Entonado fue el debut de José María Pastor en la Plaza México, dentro de la primera novillada con picadores, y si no consiguió cosechar alguna oreja fue porque la espada le jugó una mala pasada, en tanto que André Lagravere “El Galo” dejó detalles de buen acabado aunque sin poder redondear un triunfo.

El encierro de San Fermín fue bueno en términos generales, en diversos matices, y en esta tesitura Pastor aprovechó al primero de su lote, un novillo al que hubo que darle el terreno de las tablas y consentirlo para sacarle el fondo bueno, cuajando muletazos que sintió muy de verdad. Antes, le había recetado un estoico quite por gaoneras.

Colocándose adecuadamente  logró instrumentar hasta un par de dosantinas, además de naturales con suavidad en el trazo. Pese a los pinchazos, el público ovacionó el hijo del maestro César Pastor y le tributó las palmas al saludar desde el tercio, enmarcando una presentación con el pie derecho.

El sexto de la función taurina tenía poca fuerza y no terminaba por emplearse en las telas. Con base en su disposición y sin forzarlo en demasía, José María  tuvo la capacidad para dibujar muletazos de buen calado, pero sin que su labor lograra romper por completo debido a las condiciones descritas.

André Lagravere “El Galo” volvió a México tras su interesante campaña europea y  se encontró con un primer novillo que tuvo movilidad. Cuando se acopló, dejó detalles del empaque que atesora, echando la “pata pal ante” y mostrando que va desarrollando su técnica. Al final pinchó, por lo que solamente escuchó palmas.

El segundo fue un novillo pastueño y que metía la cabeza con clase, aunque al cárdeno le faltó un punto de transmisión y mejores "finales" en los muletazos. La faena de El Galo contó solamente con instantes, como algunos naturales que le fueron coreados, y el tema terminó por diluirse.

Tanto El Galo como Pastor colocaron banderillas con tesón, e incluso invitándose mutuamente en sus respectivos segundos novillos.

El lote de Rocío Morelli fue el mejor, desde nuestra óptica, y la colombiana dejó escapar una buena posibilidad. Fuerte la voltereta que sufrió con su primero al no “sacar los brazos” con el capote, y ya después se notó desconfiada y sin ajustarse. El de San Fermín fue noble, obediente y con calidad, pero la colombiana solamente brindó chispazos por ambos perfiles.

Aunque sin tanta clase, su segundo novillo tenía mucha movilidad y recorrido. Solamente en algunos naturales se acopló, pero a decir verdad no fue una buena tarde para la voluntariosa torera nacida fortuitamente en Panamá y desde siempre habitante del bello país de Colombia.