Aunque no alcanzó el triunfo, el mexicano Arturo Saldívar tuvo una muy digna actuación en el tercer festejo de la Feria de San Fermín, mostrándose sólido delante de dos toros que ofrecieron complicaciones y resolviendo la papeleta.

Cuando apenas se abría de capa, su primero le propinó una espeluzante voltereta que silenció los tendidos, en los que se comenzaban a escuchar los cánticos de "El Rey". Sin mirarse la ropa, el de Teocaltiche se levantó y encaró la lidia de este ejempalr que, de manera muy rápida, desarolló sentido.

Siempre cruzado a pitón contrario, tal y como lo requería el de Torrestrella, Arturo logró algunos buenos muletazos, mistrando el oficio necesario para no terminar en la enfermería, pues el peligro era evidente delante de ese segundo de la tarde.

Por derecho se fue tras la espada y dejó un estoconazo hasta las cintas que terminó con la vida del ejemplar. En el momentro de la suerte, el pitón le apuntó en el pecho y, en un movimiento instantáneo, le rompió la manga de la chaquetilla

El burraco que hizo quinto tuvo un comportamiento peculiar, pues por momentos regalaba buenas embestidas y, en otros tantos, acudía deslucido y protestando, sin entregarse nunca en la muleta de un Saldívar que volvió a estar sereno y sobrio, resolviendo la situación.

El triunfador de la corrida fue Rubén Pinar, este joven valor de la torería española que tiene la virtud de conectar pronto con el tendido. La faena que cuajó delante del sexto fue fue consistente, pero tuvo momentos de estupendo calado que gustaron al público que llenó el coso.

Quizá el momento cumbre de su labor fue la rotunda estocada con la que se quitó de encima al bien armado burraco, misma que motivó la petición de oreja, trofeo que fue concedido y que paseó en son de triunfo por el redondel.

También estuvo entregado delante de su primero, con el que le faltó redondear una labor interesante que, en un principio, se mascaba como muy importante, pues el de Torrestrella tuvo calidad y buen son en sus embestidas. Tras la gran estocada, dio la vuelta al ruedo.

Esaú Fernández jamás se encoentró en Pamplona y tuvo una actuación que pasó desapercibida, pues aunque no estuvo precisamente mal, tampoco dijo mucho delante de los dos ejemplares de su lote. El sexto, al que recibió a portagayola, tenía clase y transmisión, pero el joven matador jamás se confió, perdiéndose la posiibilidad de algo destacado.