La carta de Laura a la memoria de José María
Martes, 08 Feb 2011
México, D.F.
Redacción | Foto: Archivo
El día de su boda con José María, en el verano del año 2004
A dos semanas de la trágica muerte de José María Luévano en un accidente vial, su esposa, Laura Fernández de Cevallos, nos comparte la carta de agradecimiento que escribió a la memoria de su esposo, en la que expresa sentimientos profundos, y por solicitud expresa de ella a continuación la reproducimos íntegra:
CARTA A JOSÉ MARÍA
Mi querido "Mostro":
Hoy que estoy tratando de encontrar las palabras exactas para agradecer a todas las personas que ahora con tu partida me dieron un poco de consuelo, y que al igual que a mí, nos cuesta trabajo asimilar una pérdida tan grande, como amigo, como hermano, como hijo, como excelente padre, y como el amor de mi vida, quisiera explicar todo lo que ahora divaga en mi mente: mi enojo, mi tristeza, el dolor que siente mi corazón ahora que no estás físicamente conmigo y con tus hijos, así como la alegría de haber aprovechado al máximo todos los momentos desde que te conocí.
Sé que ese amor y esa ilusión de triunfar en tu carrera se alentaba con el amor desmedido hacia tus hijos. Tu honradez en el ruedo fue la misma fuera de él, como hombre y como torero; de ojos que miran de frente, de saludo sincero y de corazón sencillo.
Bendigo a Dios porque te dio la oportunidad, aunque fuera por unas horas, de cargar a tu hijo Iñaki, y que con esa alegría te fuiste.
Yo sabía en el fondo de mi corazón que tu estancia era corta, y así lo acepté. Fuimos construyendo, con mucho amor, cada tercio de tu vida. Pero como tú me explicaste muchas veces, que hay toreros que en el auge de una faena, en esas donde te sale un toro para cortarle el rabo, están tan extasiados con cada pase que le pierden la cara al toro y entonces sufren una voltereta. Así es la única manera de entender tu partida. Estabas tan feliz en la faena de tu vida, que le perdiste la cara al toro de la vida.
Pero como las grandes figuras, tu faena de rabo y tu vida fue de indulto, por lo que dejas en el corazón de cada persona que te quería, en el mío, y en el de tus hijos, como lo que siempre fuiste un caballero y gran señor.
Me quedo con tu sonrisa grabada en mi alma, agradeciéndote el dejarme estos tres tesoros que cuidaré como sé que lo esperabas de mí. Y como te decía cada noche: "Que descanses, corazón".
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