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Revolución zapatista con sabor a sangre (video)

Domingo, 26 Feb 2012    México, D.F.    Juan Antonio de Labra | Foto: Sergio Hidalgo            
El tlaxcalteca cortó tres orejas y resultó herido en el quinto toro
La revolucionada actuación de El Zapata en la Plaza México tuvo muchos matices dignos de analizar, y más allá del triunfo que pagó con sangre, el tlaxcalteca se ha convertido en uno de los toreros mexicanos más variado en los tres tercios de la lidia, un hecho que le confiere, sin lugar a dudas, un atractivo especial a su barroca tauromaquia.

Pero quizá en medio de esa espectacular pirotecnia de suertes que realiza, debiera centrarse más en hacer bien lo fundamental, para que su toreo adquiriera una dimensión más profunda, y los triunfos estuvieran basados en la  muleta, sobre todo cuando se trata de cuajar a un toro, como el magnífico "Guantero" de Marco Garfias –nombre emblemático en San Mateo–, que mantuvo una gran clase durante toda su lidia.

En un descuido, al salir de un pase cambiado que no tenía cabida cuando ya estaba cogiéndole el aire al toro por el pitón derecho, El Zapata voló por los aires para caer en la arena calado, con una cornada extensa en la parte posterior del muslo izquierdo.

Y es que teniendo el oficio, el valor y el sitio necesario para llegar más arriba, parece que Uriel está desperdiciando su talento en tantas florituras, en vez de construir sus faenas con cimientos más sólidos, dejando de lado la ornamentación y pensando más en dejar huella con la muleta, como lo han hecho siempre los inolvidables toreros tlaxcaltecas de otro tiempo.

Cabe decir que la gente disfrutó mucho con su actuación, por fresca y variada, además de auténtica, prácticamente desde que se abrió de capa con el segundo toro de la tarde. Y hay que anotarle al torero de Apizaco una riqueza interpretativa que, por momentos, llega a ser abrumadora.

Uno de los pasajes más intensos fue cuando clavó el llamado "tres en uno", en un vibrante tercio de banderillas en el que colocó el par "monumental", un violín y, segundos después, un cuarteo, en menos de medio minuto. Asombroso, en verdad, lo que le valió una aclamada vuelta al ruedo.

Esa primera faena fue corta y de toreo accesorio, con un toro que tuvo nobleza pero que duró un suspiro, y como mató con eficacia le concedieron la primera oreja que fue a parar a su espuerta.

Con la puerta grande entreabierta, El Zapata volvió a desplegar su dinámico toreo de capote y cautivó con dos quiebros de impecable ejecución, en los medios, de los que salió andando, como los grandes banderilleros de la historia.

Y más tarde sobrevino la cornada, cuando apenas se estaba centrando con "Guantero". ¿Qué hubiera pasado si Uriel no cae herido? El caso es que, tras la cornada, tuvo los arrestos de permanecer en el ruedo para comprobar la buena clase del toro, al que le dio un par de series antes de recetarle una estocada entera, algo desprendida, que valió para que dieran dos orejas que no pudo pasear en la vuelta al ruedo, ya que se marchó, por su propio pie, a la enfermería.

Si El Zapata le puso el cascabel al gato con esta demostración de pundonor, Diego Ventura no se quedó un milímetro atrás y también ofreció una actuación de un gran nivel que, desafortunadamente, no tuvo la recompensa deseada.

La faena el toro que abrió plaza fue una de las mejores que se le recuerden en este escenario, donde sólo ha toreado pocas corridas. Y la transmisión del toro de La Estancia, que no era fácil, sirvió para que Diego desplegara su tauromaquia con una absoluta entrega.

Desde el recibo montando a “Buena víbora” hasta el tercio de banderillas sobre los lomos de "Nazarí" la calidad de su toreo privó se equilibró a la perfección con la espectacularidad, en medio de la algarabía de un público que está abierto a seguir apoyando su ascenso en nuestro país.

Y así como El Zapata se sobrepuso a la cornada para dar muerte al toro, Diego Ventura se levantó sin mirarse la ropa tras haber caído estrepitosamente a la arena al salir de una pirueta, con la fortuna de resultar ileso ante este percance tan aparatoso, como todos los que sufren los rejoneadores.

Se montó nuevamente y ejecutó dos piruetas en la misma cara del toro, con esa raza indómita que tiene y un valor de los que espantan. Así discurrió más tarde la faena montando a "Califa", con el que clavó una banderilla corta al violín y un par a dos manos, antes de fallar con el rejón de muerte y tener que echar pie a tierra para utiliza el descabello hasta en dos ocasiones.

Se le esfumaron las dos orejas de ese toro de La Estancia a Diego, que en el cuarto, otro ejemplar del mismo hierro, buscó el triunfo afanosamente en una faena quizá no tan ligada, pero sí con una rotundidad en la ejecución de las suertes que ahí queda. Y lució mucho otra vez la cuadra, con "Remate" y "Pegaso", dos caballos que recogieron el aplauso del público.

Un pinchazo previo al rejón de muerte final no fue impedimento para que le entregaran una oreja de peso. Al margen de que la puerta grande se le escapó, Diego Ventura enseñó sus armas y explicó los motivos de su ascensión, hace algunos años, a la cumbre del toreo a caballo.

En medio de estos dos fenómenos del espectáculo –El Zapata y Ventura– apareció la sobriedad de Fermín Rivera, que sin toros a modo (incluido el de regalo) bosquejó ese toreo de temple que atesora.

Un ceñido y artístico quite por chicuelinas en el sexto, fue uno de los detalles más toreros de una actuación en la que dejó para el recuerdo una excelente estocada al tercero, digno homenaje de su tío abuelo, el gran estoqueador vasco Martín Agüero.

En el de regalo también buscó afanosamente el triunfo y pudo ligar varios muletazos en redondo que fueron coreados con fuerza por el público. Pero la estocada entero que colocó no fue suficiente y se diluyó la posibilidad de cortar un apéndice.

La nota nostálgica de la tarde la puso Beto Preciado, que se despidió de los ruedos tras una larga y brillantísima trayectoria. El temple de este hombre, curtido en mil batallas al lado de las grandes figuras del toreo, quedará por siempre grabado en letras de oro, y su recuerdo como el de uno de los banderilleros más sabios que ha habido en el toreo de México. Por algo le decimos "maestro".

Ficha

México, D.F.- Plaza México. Decimoctava corrida de la Temporada Grande. Un tercio de entrada (unas 17 mil personas) en tarde nublada y fresca, con amenaza de lluvia. Dos toros de La Estancia para rejones, bien presentados, y manejables. Cinco toros de Marco Garfias (el último como regalo) desiguales en presentación y juego, de los que destacó el 5o. por su gran clase. Pesos: 506, 495, 481, 480, 478, 475 y 503 kilos. El rejoneador Diego Ventura: Palmas y oreja. Uriel Moreno "El Zapata" (plomo y plata): Oreja con algunas protestas y dos orejas. Fermín Rivera (tabaco y oro): Palmas, silencio y palmas tras aviso en el de regalo. Incidencias: Al finalizar la lidia del 3o., el banderillero Beto Preciado se despidió de los ruedos tras más de cuatro décadas de brillante trayectoria. Su hermano Polo le quitó el añadido. El Zapata dio una vuelta al ruedo en el tercio de banderillas del 2o. El tlaxcalteca resultó herido en la parte posterior del muslo izquierdo y se retiró por su propio pie a la enfermería tras recibir las dos orejas.

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