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Silveti gana una apuesta muy riesgosa (video)

Domingo, 13 Nov 2011    Guadalajara, Jal.    Juan Antonio de Labra | Foto: Memo Sierra           
Cortó dos orejas de ley y salió en hombros

La plaza de Guadalajara sigue siendo la más seria de México, y venir aquí a dar la cara -como ganadero o torero- tiene diversas implicaciones. En este sentido, la apuesta que hizo Diego Silveti la tarde de hoy no estaba a favor, sino por el contrario. Y por dos razones concretas: Solventar la papeleta delante de una corrida con toda la barba, e imponerse al sector más exigente de la plaza, que a veces raya, sin razón, en la intransigencia. Que, dicho sea de paso, no fue el caso del día de hoy.

Con apenas unas cuantas corridas den el cuerpo, tres meses después de tomar la alternativa en Gijón, Diego Silveti afrontó el compromiso y terminó ganando la partida porque impactó, convenció a los profesionales, y salió a hombros.

La tarde se había puesto cuesta arriba prácticamente desde que la empresa reseñó esta corrida de San José en el campo. Porque se trataba de un encierro de irreprochable presentación; toros con cuajo y seriedad, quizá un puntito más de cómo habitualmente suelen lidiarse en eta plaza. Así que, de antemano, los tres toreros del cartel, incluida una figura del toreo mundial, como es Sebastián Castella, ya tenían ganado un respeto especial por parte de la afición.

Y lo malo es que la corrida no funcionó, salvo un toro, el tercero, que mantuvo un encastado comportamiento hasta el final y permitió una faena desgarrada, la que le hizo Diego Silveti, que tiró la moneda al aire con mucha autenticidad hasta quedarse al borde del triunfo, pues no estuvo contundente con la espada.

El toro, que de salida se acostó mucho por el pintón derecho y sembró el miedo entra los hombres de plata, terminó entregándose a la par de Diego, que nunca le dudó; por el contrario, se plantó con mucha gallardía en los medios para zumbárselo en una faena de gran contenido expresivo.

La gente percibió la entrega de este torero de dinastía, que fue centrándose hasta ejecutar muletazos recios, de un enorme temple y enjundia, que remató con bellos adornos que enloquecieron a la concurrencia.

El clímax vino con las ajustadas manoletinas con las que Silveti abrochó el trasteo, ya completamente confiando en sí mismo, sabedor de que el camino para llegar a la cima se va forjando de tardes como la de hoy, en las que es preciso dar un extra para vencer.

Ya con el público a su favor, Diego volvió a jugársela en el sexto, uno de los toros más armoniosos del encierro, por bajo y reunido, que se movía sin ninguna clase. Y otra vez, a base de pundonor y arrebato, pues en este ejemplar afloró más su escaso rodaje, toreó con el corazón en la mano.

A diferencia del final de faena del toro anterior, ahora sí colocó una magnífica estocada, en la que entró a herir con una gran determinación. Y así fueron a parar a sus manos dos orejas del toro “Dentista”, como aquel famoso ejemplar del mismo nombre, del hierro de San Mateo, al que el sevillano Manuel Jiménez "Chicuelo" cuajó una de las faenas más grandes de la historia, en la desaparecida plaza “El Toreo”.

En unas cuantas semanas, la cabeza de este toro colgará en un salón de la casa de Diego, y servirá para recordar, con su majeza, la hazaña de un torero joven, hijo de un torero que fue se convirtió en "rey" en esta plaza, hace casi 25 años. Porque aquí nació la leyenda de David Silveti, cuando enarboló la bandera del misticismo, llevándola firmemente hasta el final de su turbulenta existencia.

Sebastián Castella había restado un poco de importancia al comportamiento del segundo toro de la corrida, que era descolgado y se dejó torear a gusto con el capote.

Aquella embestida despaciosa se tradujo en peligro y, en un exceso de confianza, el de San José le levantó los pies del suelo al francés, sacudiéndolo rabiosamente por la entrepierna, en un momento angustioso de esos que aumentan a la par de la importancia del torero que los protagoniza. Parecía que Sebastián estaba calado, pero afortunadamente salió ileso de tan feroz voltereta.

