La radio acaba de cumplir 100 años en los toros, ya que la primera transmisión de una corrida se realizó el 7 de diciembre de 1924 en la estación CYB, desde la plaza "El Toreo" de la Condesa. Se trató de un mano a mano entre dos toreros españoles Manuel Jiménez "Chicuelo" y Victoriano Roger "Valencia II", con toros de Piedras Negras, que fue narrado por Enrique Arzamendi.
Un siglo después, la radio en los toros permanece, no con la potencia de años anteriores, pero sí como una reminiscencia de la auténtica y más compleja crónica de toros, cargada de su riqueza expresiva, con su gama de sonidos entremezclados, y la apasionada emoción del toreo a través de la magia de la voz…
Por razones concernientes a “la modernidad”, el aficionado prefiere ver una corrida que escucharla. Sin embargo, la afirmación de la televisión no debe de ser la negación de la radio. Al contrario, porque se trata de dos medios de comunicación complementarios, tan válido uno como el otro y, ciertamente, hoy día quizá tenga más trascendencia una transmisión de radio, en abierto, gratuita, que una de televisión de paga, porque llega a un número mayor de personas.
La fiesta de los toros es un espectáculo para vivirlo en directo, de eso no hay ninguna duda, ya que no sólo es presenciar lo que ocurre en el redondel, sino disfrutar la llegada a la plaza, el saludo de los amigos o vecinos de localidad, el ambiente, el aroma de un puro, la degustación de un buen trago de vino…
La Fiesta Brava representa una vivencia sensorial, que cada uno vive a su manera, con el grado de experiencia individual, intransferible, con la emoción y el sentimiento a flor de piel cuando brota la comunión entre toro, torero y público.
Pero si uno no está en la plaza, la radio es una magnífica opción para enterarse en directo de lo que está pasando en una corrida, con el añadido de la percepción del ambiente que se está viviendo y el olé de fondo de la narración del cronista que se convierte en "los ojos" de quienes no están en la plaza, o en cómplice de aquéllos que todavía tienen la costumbre de escuchar la transmisión a la par que atestiguan los hechos.
A diferencia de lo que muchos taurinos creen, la radio tiene un gran poder de penetración porque llega a un número más amplio de personas, quizá muchas de las que nunca han ido a los toros. Ahí reside su relevancia, y si la transmisión consigue “enganchar” a los radioescuchas, que pueden ser desde una ama de casa, un joven haciendo ejercicio, un chofer circulando en su coche o un taquero vendiendo su mercancía, es la mejor manera de promover los valores de la tauromaquia.
Así que bienvenida la radio en los toros, y ojalá que se promuevan más transmisiones de festejos taurinos en este fascinante medio de comunicación, que entraña un simpático guiño al pasado más romántico de la Fiesta Brava.