Historia: 40 años de una feria con estructura (V)
Miércoles, 27 Abr 2011
Aguascalientes, Ags.
Xavier González Fisher | Especial
La segunda corrida de la feria de 1971
22 de abril de 1971: El primer gran lleno y orejas para todos
La segunda corrida de la Feria de San Marcos de hace cuatro décadas también se celebró bajo la luz de las candilejas. El cartel tenía como incentivo la presentación del León de Tetela y del chihuahuense Raúl Contreras "Finito", a más de la repetición de Manolo Martínez, que venía como triunfador del festejo con el cual se inició el ciclo. El encierro provenía de la ganadería zacatecana de don Jesús Cabrera, la que fuera originalmente formada por el torero de Monterrey Lorenzo Garza, con lo más selecto de los ganados de San Mateo en los días de don Antonio Llaguno.
La nota previa a la corrida, aparecida el día de su celebración en El Sol del Centro, refiere en su médula lo siguiente:
"Segunda corrida nocturna con 6 cromos de don Chucho Cabrera.
Arribamos a la parte central de la Feria. Desde hoy y hasta dentro de una semana, la escala de la alegría señalará un continuo crescendo, que alcanzará su ápice el día 25, para declinar paulatinamente más tarde...
Hoy por la noche, segunda corrida de feria. ¡Y con qué cartel, amigos! Presentación de Joselito Huerta, el admirable torero poblano, en la cima de su madurez, en la plenitud de su arte, y de su torerismo... Reaparece el reinero Manolo Martínez, cuando los lauros ganados tan en buena lid el pasado día 18 conservan plenamente su lozanía (...) Se presenta también, Raúl Contreras "Finito", el torero de Chihuahua, poseedor de un arte recio, viril, enterizo, como si lo hubiese forjado con el metal y el basalto de sus ariscas serranías norteñas...
¡Ah!, pero además, está el encierro de don Jesús Cabrera, ganadería postinera, si las hay. Formada con la flor de la vacada sanmateína, después de pertenecer a su fundador, Lorenzo Garza, pasó a las manos de Chucho Cabrera, tan buen aficionado como entusiasta ganadero, que ha logrado hacer de ella una de las más solicitadas por los toreros y públicos (...) El encierro que va a ser lidiado este día, arrojó, al salir de la hacienda, un peso promedio de 430 kilos. Y está además en el tipo de la casa...”
De lo que sucedió en la corrida, da cuenta don Jesús Gómez Medina, quien con extraordinario gusto, pero con emoción, narra lo que quizás se pueda considerar la primera faena extraordinaria realizada en este tipo de ferias en Aguascalientes y que fue la realizada por Manolo Martínez al sexto de la función. Sin más, les dejo con lo medular de la narración de don Jesús:
“¡El sentimiento del toreo! ¡Ah!; cómo constatábamos su existencia en carne propia mientras Manolo Martínez toreaba de muleta al sexto. ¿Quién, entonces, pudo sustraerse a la emoción que, desprendiéndose de la arena, inundaba luego el graderío hasta formar la fusión plena entre los enfebrecidos espectadores y el torero que majestuosamente oficiaba en el altar del arte?
Recordemos la escena: un toro cárdeno, tirando a veleto, que en el primer tercio no se dejó torear, habiendo desarmado inclusive, al de Monterrey; un toro que aceptó dos puyazos peleando tan solo regularmente. Y nada más. Pero fue a él, muleta en mano, Manolo Martínez, le pisó el terreno, lo consintió, lo aguantó y la faena comenzó a brotar de lo que, aparentemente era la nada. Y surgió el toreo grande, como brota también el cante grande de la garganta de un cantaor en trance.
Y los muletazos que comenzaron siendo intrascendentes, muy pronto adquirieron el empaque y la brillantez de los lances de excepción. Y las series fueron encadenándose. Y el torero, entregado plenamente a la realización de la faena, fuéla sintiendo cada vez con mayor intensidad; y al saborear su propia obra, al gustarse él mismo toreando, acabó envolviendo en el mismo alud emocional a los espectadores, a la plaza entera.
¡Ah!: y cómo dilató entonces Manolo la trayectoria de los muletazos, como si pretendiese prolongar la duración de la caricia que había llegado a ser su muleta: ¡tal era el temple exquisito, el mimo con que la manejaba! ¡Y de qué manera, al ahondar en su propia emoción, provocó el brote del sentimiento multitudinario, para formar de esta manera el marco incomparable de las grandes jornadas del toreo!
Entre tanto, Manolo continuaba su obra, seguía toreando. Con la derecha y también con la izquierda; derechazos, naturales, de pecho, un abanico caricioso. Y entre otros adornos, un molinete estatuario, piramidal. La estocada y la apoteosis. Las dos orejas. Las vueltas al ruedo a hombros de los más decididos. El triunfo total, en suma. El triunfo del sentimiento del toreo.
Lucida reaparición de Huerta.
Que Joselito Huerta es un señor torero, lo saben de sobra los aficionados. Un torero que, además, es dueño de un pundonor extraordinario (...) En el cuarto surgió el torero magistral, cuya muleta resulta lección de diáfana eficacia para todo burel. Fue así como Huerta, pisando el terreno de su enemigo, aguantando quietamente sus embestidas y templando y mandando como lo que es: un torero, llevó a cabo un meritísimo trasteo a base de pases en redondo con una y otra mano, precursores de adornos varios y ceñidos; y rematado todo con tres cuartos de estoque en el sitio debido.
Gran ovación, la oreja del de Cabrera y la vuelta al ruedo.
Otra oreja para Finito
Incrustado a última hora en el cartel para salvar la irresponsabilidad del hispano Bernadó, Raúl Contreras justificó su inclusión realizando una aplaudida faena a su primero. Constó ésta, como es de rigor en estos tiempos, de varias tandas de pases naturales y también de derechazos, con algo de rapidez, pero imprimiendo a las suertes la vistosidad y la alegría que son, también, condimento del toreo. No faltó desde luego, el capítulo de adornos, entre el palmoteo del respetable.
Y cuando concluyó Finito con una estocada honda en sitio mortal, sonó fuerte la ovación, salieron los pañuelos en solicitud de la oreja que la autoridad otorgó, aunque Finito hubiese exhibido en sus manos ambos apéndices auriculares, con disgusto de la parroquia, que lo obligó a tirarla, mientras realizaba el primero de los dos recorridos por la arena (...) El encierro de Cabrera, terciado y sin mucha alegría, si bien exhibiendo gran docilidad. El de mayor respeto, el sexto. La entrada fue un lleno total”.
Como podemos ver, la noche fue hasta cierto punto redonda, pues los tres toreros realizaron obras que calaron en los tendidos. El único "pero" que se puede poner a los sucesos de aquél 22 de abril, es lo que narra en las últimas líneas de su crónica para El Sol del Centro don Jesús Gómez Medina, la presencia de los toros, pues de ella se observa que fueron “de poco respeto”, un mal que se arrastraría por estos pagos durante muchos años y que seguirá apareciendo con más frecuencia de lo que se desea. Más así ocurrieron los hechos y de esa manera se los expongo. Hasta mañana.
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