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La tauromaquia en la posmodernidad (III)

Viernes, 04 Sep 2020    CDMX    Mary Carmen Chávez Rivadeneyra | Infograma: LM   
"...Pensar en el toreo dentro de la posmodernidad líquida..."
Hoy publicamos la tercera parte del interesante artículo redactado por la socióloga Mary Carmen Chávez Rivadeneyra, en el que explica las raíces históricas y culturales de la tauromaquia, pero desde la perspectiva de la sociología, teniendo como fundamento la teoría de Zygmunt.

...En la antigua Tenochtitlán llena de rituales, ya existía un culto a la muerte, por lo que no fue difícil adoptar las prácticas taurinas, por el contrario, se logró hacer de ella un sincretismo y continuar con  el  sacrificio del toro de lidia, un parte aguas del devenir histórico de América, con  casi 500 años de complicidad táurica. 
Cómo no mencionar a sus máximos exponentes nacionales que actuaron en los años decisivos para el toreo, como Ponciano Díaz y Rodolfo Gaona, "El indio grande".

En México en el Valle de Toluca, la formación de Atenco, con la descendencia de toros navarros que se multiplicaron de manera sorprendente en amplios pastizales, en la más antigua hacienda formada en 1526, y dirigida por Hernán Cortés y Juan Gutiérrez Altamirano.

En ambos continentes, los ganaderos de bravo hicieron de la crianza un culto, situaciones que lograron un fortalecimiento para las corridas, que al ser un fenómeno social en continua movilidad, se estableció todo un código de lenguaje y expresiones mismas, que hicieron intercambiar por generaciones una riquísima cultura, incluso la que hasta hoy nos hace converger.

Las corridas de toros, se fueron consolidando y arraigando cada vez más, este afán de los hombres  por querer hacer algo más en las plazas, llevó a darle un relieve al toreo, transitando inevitablemente entre crisis y crisoles, prohibiciones, entre aportaciones y cambios, incluso puedo describir una "decantación" del toreo, tratando de diluir las escenas dantescas que existían y se modificaron al introducir el peto en España en el año 1928, y en México en 1930, que eliminaron la escena de ver caballos de la pica yacer en los tercios, o descontinuar aquellas banderillas de fuego que eran práctica común.

Varios aspectos con el tiempo han vivido modificaciones, como el mismo ajuar de los diestros que aligeraron sus guarnecidos labores de aguja, aquellos saturados con bordados churrigueresco, las monteras de machos prolongados y el color de las medias blancas a rosa y la espiga negra, bordada en los costados, que nos remite al simbolismo del campo y la vida agrícola.

Al paso de los años, este último ritual solar, se ha seguido modificando, conforme a la misma historia, tanto de manera interna, como en la forma en que la aprecian hacia el exterior como espectáculo.

Pensar en el toreo dentro de la posmodernidad líquida, es la liquidez misma que ha dado la Fiesta; no es solo un abismo de tiempos, es algo tan complejo, tan profundo, que incita a imaginar en el toreo de los diestros más antiguos, hasta los representantes de esta época, tales como Morante, Roca  Rey, Sebastián Castella o Luis David Adame, Sergio Flores, ellos y otros muchos más que ejercen un toreo propositivo, de resistencia y permanencia, que se sigue sosteniendo con esa importante ronda de las generaciones.

La tauromaquia como el metal de mercurio por su estado líquido, puede una gota al tocarse fragmentarla, porque también lleva ráfagas de plata. El frío posmoderno intenta seguir avanzando hasta querer desaparecerla, como todo capricho de esta época, pero su flexibilidad da para doblones de muleta, narrativa literaria y múltiples formas de sublimarla.

Torear, tiene la dualidad de llevar en su representación un lenguaje posmoderno, es como los tiempos actuales, vertiginoso, pero a la vez, maneja lentitud de tiempos antiguos; en el ambiente normalmente decimos "el correr de los toros", "la corrida". El torero gira, traza, corre y coloca el par de banderillas, no hay instante más veloz que un molinete, pero nada detiene el tiempo como un lance a la verónica. El manguerazo de Villalta arrebata la mirada, mientras la faena busca fluidez, disolver un complejo derrote, darle largueza al pase, para comunicar al inquietante público del tendido. El torero apacigua la intensa y larga embestida; trata de contener; también se queda quieto y hace sonar aquella "música callada del toreo", de la que hablaba el escritor José Bergamín, en ese instante en que la vida se puede ir por una arteria de manera fugaz... (Continuará el próximo viernes).


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