A los toreros hay que juzgarlos por lo que hacen delante del toro, independientemente de cualquier otra circunstancia paralela, y más aún a los novilleros, cualquiera que sea su edad o condición taurina.

Si nos atenemos a los resultados del desangelado festejo de esta tarde en la Plaza México, se puede resumir que el veterano Roberto Morales cumplió un sueño; Alejandro Corona dio una de cal y otra de arena, y Fernando Cantú pasó inadvertido, ante un encierro de Ernesto Cuevas de juego desigual, con algunos novillos descastados y otros nobles, como el primero, que fue protestado durante toda la lidia debido a su escualidez.

El escaso público que había en los tendidos, una media de mil personas, estuvo muy gritón a favor y en contra de la terna; y hasta unos espectadores llegaron a los golpes, ahí en las barreras de sombra, detrás del burladero de matadores, donde suele sentarse la gente “nice” en las corridas de la Temporada Grande.

Y no es que se rememoraran aquellos años de grandes pasiones en el tendido, cuando los partidarios de toreros como Armilla y Garza armaban tremolinas en aras de salir en defensa de uno y otro, sino que los ánimos se calentaron y un seguidor de Alejandro Corona arremetió en contra de otro de Fernando Cantú. La cosa no pasó de un intercambio de rápidas cachetadas con sabor a pleito de tortilleras.

Decíamos que Morales cumplió un sueño… a los 37 años de edad. Y se le dio la oportunidad como a tantos otros que han pisado el ruedo del gran escenario en los últimos años. Alguien me dijo, cierta vez, que siempre llega esa oportunidad dorada y por más marginación que haya en la Fiesta para determinados toreros, algún día se presenta la oportunidad de torear en México o en cualquier otra plaza de importancia, como la tuvo, por ejemplo, el año anterior, Luis Miguel Pérez, también entrado en años.

Y aunque Morales tiene en su haber no más de 15 novilladas toreadas, en el mismo número de años, lo cierto es que sí sabe de qué va esto y tiene una buena base técnica porque se coloca bien, corre la mano y resuelve con el rodaje de tantos años, y tras haberse curtido en plazas polvorientas de México y Perú, alejadas del relumbrón mediático.

En este sentido, su actuación fue la más solvente, aunque por momentos no fue bien visto por un sector de la concurrencia. A los dos novillos de su lote les hizo lo que pedían, aunque lo malo fue que a ambos los mató de sendos bajonazos que restaron mérito a lo que hizo.

Alejandro Corona hizo la faena más rematada de la tarde al novillo que abrió plaza. Fue una pena que este ejemplar careciera de remate, ya que el público no lo dejó en paz y la cayeron encima. No obstante, el moreliano estuvo aseado y asentado en una faena estructurada en la que toreó con temple hasta que emborronó lo conseguido al señalar varios pinchazos.

En el cuarto salió más presionado a buscar el triunfo y se embarulló un poquito con un novillo complicado, que se quedaba corto. Volvió a estar desacertado a la hora de matar y se retiró en medio de una marcada división de opiniones.

Fernando Cantú trató de esforzarse pero no consiguió interesar mayormente al público, que le alentó y le exigió, en dos faenas irrelevantes. Para colmo de males, cuando pasaba de muleta al quinto, se desató la bronquita en la barrera y la poca atención que había despertado se esfumó de inmediato.

La Temporada Chica no levanta cabeza. Vamos a ver si el próximo domingo cambia el panorama.