Pese al mal encierro por descastado, falto de raza y por si fuera poco débil hasta la invalidez de la ganadería de Bernaldo de Quirós, el torero hidrocálido Juan Pablo Sánchez se erigió triunfador de la cuarta corrida de la temporada y quizá en el autor de la mejor estocada del serial, lo que le valió el corte de una oreja de peso, en un festejo pleno de detalles y pinturería a cargo de Rodolfo Rodríguez "El Pana".
Al conjuro de un cartel sin desperdicio, los aficionados se volcaron a los tendidos de la plaza Monumental de Mérida para registrar tres cuartos de entrada, más los toros dieron al traste con la expectación generada.
Uno a uno, los de Bernaldo de Quirós coartaron la posibilidad de éxito de los coletas, por lo que digno es de destacar lo hecho por los toreros que terminaron por dar la cara, para beneplácito de quienes pagaron un boleto.
Así, El Pana, con sus casi 60 años de edad en la espalda y su amplio sentido del espectáculo se dejó ver con su primero. El toro, de extrema debilidad y que rodaba a la menor provocación por la arena, no fue obstáculo para que el tlaxcalteca deleitara con algunas pinceladas. Ahí quedaron las panaderinas de recibo con el capote y un natural para quedar obnubilados.
Ante las condiciones del morito, el Brujo de Apizaco se gustó en el toreo por alto, plasmando destacados pasajes con solera y personalidad. Ajustado, toreó por sanjuaneras, en un palmo de terreno, sin dejar pasar la oportunidad para un recio trincherazo en pasajes que, sumados a su personalísima forma de hacer el paseíllo, con su coleta natural, el capote sin liar y su habano por delante, sin duda que para muchos valió la tarde.
Con su segundo, poco había por hacer, como no fuera espantarle las moscas. El toro, descastado y falto de raza, apenas y dio para el toreo por la cara. Pero lo dicho, el torero de aires antiguos y una personalidad sin par, tiene un aguzado sentido del espectáculo, por lo que al final de su labor y sin más, arrancó a darse ¡tres vueltas al ruedo!, ante al clamor popular. Genio y figura…
Por lo que toca al triunfador Juan Pablo Sánchez, habrá que decir que anduvo muy dispuesto y torero toda la tarde. Con el toro del triunfo, el segundo de su lote, aguantó las embestidas violentas de inicio, hasta lograr la faena con más unidad, estructura y ligazón de toda la tarde.
El hidrocálido le plantó cara a las malas embestidas, aguantando con las zapatillas clavadas en la arena en el momento clave de la faena, siempre atacando con la muleta en el hocico del astado, hasta lograr meterlo en vereda, para dar paso a su toreo templado, con especial énfasis en la calidad atesorada al torear por naturales, con la sarga en la mano izquierda.
Y en cuanto el toro sintió que el torero le pudo, se rajó. No obstante, el cometido estaba cumplido. Y para redondear: la estocada. Sin duda, la mejor de lo que va de la temporada. Un soberbio volapié del que el diestro salió rebotado y el toro patas arriba, por lo que el juez de plaza Adrián Flores, ni se la pensó para otorgar una valiosa oreja.
Con su primero, un toro manso, gazapón y que regateaba las embestidas, Sánchez destacó acortando distancias en un proyecto de arrimón, hasta alcanzar muletazos dignos en encomio que le agradecieron los presentes.
El tercero del cartel, Arturo Saldívar, logró sus mejores momentos con el primero de su lote, un toro incómodo, pegajoso y que se remataba en los tobillos, con el que alcanzó esporádicos muletazos en una faena entregada y de la que no se salvó de un susto.
El toro, malo como sus hermanos, nunca mintió. Avisó en varias ocasiones que le buscaría las zapatillas y en un descuido vino la voltereta. El toro no remató la embestida y cogió al jalisciense por la entrepierna lanzándolo por los aires en momentos dramáticos que por fortuna pararon en fuerte rayón en la pierna derecha y la taleguilla rota, lista para el sastre.
Con el cierra plaza, otro toro infumable, el espigado diestro lució toreando por chicuelinas y verónicas, más con la muleta, no hubo para más.