Luis Bolívar, Daniel Luque y un toro de Juan Bernardo Caicedo...
La corrida tuvo tres protagonistas actuando en dos episodios. Uno, Luis Bolívar, que no se podía ir de otra forma de una plaza y una feria que jalonó de triunfos a lo largo y ancho de su honrosa carrera. Pero parecía que no. Su falta de acople con el encastado y bronco primero, pero sobre todo sus desatinos con la espada cruceta, hasta seis, que merecieron dos avisos, luego de una estocada desprendida inane, auguraban un adiós lánguido como no pocas veces ha ocurrido en la historia del toreo. No era justo.
La tarde, primera soleada y seca del ciclo, bullía de expectación y público. La monumental casi llena. Cartel de figuras. Y esto. Entonces saltó el cuarto, veloz y abanto. La cambiada larga de rodillas y las cuatro buenas verónicas y media tomadas codiciosamente por el negro "Lanzadito" (el segundo protagónico), pusieron las cosas en modo gozos. El toro incontrolado por la cuadrilla ignoró la cabalgadura del titular Ospina en la contraquerencia y atacó fiero el caballo de Edgard Arandia que custodiaba la puerta. No huía, fue lo primero que encontró buscando pelea. No era mansedumbre, era bravura, como después comprobaron Herrera y Giraldo sufriendo lo suyo para banderillearlo.
Negro, el menos bonito del encierro, con sus 446 kilitos tan cercanos al margen de la ley no parecía gran cosa. La muleta, en un largo introito al tercio de muerte, le llevó desde tablas a los medios atenuando intemperancias. Allí solos, lejos de todos entablaron la pelea. Siete por la diestra y el de pecho, inclinaron la balanza por el hombre. La embestida se hizo humillada, fija y larga, volviendo a la suerte sin recambio. Nobleza. Pese a un leve blandeo, la segunda serie se fue como un verso bien rimado y musicalizado.
La compenetración, el desmayó, la figura, el gesto, el son y la secuencia. Ligazón, temple y dibujo en una sucesión prolongada y dosificada por intermezzos precisos. La mano izquierda escribió con no menos clara caligrafía y la plaza rezaba cada suerte. La banda entonó el homenaje supremo aquí, el "Feria de Manizales" y la faena fluyó de largo y de largo.
La embestida no perdía poder ni claridad, ni la muleta trazo. El toro no pedía la muerte y la parroquia tampoco. La petición de indulto fue in crescendo, pase a pase siempre por los medios. Su señoría tardó, pero sacó al fin su pañuelo del perdón. Vino la estocada simulada y el pronto regreso al toril. En medio de la celebración unos pocos altisonantes protestaron, señalando al torero nacional de alguna culpa ¿Cuál? Los mismo que minutos después ovacionaron una no faena y un bajonazo de horror. Sin embargo, fueron sofocados por la mayoría y la vuelta fue una fiesta de afecto, homenaje y adiós. Muchas prendas.
Y Daniel Luque, quien dio con un lote contrario. Uno el enrazado y exigente, tercero, al que trató con una exquisitez que no parecía posible ni tampoco merecida por el rudo. Sereno, sobrio, delicado, lento, sobre todo lento, el de Gerena fue tratando las avilanteces con fácil y acertada solvencia. Sin aparente esfuerzo. "Gladidor" había empujado con ímpetu el peto de Viloría quien le midió el castigo. Contreras y "Chiricuto" le adornaron desmonterándose.
Transmitía temple y colocación contra blandeo y aspereza defensiva. La eterna lucha del bien y el mal. Ni una descompostura. Jaleo y música. Pero no languidez. No podía haberla, el toro era como era y así su brega. Seis luquesinas firmaron el expediente antes del espadazo que como un rayó fulminó al insumiso. Las dos orejas sin glosas y las palamas al arrastre cerraron el otro episodio triunfal de la tarde. Porque lo demás fue lo de menos. El sexto, un manso rajado al que dio muerte con una estocada desprendida pero también fulminante.
De otro lado, Alejandro Talavante, se fue inédito de Manizales. Pinchazo y estocada delantera con el desfondado segundo, y una persecución infructuosa por todo el ruedo al rajado y huidizo quinto, que liquidó de un bajonazo de comisaría, ovacionado, ya dijimos.
Los livianitos, astifinos, bonitos (tres cinqueños) de Juan Bernardo Caicedo se jugaron con diverso talante. Cuarto indultado, tercero aplaudido, primero dividido y los otros tres mansos pitados con diferente intensidad. Saquen conclusiones.
Ficha Manizales, Colombia. Plaza Monumental. Sexto festejo de feria. Casi lleno, en tarde fresca. Toros de
Juan Bernardo Caicedo, bien presentados y desiguales en juego, de los que destacó el 4o., que fue indultado.
Luis Bolívar: Silencio tras dos avisos y dos orejas simbólicas tras indulto.
Alejandro Talavante: Silencio y ovación.
Daniel Luque: Dos orejas y silencio. Incidencias: El toro indultado se llama "Lanzadito", de 446 kilos.
Carlos Rodríguez saludó una ovación tras dejar buenos pares al 1o.,
Juan Contreras y
John Jairo Suaza al 3o., y
Emerson Pineda al 6o.