El anuncio de la realización de la Feria de Quito a la par de la decisión del Municipio de reformar la Ordenanza que regula los espectáculos taurinos en el Distrito Metropolitano, acogiendo los resultados de la consulta oficial que determinan la supresión de la muerte del toro en el ruedo, desencadenaron un intenso debate local y aún internacional; de uno y otro lado del océano surgieron opiniones que deben subrayarse para que el Ecuador taurino registre con claridad y precisión las posiciones de unos y otros.
Como una fresca brisa de solidaridad y sentido de verdadera amistad llegaron los puntos de vista de escritores y periodistas asiduos visitantes de Quito y su feria como los españoles José Carlos Arévalo y Paco Aguado y el mexicano Juan Antonio de Labra que supieron entender lo que se vive en la mitad del mundo.
"Sumo mi apoyo a quienes van a defender la continuidad de la lidia, aunque le haya amputado la suerte más bella. Ya vendrán tiempos mejores…si nos los merecemos" señaló Arévalo en la prestigiosa revista 6 Toros 6.
"Una feria del Gran Poder sin corridas de toros, o con los tendidos vacíos, sería un precedente nefasto, una victoria casi definitiva del antitaurinismo, que habría cumplido así con su ansiado y principal objetivo. Y es evidente que prefieren perder una batalla, sin que un año muera el toro, a que el toreo muera para siempre” apuntó con sabiduría Aguado en su columna "Desde el barrio".
"El hecho que desde ahora el toro no muera a la vista del espectador es una tremenda hipocresía, pero no queda más remedio que acatar esta disposición, hasta que vengan tiempos mejores y la lidia recupere esta parte fundamental del espectáculo, pues no hay cosa que honre más al toro que la muerte en la plaza. El que varias figuras del toreo accedan a torear con esta modalidad, me parece la mejor forma de afrontar esta batalla contra el antitaurinismo que comenzó en Barcelona y pretende extenderse rápidamente por el llamado planeta de los toros" comentó De Labra en su portal Al Toro México.
Estos comentarios surgen del conocimiento y afición de tres importantes comunicadores y, lamentablemente, contrastan con la desproporcionada y tardía reacción de un grupo de taurinos españoles que –rasgándose las vestiduras– buscaron, pues ese fue el objetivo, impedir la realización del ciclo de corridas del Jesús del Gran Poder.
Este puñado de personajes liderados por Federico Arnás, Javier Hurtado y Carlos Ruiz Villasuso crisparon sus ánimos y levantaron sus voces en desafortunados artículos en los que agredieron a todos quienes consideramos, que en la actual coyuntura, la lucha por recuperar la integridad de la fiesta de los toros en la línea equinoccial, se la debe llevar a cabo con los escenarios taurinos funcionando, el público en los tendidos y con el toro en el redondel.
Fácil, muy fácil, les resultó criticar y aún cuestionar el legítimo derecho que tenemos los ecuatorianos para resolver la forma en que continuaremos defendiendo la Fiesta, nuestra Fiesta, a partir del conocimiento de lo vivido en los últimos años y meses en los que desde los gobiernos nacional y local se han empeñado en colocar en situación de vulnerabilidad a nuestra cultura y libertad.
Las actitudes altisonantes agitando la bandera de la ortodoxia surgieron hace muy pocos días, sobre hechos consumados; sin considerar que durante largos seis meses los taurinos ecuatorianos llevamos a cabo la más grande demostración de valor y afición al enfrentar en absoluta desigualdad de condiciones a la inmensa maquinaria prohibicionista de régimen, con resultados admirables en 95 cantones del país. Durante ese lapso el Ecuador taurino estuvo solo, allí sí aislado y olvidado de quienes hoy buscan constituirse en paladines de una cruzada en la que nunca quisieron participar
Señores Arnás, Hurtado y Ruiz Villasuso no aceptamos sus consejos, descalificamos sus comentarios y rechazamos sus críticas por que surgen del desconocimiento de lo que se vive a 8755 kilómetros de distancia. Insisto, en Ecuador a la Fiesta la defenderemos con los escenarios taurinos funcionando, con el público en los tendidos y con el toro en el redondel.