Una oreja por coleta pasearon en San Andrés Cholula, Puebla, los matadores Pedro Gutiérrez "El Capea", Hilda Tenorio y Alfonso Mateos (foto), quienes brindaron una interesamte noche de toros ante una regular entrada en el coso portátil.

Sin duda lo de mayor calidad en esta velada corrió a cargo de Alfonso, que se estiró en las verónicas pese a la decompuesta embestida del tercero, que se dolió al hierro en tres encuentros con el piquero de los que salió huyendo.

Sabrosos doblones al comenzar de muleta fueron seguidos de ayudados pulsando la embestida, decidió cambiar al burel de terreno a fin de encontrar mayor respuesta aunque no fue así sino que terminó defendiéndose, la estocada en la yema fue definitiva y correcta la concesión de una oreja.
 
El que cerró plaza tuvo mejores condiciones para la lidia, eso permitió a Mateos veroniquear lucidamente; aprovechó cada embestida estructurando una faena en la que destacó el toreo al natural con temple y dimensión.

Intercaló adornos resolviendo en la cara con el beneplácito de la concurrencia, que ya preparaba los pañuelos para solicitar un premio pues el torero metió otro espadazo, rozando la puerta grande pero al no hacer el efecto deseado, se tiró a matar nuevamente pinchando y recurriendo al descabello, por eso le sonaron dos avisos antes que acertara y fuertes palmas sonaran en su honor.
 
Trató Hilda de recoger a su primero que además de faltarle trapío salía suelto; echando el engaño abajo en los primeros muletazos logró encelarlo para cuajarle series cortas que parecía no tener; la michoacana que se vio por encima del animal atizó estocada delantera que tumbó espectacularmente recibiendo un apéndice.
 
El quinto fue un novillote muy basto al que trató de correrle la mano y por momentos consiguió , pronto desistió cuando el burel se  empezó a frenar en cada pase; después de un pinchazo y bajonazo se retiró entre palmas.
 
Algunas verónicas esbozó "El Capea" con el abreplaza que no se empleó, el torero tampoco lo hizo demostrando pocos deseos en labor de aliño; después de pinchar dejó estocada en el rincón para que se guardara silencio.
 
Muy chico fue el cuarto que barbeó las tablas y se dolió al castigo; Pedro tuvo mayor disposición toreando por ambos lados pero sin trasmisión del astado, recurrió a los molinetes y rodillazos antes de colocar media estocada en buen sitio; casi sin petición le otorgaron la oreja.