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Viñeta: Homo habilis

Martes, 10 Dic 2024    Cali, Col.    Jorge Arturo Díaz Reyes | Cronicatoro   
"...no lo tolera, lo infama y echa mano de su técnica (política y..."
Aprobada la prohibición por el Congreso colombiano, y sancionada por el presidente de la república, la legalidad de la tauromaquia, no digo su existencia (donde todo lo prohibido abunda y prospera), pende solo de un hilo, la sentencia de la Corte Constitucional.
 
No se si el alto tribunal retractará sus múltiples anteriores aprobaciones a la Ley taurina nacional (916 de 2004), a su definición de la tauromaquia como libre expresión artística del ser humano, a la liturgia de la corrida (reglamento), al fin propio de las plazas de toros, a la incompetencia de las autoridades regionales (asambleas, gobernaciones, concejos, alcaldías…) para deslegitimar localmente lo que la ley legitima nacionalmente.
 
No se si se desdiga sobre lo que pesa la supresión a plumazo de una tradición y un culto, mucho más viejos que el mismo estado. Sobre la libertad de sus creyentes. Sobre la honestidad de sus oficiantes. Sobre el modus vivendi de muchos ciudadanos. Sobre la economía de las poblaciones que la cultivan. Sobre la extinción en el territorio de toda una raza (¿genocidio animal?). Dando así la razón al "animalismo" que la quiere sacar del campo y del ruedo ceremonial para exterminarla masiva, ventajosa y ocultamente en los mataderos. Y sobre tal concepto del honor y la dignidad.
 
No se si ahora la Corte criminalice lo que siempre juzgó probo, haga malo lo bueno, justo lo injusto, bárbaro lo culto. No se. Lo que si se, porque lo ha dicho ella misma, es qué si lo hace lo hará solo por la técnica de la constitucionalidad, y en aras del "progreso", la "evolución" y la "civilización".
 
¿Cuál progreso, cuál evolución, cuál civilización? ¿Esas que el filósofo e historiador Yuval Harari, en su libro, best seller de este año (Nexus), denuncia como pretextos históricos para el abuso, la destrucción y la conversión del planeta en invivible poniendo todas las especies al filo de la desaparición? Incluida la nuestra, la humana, cuyo familiar más antiguo (unos dos millones de años), el primer hombre-hombre, ha sido denominado por los antropólogos Homo habilis. Porque fue el primer técnico, el primero que inventó herramientas, usó el fuego y desató así todo esto del "progreso".
 
Luego vendríamos el Erectus, el Antecessor, el Sapiens, y al fin, como para remachar nuestra vanidad de reyes adueñados de la tierra y sus alrededores, el Sapiens-Sapiens, el sabio-sabio; nosotros mismos, nada menos. Que como dice el pensador judío no hemos estado a la altura nunca de tal título. Pues hay que ver lo que hemos hecho del mundo. Con un solo ojo basta.
 
Cuánta brutalidad, cuánta inhumanidad, cuánta inmundicia… clamando que el dominio técnico per se no significa sabiduría. Es imposible no concluir que solo hemos merecido nuestro primer apellido (Habilis), pues pese a nuestras adaptaciones anatómicas, psicológicas e instrumentales de ahí no hemos pasado. Cada vez más armados, más ávidos, más peligrosos. No más sabios, más justos, ni más buenos. Miren y verán.
 
Por contra, es el rito de la tauromaquia, el último biológico, real, ecológico, el que nos pone piel a piel con la naturaleza, y entre los cuernos purga ese nuestro pecado capital. Por eso, el Homo habilis de hoy no lo tolera, lo infama y echa mano de su técnica (política y jurídica), como antes del hacha de piedra, para matarlo y seguir progresando hacia la autodestrucción. Muy orondo, sin cargos de conciencia.


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