Porque con excepción del quinto, y por momentos también el primero, que le tocó en suerte a Emilio de Justo, el resto de los toros ofrecieron pocas posibilidades de lucimiento, siendo el lote de Arturo Gilio el que no se prestó nada de nada, y el torero de la Laguna se fue contagiando de desánimo y no pudo repetir logros de corridas pasadas, ya que en esta plaza tiene un importante palmarés.
Seguro de sí mismo y con oficio, además de sitio, Diego fue desentrañando las embestidas de ese primer toro de su lote, y cuando consiguió corregirle el detalle de puntear la muleta al final del pase, consiguió los mejores muletazos, con temple, cargando la suerte y corriendo la mano a placer.
El público terminó sintonizando con lo que estaba haciendo el torero de dinastía y lo alentó siempre, máxime cuando toreó en un palmo de terreno girando en los talones y pasándose por la faja al de Las Huertas en una faena de menos a más que remató de una estocada entera, ligeramente desprendida, de la que el toro dobló pronto.
Prendados de la emoción de la estocada, la gente sacó los pañuelos en demanda de la oreja y así fue como cortó el único apéndice del festejo, en el que se quedó con ganas de redondear, pero el pobre juego del quinto tampoco ayudó, no obstante que lo toreó con recursos y lo mató de una estocada entera, en la que otra vez se fue con rectitud detrás de la espada, pero que obligó a utilizar el descabello en una ocasión y luego otra vez la espada para dejar un espadazo caído.
Independientemente de este detalle, la gente le tributó palmas de cariño y dejó intacto su cartel de cara al año entrante, donde seguramente será una de las cartas fuertes de la baraja local a la hora de contratarse.
Emilio de Justo venía de triunfar en Tlaxcala la víspera, pero también de pasar fatigas con la espada, algo que no es frecuente en un torero que suele estoquear a los toros con rotundidad. De no haber estado errático con el acero, seguramente también hubiese cortado un apéndice al toro que abrió plaza, al que toreó bien con el capote y luego hizo una faena con muchos pasajes inspirados, gustándose y llegándole con prontitud al público.
Los naturales con la derecha, sumado a los artísticos cambios de mano, así como otros adornos, su toreo flujo con sentimiento y elegancia, en medio del reconocimiento de la gente, que vio con sumo agrado lo que hizo el extremeño, que se quedó sin un resultado positivo, pero con buenas sensaciones “en un año de crecimiento”, como bien dijo en la entrevista para nuestra transmisión de radio.
El cuarto fue un toro incierto de salida y complicado en banderillas que terminó embistiendo a cuentagotas a la muleta de Emilio, en otra faena esforzada, pero sin el fondo de la anterior, por lo que al final tuvo que conformarse con lo que había logrado este torero tan honrado que busca abrirse camino en México.
Ahondando un poco más en la actuación de Gilio, cabe señalar que a principio trató de hacer las cosas a favor del tercer toro, pero era deslucido y salía de la muleta del lagunero con la cara alta, por lo que decidió abreviar con una estocada y un certero golpe de descabello.
El sexto era un mulo, hondo y basto, cornicorto, que no tenía visos para embestir y no lo hizo, por lo que Arturo se limitó a pasarlo de muleta con brevedad, un hecho que se agradece si se considera lo largas que suelen ser las corridas en México, y al no haber toros de regalo el día de hoy –lo cual también se agradece– el festejo duró 2 horas y 32 minutos, tiempo suficiente para lo que debe de ser la duración máxima de una corrida de seis toros.
La Monumental volverá a abrir sus puertas el sábado 22 de noviembre para festejar el aniversario 51 de su inauguración, con la última corrida del año en Aguascalientes, en la que Bruno Aloi se convertirá en matador de toros de manos de Andrés Roca Rey, y ante la presencia de Luis David, con los toros de Villacarmela.