Pablo Hermoso de Mendoza consiguió un triunfo histórico en la plaza Santamaría de Bogótá al cortar cuatro orejas y un rabo, en una tarde pletórica de emociones, en la que el navarro regresó por sus fueros a la primera plaza de Colombia.

Lo de Hermoso de Mendoza fue todo virtud. En la primera faena, ante un toro con muy poca movilidad y codicia, el rejoneador fue el que puso todo: la chispa, la voluntad, la limpieza en la ejecución de las suertes y la brillantez en cada uno de los rejones y banderillas que clavó.

No se conformó con clavar casi a toro parado, sino que en cada tercio de la faena provocó las embestidas escasas del ejemplar hasta lograr rematar cada suerte. Un efectivo rejón de muerte que penetró fue suficiente para que le concedieran las dos orejas, que el público pidió con fuerza.

El que cerró plaza supuso el delirio de la "Santamaría", que vio el por qué Hermoso de Mendoza es considerado el mejor rejoneador del mundo. En una faena en la que primó el temple, la torería, la ambición y la maestría. En la doma estuvo inmenso, realizó cambios de trayectoria en la cara del toro, con exquisito dominio de la cabalgadura.

Todas las banderillas fueron clavadas al estribo, con el gran mérito de estar frente a un toro de gran calidad, que tuvo codicia y transmisión. Colaboró en todos los tercios y permitió que el caballero en plaza presentara su variado libreto de piruetas y maniobras que magistralmente expone sobre el guión de su portentoso temple.

La plaza terminó de hervir con un par de banderillas cortas a dos manos, antes de un pinchazo y un rejón que hizo rodar al toro de manera fulminante. Apoteósis y los máximos trofeos para Pablo Hermoso.

Luis BolÍvar, que abrió plaza, estuvo muy firme en su primer turno y, aunque poco se vio de capa, con la muleta estuvo reposado, haciendo que los muletazos tuvieran más calidad que ligazón, porque al toro había que darle distancias y tiempo, como bien lo hizo el colombiano.

El toro tuvo nobleza y ritmo, por lo que Bolívar sin atacarlo se fue acoplando con el pasar de la faena que por ambos pitones fue consistente. Vino la oreja después de una estocada tendida.

En el cuarto se destacaron las cacerinas y el remate con larga a una mano con las que llevó al toro al caballo. Ya con la muleta, conectó rápidamente con el público después de su inicio con dos cambiados por la espalda.

La faena que en la primera parte fue subiendo en intensidad por el temple y la ligazón que Bolivar logró con mucha inteligencia, tuvo un desenlace al hilo de las tablas,  donde a pesar de que los muletazos no tuvieron el empaque de los del inicio, si consiguieron emocionar al público que estuvo muy cariñoso con él. Tres pinchazos antecedieron la estocada trasera y tendida, pero que el público reconoció con la vuelta al ruedo.

Cayetano pasó con más pena que gloria esa tarde. Una primera faena que dejó ver algunos detalles con el capote en templados lances y un quite muy ovacionado, pero que en la muleta no pasó de un esfuerzo a media altura procurando un mejor resultado pasando al toro de un terreno a otro. Quiso agradar con muestras de valor, aguantando los parones del toro en el final de faena.

El quinto supuso el trago amargo de la tarde. Una faena fría en la que no hubo transmisión ni del toro ni del torero. Sin mandarlo en ningún terreno, pues de nuevo lo paseó por todos al no poderle ni en los medios ni al hilo de las tablas, a pesar de que el toro tuvo más movilidad de la que Cayetano dejó ver