El portugués Paco Velásquez dibujó los mejores momentos de la sexta novillada de la temporada en la Plaza Arroyo, un festejo en el que hubo grandes lapsos de tedio y en el que los cuatro alternantes se fueron con las manos vacías.

Y es que en los primeros compases de la faena de muleta pudo dejar derechazos con hondura y temple, así como un natural de lujo, aprovechando que el de De Haro comenzó metiendo la cabeza con clase y nobleza. Lástima grande que el ejemplar tuvo muy poca duración, pues se agarró al piso y, cuando acudía, terminaba con la cabeza a media altura y probando; hay que comentar que de salida remató con fuerza en un burladero, lo que resintió.

Paco se nota con cierto sitio y tiene las ideas claras, pero aunque lo intentó, cruzándose y siendo paciente, su trasteo no logró tomar el rumbo que parecía iba a tener. Luego de los dos pinchazos que antecedieron a la estocada, dio la vuelta al ruedo en algo que pareció un poco exagerado.

El colombiano Juan Manuel Noreña tiene carisma, pues conecta rápido con el tendido. Un par de mecidas verónicas fueron su carta de presentación, antes de quitar por tafalleras. Es cierto, quizá su faena no tuvo la estructura deseada, pero cuajó algunos muletazos de calidad.

Lástima que por momentos atropelló la distancia y no terminó por tomarle el ritmo a un ejemplar que se quedaba corto. El público le coreó fuerte cuando toreó por bernardinas y, aunque se dio a pinchar una y otra vez, salió al tercio para agradcer las palmas y, ya estando ahí, se arrancó a dar la vuelta al ruedo, también exageradilla.

Complicado panorama el que enfrentó Xavier Gallardo, pues el cárdeno claro que abrió plaza tenía escaso recorrido y con frecuencia le espiaba. Quizá como el novillo se le venció por el pitón derecho al rematar con la revolera en un quite, el hidalguense no se animó a probar con la sarga en la diestra, así que su trasteo fue totalmente izquierdista.

Reafirmando que sabe pensar delante de los novillos, Gallardo supo llevarlo muy toreado, dejándole la muleta en la cara para que no "viera luz", pues en caso contrario, tendía a colarse de fea manera. Meritoria labor la de este joven prospecto y el público le reconoció con una salida al tercio, a pesar de ponerse fallar reiteradanente con la toledana.

Adrián Padilla acusó los meses que llevaba sin torear, pues se notó un tanto fuera de forma y sitio. El novillo que le tocó en suerte tuvo un comportamiento extraño, pues en los primeros tercios fue suave y hasta parecía reparado de la vista debido a su poca fijeza, pero llegó a la muleta embistiendo con fuerza y prontitud, aunque sabiendo lo que dejaba atrás y pegando arreones por momentos.

Mucha transmisión tuvo el burel en el tercer tercio, pese a que en muchos momentos terminaba con la cabeza a media altura. Adrián nunca atinó a confiarse y, por lo tanto, no se asentó, dando la sensación de terminar por nublarse.