El cartel de hoy en Aguascalientes era interesante, por equilibrado, con la presencia de tres toreros de corte distintos, pero la misma ilusión de triunfar. Y la resaca de la memorable tarde de ayer, en nada se parecería a la de hoy, en ese talante de incertidumbre que caracteriza a la Fiesta, donde nunca se saba qué va a ocurrir.
De tal guisa que ninguna corrida es igual a otra y eso viene a aportar su rasgo particular a cada una de ellas, siempre a expensas del juego que puedan dar los toros, en este caso de la ganadería de De la Mora, que fue desigual, y ofreció diferentes matices en su comportamiento, un hecho que, en sí mismo, mantuvo el interés de lo que estaba pasando, tanto para bien como para mal.
El lote más desigual le tocó en suerte a Luis David, que venía de cortar dos orejas en su anterior comparecencia, y tanto de hechuras como de juego –estaban muy bien enlotados esos dos toros, por cierto– tuvieron una forma de embestir diametralmente opuesta. A pesar de ello, el segundo matador de la casa Adame, mostró en todo momento sus ganas de agradar, mediante un toreo fresco, alegre, variado y con guiños a reminiscencias antiguas, que le aportan un toque especial a su tauromaquia.
En tercer lugar saltó a la arena el mejor toro de la corrida; en sexto, el peor, por lo que tuvo que adaptarse a las circunstancias. Y si se echó en falta conseguir una faena más redonda con el primero de su lote, bajo, reunido, y bravo, al toreó con vistosidad en los tres tercios, con el sexto batalló lo suyo para concluir la lidia ileso, que hoy fue una de las noticias destacadas de la corrida.
Porque no sólo fue el más hecho ese sexto, de nombre "Estoico", que seguramente lo soñará más de una vez, pues fue un toro encastado que acabó desarrollando genio y sentido, siendo el momento más espectacular de la tarde el tumbo que le propició al valiente Guillermo Cobos, que tuvo los arrestos de volverse a montar tras ejecutar un puyazo del que salió volando por encima del cuello del caballo, afortunadamente sin consecuencias que lamentar.
Tanto gustó su pundonor al público que Luis David lo sacó a saludar una ovación, y luego se echó a la gente encima por no acceder a banderillear a un toro que, a esas alturas de la tarde, había sembrado el miedo entre las cuadrillas y se había convertido en un auténtico galimatías, por lo que tuvo que intentar torearlo por la cara y quitárselo de encima haciendo de tripas corazón antes de que le levantara las zapatillas del suelo.
Juan Pablo Sánchez toreó por nota al que abrió plaza, un toro noble, al que dio tiempo y pausa en una faena madura, con trazos templados y de buen acabado, que fueron del gusto de la gente, que lo estuvo alentando a cada palmo del trasteo.
Sonriente y pensante, el primer espada del cartel estructuró su faena con cabeza y como mató de media estocada y un golpe de descabello, le acabaron concediendo una oreja tardía que parte del público protestó, por lo que tomó la sabia decisión de entregarla a la cuadrilla y disfrutar la vuelta al ruedo sin genera mayores controversias.
El berrendo en negro que salió en cuarto lugar tenía el pelo clásico de la procedencia de Fernando de la Mora, y eso había hecho albergar esperanzas a la hora del sorteo, pero no quiso embestir, pues daba la impresión de estar lesionado, y le costaba desplazarse, lo que hizo a regañadientes y defendiéndose hasta en la valerosa estocada en que le echó la cara arriba, pero con tal habilidad que consiguió meterle la espada para retirarse entre palmas.
El lote de Juan Ortega tampoco tuvo fondo, y era eso que era el más parejo y agradable de hechuras de los tres, así que el sevillano tuvo que conformarse con andar en torero toda la tarde, con ese dejo de clasicismo tan suyo, con unas maneras de torero caro "que no se pueden aguantar", como dicen los gitanos.
Sobrio, enterado, y bien colocado, citó con una natural apostura en la corta distancia, y toreó bellamente en contados pasajes de sus dos lidias, haciendo de las telas caricias de vuelos y toques. Pero fue coger el acero y echar por tierra tanta donosura. A ambos toros los pinchó y por eso dividió las opiniones, un resultado escueto para la ficha de esta crónica que no refleja los detalles de artista consumado que, para el que piensa en positivo, debe quedarse en el paladear y saborearlo.
Ni hablar. Estas cosas suceden. El ganadero Luis Alberto Villarreal había puesto mucho empeño e ilusión en una tarde de toros muy significativa para él, pero el juego de los toros, y el devenir de la tarde echaron por tierra sus buenas intenciones. En dicho sentido, entre muchos taurinos hubo pesar. Pero así es eso y, como suele decirse, no hay que desfallecer, ser autocrítico y procurar siempre tirar pa’ lante… con la frente en alto.