Con cuentagotas, ya que los medios españoles apenas indagan por ese eterno desdén ibérico a lo que suceda al otro lado del charco, cada semana llegan al barrio noticias preocupantes desde la América taurina.

La campaña abolicionista de los políticos de esta extraña izquierda de nuestros días se extiende por todos los países taurinos del cono sur como movida por impulsos programados, por manos y mentes bien organizadas que saben tocar las teclas en el momento adecuado y expandir por los altavoces mediáticos toda su demagogia.

Los dirigentes animalistas se frotan las manos sabiendo que, si no la guerra, con estas noticias puntuales siguen ganando la batalla de la imagen y pueden mantienen alta la moral de sus manipuladas tropas. Mientras, las gentes del toro permanecen impasibles, apenas emitiendo comunicados tibios que a nada conducen, sin responder con contundencia ni efectividad a estos puntuales pero continuos ataques que van socavando los cimientos sociales del espectáculo.

Las últimas alarmas han sonado en Lima y en Bogotá. En el Perú, algunos parlamentarios afines al gobierno han conseguido aprobar un proyecto de ley por el que se prohibiría la entrada a las plazas a los menores de 18 años. Saben bien que impedir que los niños y los jóvenes se aficionen es la mejor manera de abortar el futuro de las corridas de toros.

Pero aún así no estaría todo perdido. Aún restan las votaciones del Congreso y sería de esperar que un personaje de tanto peso en la sociedad peruana como el Nóbel Vargas Llosa, que además apoyó la candidatura del nuevo presidente Ollanta Humala, llegara a tiempo de apagar el fuego. Es al menos curioso comprobar que se pretenda tomar esta medida de supuesta "protección" a la infancia y a la adolescencia en un país como Perú que es uno de los de mayor tasa de abandono escolar en el mundo, como ha revelado uno de los mejores blogueros taurinos españoles, el extremeño Juan Medina.

En su blog "El escalafón del aficionado", Medina también ha sacado a colación algunos datos significativos de la ciudad de Bogotá, donde su el alcalde Gustavo Petro, exterrorista del M-19, pretende "cerrar la posibilidad de que se celebren espectáculos alrededor de la muerte". Choca tan cínica pretensión, en una capital donde son asesinadas cada año más de mil personas y el setenta y dos por ciento de las mujeres han sido víctimas de la violencia machista.

¿Serán culpables de tan macabro panorama los que se sientan en los tendidos de la Santamaría, la plaza a la que ha dejado sin ayudas oficiales pero de la que seguirá cobrando grandes impuestos? Seguro que no, pero el populismo demagógico de estos falsos políticos de izquierdas no encuentra límites en una campaña tan sospechosamente unánime en los nuevos dirigentes suramericanos, que tratan de culpar e identificar a las corridas de toros --esa costumbre "extranjera" que apenas lleva instalada cinco siglos-- con el atraso y los problemas crónicos de sus países.

La mejor arma de los activistas que generan este estado de opinión es la red de Internet, aún infrautilizada por los taurinos. Una avalancha de mensajes, correos y hasta masivos ataques informáticos por parte de los animalistas amenaza también con ahogar las voces discrepantes de la cruzada fascista. Y con blogueros como Medina, que saben llegar al fondo de estos asuntos, allí donde ni se lo plantean algunos rutinarios periodistas que siguen mirando para otro lado, preocupados sólo de malvivir en un sistema taurino que hace tiempo perdió el norte de la realidad.