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Ruedo: Algunas historias (II)

Miércoles, 12 Feb 2014    México, D.F.    Heriberto Murrieta | Opinión   
La columna de este miércoles en Récord

En esta segunda entrega sigo compartiendo con ustedes, amables lectores, algunas historias y anécdotas que espero resulten de su interés, entre las que refiero mi trato con don Emilio Azcárraga Milmo, la actriz María Félix y Aurelio Pérez.

Los zarpazos del "Tigre"

Emilio Azcárraga Milmo tenía una personalidad arrolladora. La mirada felina, la barba partida, el mechón blanco, el conjunto enérgico. Pobre de aquel que fuera sorprendido por El Tigre con el gafete de Televisa colocado en la presilla del pantalón. La regañiza era de órdago. Había que llevarlo en la bolsa del saco o en algún otro lugar visible por encima de la cintura. Era la Televisa de los años ochenta y noventa, excelente espacio para mi formación periodística. 

Cuando David Silveti se convirtió en un milagro de recuperación, en un torero de excepción, don Aurelio Pérez pactó una entrevista con el torero en el noticiero 24 Horas, que por entonces duraba únicamente media hora. Olvidé los tiempos de televisión, me engolosiné ante las brillantes respuestas de David y la plática se prolongó involuntariamente. El llamado “Rey” tenía profundidad de conceptos, talento natural de orador. Me hubiera podido seguir hablando horas enteras con él. Abraham Zabludovsky, que esa noche sustituía a su célebre padre, me dejó entrever que la charla, aunque interesante, se había extendido de más. Lo mismo percibió el señor Azcárraga, quien a la mañana siguiente me mandó llamar a su oficina, ubicada a nivel de calle en la planta baja de Televisa Chapultepec. Sin mayores preámbulos, me dijo en la cara: "La entrevista de anoche fue demasiado larga. ¡La próxima vez, te corto los huevos!". Nada más recordarlo, siento una punzada en salva sea la parte.

Años después, en 1994 Manolo Mejía confirmó su alternativa en la plaza de Las Ventas de Madrid. Pedí autorización para utilizar treinta segundos de imágenes del festejo de Televisión Española en 24 Horas pero El Tigre, que desconocía el trámite, me llamó por teléfono para reclamarme: "¡Eso es piratería barata!". Le expliqué que tenía permiso para poner al aire algunos aspectos de la corrida y se tranquilizó. 

Tenía don Emilio un temperamento fuerte pero debo decir que en diversas ocasiones me trató con afecto y me brindó su apoyo. Y entonces me pareció que su mirada felina se suavizaba y se volvía noble y entrañable. 

"Vas a lidiar un toro de Miura"

Una mañana de octubre de 1991, Jacobo Zabludovsky, cual apoderado que tiene que hablarle con la verdad a su torero, entró a mi oficina para hacerme un anuncio: "Vas a enfrentar un toro de Miura". "¿Cómo está eso?", le respondí con incredulidad. "María Félix se va a presentar en noviembre en el programa de Verónica Castro y quiere que tú le hagas las preguntas de tema taurino”, me informó el maestro. 

Una semana después fuimos a visitar a María a su casa de Hegel en Polanco para planear las secciones de la emisión. La Doña tardaba en bajar a la sala y Fanny Schatz, su representante, hizo que aumentara mi nerviosismo: "No sabes las ganas que tiene María de conocerte, te ve todas las noches en el noticiero y conoce perfectamente tus frases en las corridas de toros". Al fin se asomó la deslumbrante estrella desde la planta alta. Recuerdo perfectamente la escena. Bajó la escalera con pasos firmes, sujetándose del barandal. Bella a los setenta y tantos, personalísima, enjoyada, con una enorme peineta sujetando su larga cabellera rojiza. Me saludó con gran cariño y efusividad. Inolvidable. No podría decir que me proyectó la imagen de una abuela porque su personalidad no tenía nada que ver con ese estereotipo. Estaba ligeramente encorvada pero transmitía vitalidad y entusiasmo. Reía a carcajadas. Pactamos las preguntas de la entrevista y nos quedamos platicando un par de horas. Al poco rato se llenó la casona, tapizadas las paredes de cuadros de Rivera, de Leonora Carrington y de Tzapoff, su marido a control remoto. De pronto, a mis 25 años, me veía rodeado por Jacobo, Ernesto Alonso, María, Verónica Castro y los mejores productores de televisión de la época. Qué privilegio, pensé. 

Conforme pasaban las semanas y crecía la expectación por el programa, me daba cuenta de la importancia de hacerle una buena entrevista para apuntalar mi incipiente carrera. Llegó el día y todo salió a pedir de boca. María estuvo imponente, lúcida, certera, derrochando gracia y cultura. Se mostró especialmente elogiosa hacia mi menda. Dijo lo que se le dio la gana. Fue una velada memorable. Paralizó al país entero hasta bien entrada la madrugada. 

Mantuve el contacto con La Doña en los años siguientes. No sólo eso. Algunas veces tomaba el teléfono y me llamaba directamente a mi casa de la calle de Bartolache para saludarme o para invitarme a algún evento cultural en el Centro Histórico. "¿Se encuentra Heriberto?", y la voz rotunda, cinematográfica de María, se salía del auricular y se quedaba resonando por toda la colonia Del Valle.  

De villamelón no tenía un pelo 

Tras la salida del Patronato Taurino del Distrito Federal, Televisa se convirtió en la empresa de la Plaza México con Aurelio Pérez a la cabeza y Curro Leal como operador. Al señor Pérez lo apodaban "Villamelón" pero de eso no tenía un pelo. Era un profundo conocedor del arte del toreo. A menudo me llamaba a su oficina para platicar de toros, la gran pasión de su vida. 

Televisa producía un noticiero que incluía una sección de toros y al mismo tiempo estaba al frente del negocio taurino. ¿Cómo manejar aquella dualidad? Contra lo que podía esperarse me propuse, con el apoyo absoluto de Jacobo Zabludovsky, cuyo mejor amigo era Aurelio, seguir haciendo crítica de todo aquello que hacía daño a la Fiesta. En aras de fortalecer nuestra credibilidad, en 24 Horas denunciábamos el afeitado, la falta de edad de ciertos toros, la supresión del sorteo antes de algunos festejos o la excesiva premiación de los jueces. 

Tarde o temprano llegó el distanciamiento con don Aurelio. Me faltó matizar, tener más tacto, manejar mejor la situación. El hombre que antes me dispensaba su cariño, que me presumía con los toreros viejos, ahora estaba enojado conmigo. Pero mi intención nunca fue causarle malestar. Hasta le escribí una carta donde le explicaba que la crítica podía ser muy útil en la búsqueda de engrandecer y dignificar el espectáculo. 

Por esa época también surgieron dificultades con Miguel Espinosa "Armillita", quien se negó a darme entrevistas durante mucho tiempo. Con el paso de los años, pudimos limar asperezas y hasta fomentar una amistad que hoy disfruto. Con don Aurelio no hubo tiempo para ello. Murió el 6 de febrero de 2004, sin darme la oportunidad de decirle cuánto lo apreciaba y lo mucho que le estaba agradecido.


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