Y sin mirarse la ropa, porque valor le sobra, volvió a la cara del toro a terminar una faena breve, concisa, de mucha verdad, a la que faltó contundencia con la espada. No obstante, la gente le tributó una sincera ovación en el tercio.

El quinto fue un toro que desarrolló un peligro sordo tremendo; sabía perfectamente dónde estaba el torero que, con toda su experiencia a cuestas, no encontró oportunidad alguna para meterlo en vereda, simplemente porque aquello era una tarea imposible. Abrevió, como era lo conducente, y el público, veleidoso como el que más, le chilló con furia.

Quizá esta circunstancia orilló a Sebastián a regalar un sobrero, el primero de los dos de Campo Real que habrían de lidiarse esta tarde; dos toros que desentonaban, ciertamente con la catadura de los del hierro titular.

A base de esfuerzo, entrega y disposición, le hizo una faena de menos a más en la que supo espera a que el de Campo Real metiera la cara en su poderosa muleta, en una faena con pasajes de interés y reciedumbre que el público recibió con agrado.

Los redondos, los martinentes, los cambios por la espalda y el bosquejo de la regiomontana, tan infrecuente en un torero que no sea Eloy Cavazos, representaron el aderezo perfecto de una obra con miga. Una estocada trasera y desprendida, y la consiguiente larga agonía, enfriaron un poco el ánimo de la gente, que terminó protestando la concesión de una segunda oreja. Castella arrojó las peludas su cuadrilla, y sin dar mayor importancia, dio una ovacionada vuelta al ruedo con la aprobación mayoritaria de un afición a la que, con el paso del tiempo, ha convencido de su pundonor. Y más aún en tardes cómo ésta, donde tuvo que tragar tela y sacar la cara con la vergüenza torera que le caracteriza.

Ignacio Garibay sorteó un lote deslucido, que apenas y le permitió mostrarse, de tal forma que también recurrió al toro de regalo para ver si podía revertir una actuación sin trascendencia.
Y el toro del Chino Gómez, de Campo Real, lidiado en séptimo lugar, se dejó torear a gusto, pues aunque embestía sin demasiado recorrido, sobre todo por el pitón izquierdo, sí lo hacía con nobleza, lo que permitió al capitalino a robarle pases meritorios.

Al salir de una seria fue empitonado de fea manera, en una clara demostración de que cualquiera que sea la condición del toro, éste nunca deja de tener peligro, aunque a veces no lo represente, como era el caso de este ejemplar. Y eso calentó al público, que no dudó en pedir una oreja para premiarlo, aunque un sector de la gente la protestó.

Al margen de los trofeos concedidos esta tarde, y la circunstancia en que fueron otorgados, cabe resaltar el valor de los toreros, y el triunfo inolvidable para Diego Silveti, en una clara demostración de que quiere ser figura del toreo. Con gestos –y gestas como la de hoy–, el camino siempre estará bien trazado. Ahora es cuestión de comenzar a recorrerlo con la misma vocación.

Ficha

Guadalajara, Jal.- Plaza “Nuevo Progreso”. Quinta y última corrida de la primera parte de la temporada 2010-2011. Media entrada (unas 5 mil 800 personas) en tarde espléndida. Toros de San José, ejemplarmente presentados, parejos de hechuras e igualados en tipo, serios, de variado comportamiento, de los que destacó el 3o. por su bravura y el 6o. por su transmisión. Otros, como el 5o. sacaron peligro y resultaron complicados o deslucidos. Dos toros de regalo de Campo Real, justos de presentación, flojos y dóciles. Pesos: 550, 490, 530, 565, 545, 500, 555 y 485 kilos. Ignacio Garibay (azul pavo y oro): Silencio en su lote, y oreja con protestas en el de regalo. Sebastián Castella (azul marino y oro): Ovación, división y dos orejas con protestas en el de regalo. Diego Silveti (blanco y oro): Ovación tras aviso y dos orejas. Ignacio Garibay pasó a la enfermería, donde se le apreció un extenso varetazo que subía de la parte media del muslo al glúteo izquierdo.


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