo y sin remate, además de ser basto de hechuras.
Y como era de esperarse, el toro fue una prenda que volvió a dejar al descubierto esa manía que tienen muchos toreros de regalar toros cuando todo hace suponer que se trata de un despropósito, pues la corrida, larga por el evento previo al paseíllo, ya había caído en la desesperación de ver como aquel gran ambiente inicial no consiguió mantenerse durante toda la función.
Ficha Huamantla, Tlax.- Plaza "La Taurina". Corrida de Las Luces. Segunda de feria. Goyesca. Lleno en noche fresca. Seis toros de
José María Arturo Huerta, bien presentados en general, pero complicados en su conjunto, pues varios desarrollaron genio, y un toro de regalo de
Mar de Nubes (7o.) que desarrolló peligro. Pesos: 465, 480, 500, 510, 485, 500 y 485 kilos.
Uriel Moreno "El Zapata" (espuma de mar y pasamanería blanca): Palmas, división tras aviso y silencio en el de regalo.
Alejandro Amaya (verde menta y azabache): Palmas y pitos tras aviso.
Arturo Macías (obispo y azabache): Dos orejas con protestas y ovación. Incidencias: Destacaron en varas
Pedro López y
César Morales, que picaron con gallardía; en la brega sobresalió
Gustavo Campos, y también estuvo muy dinámico y valiente en banderillas el joven subalterno
Ángel González, hijo de
Lupillo. El festejo finalizó a las 23:40 horas.
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