El resultado numérico de una corrida de toros no siempre refleja la calidad de lo que hicieron los toreros sobre la arena, y a veces no existe una consonancia real entre las orejas concedidas y el contenido de las faenas.
Hoy ocurrió lo contrario en Zacatecas: solamente Israel Téllez cortó una oreja valiosa, por una estocada magnífica, mientras que Diego Ventura cuajó una faena extraordinaria que malogró con el rejón de muerte y se marchó de la plaza con la amargura de no haber conseguido su segunda puerta grande consecutiva en este escenario.
Pero al margen de este hecho estadístico, de su actuación cabe resaltar la brillantez de su toreo durante la lidia del cuarto toro, "Peregrino" de nombre, perteneciente a la ganadería norteña de Julio Delgado, al que toreó con una comunión perfecta entre sus caballos y el público, que disfrutó mucho todo cuanto hizo.
De salida clavó dos rejones de castigo montando a "Chocolate", y después de este medido castigo, al darse cuenta del potencial de clase del toro, sacó a "Nazarí" y formó un lío. De costado y al estribo, Ventura galopó templadamente por el redondel en un alarde de doma y temple que volvió loco al público. Y a partir de este momento, el acoplamiento fue en una espiral ascendente de júbilo porque uno a uno, el resto de los caballos que sacó a torear lucieron en grande.
Si "Nazarí" había sorprendido por su artística expresión, a milímetros de los pitones del gran toro de Julio Delgado, "Galán" cautivó cuando ejecutó batidas a pitón contrario con mucho compás, y más tarde salió "Ginés" para hacer su particular balanceo al ritmo de la "Marcha de Zacatecas".
El espectáculo y el toreo fueron de la mano en todo momento y así clavó banderillas largas, cortas y un par de cortas a dos manos que fue el delirio, antes de que viniera "Califa" a hacer los adornos.
Cuando Ventura ya tenía ganadas las orejas del toro, y quizá hasta el rabo, pinchó en dos ocasiones con el rejón de muerte antes de terminar con la vida de "Peregrino". Y esta faena era de esas para haberla rematado con la espada de forma ejemplar, como lo hizo Israel Téllez cuando entró por derecho, y dando el pecho, a matar al primer toro de la lidia ordinaria, corrida en segundo lugar.
El de Uriangato deletreó los tres tiempos de la suerte de matar y su estocada fue un portento por la contundencia y eficacia de la misma. Aunque un tanto remolón, el juez de plaza terminó concediendo una oreja de importancia tras un trasteo valiente y machacón en el que Téllez porfió sin descanso ante un toro que tuvo una primera parte muy interesante de bravura y terminó desfondándose.
Y así fue el tenor del encierro de Pozo Hondo, la ganadería de Ana María y Ramiro Alatorre, que tuvo un trapío ejemplar: toros armoniosos de hechuras y serios, con la edad reglamentaria sobrada y la cara se señores. Lo malo fue que no remataron sus embestidas y se pararon pronto.
Téllez hizo otra faena similar a la primera en el quinto, al que también le insistió por ambos pitones, y volvió a entrar a matar como los hombres, sólo que dejó una estocada traserita y tendida –en la que perdió la muleta en el embroque– que no le alcanzó para cortar otra oreja que le hubiese posibilitado salir a hombros.
Las otras dos faenas de Diego Ventura fueron breves, debido a que los dos toros de Carranco (primero y séptimo, de regalo éste último) fueron sumamente distraídos, sobre todo el que cerró plaza. El rejoneador luso-hispano estuvo breve y hoy debe quedarse muy satisfecho con el toreo que le hizo al cuarto, pues demostró el sitio de figurón que atesora.
La inexperiencia hizo presa de Antonio Romero, que sufrió una voltereta de su primero y no logró resolver del todo con un toro que exigía una colocación precisa. En el sexto ocurrió algo similar delante de otro ejemplar que venía al paso y le pedía pulso al torero de la tierra, que no estuvo fino con la espada.
Cabe mencionar que tanto Téllez como Romero se invitaron a banderillear y cubrieron los tercios de banderillas de dos toros con mucho lucimiento, en medio de un público que salió de la plaza contento, aunque quizá pensando más en aquello de las orejas que no se cortaron por las fallas con los aceros, un hecho al que es preciso restarle importancia cuando se torea con calidad.