En general, el ser humano tiende a reflexionar, si no incluso a jugar con las posibilidades, de cómo pudo haber cambiado el curso de algún evento de haber tomado una decisión o haber ejecutado tal o cual acción o, incluso, de haberla realizado de alguna manera en particular. De ahí aquello de "el hubiera no existe", que luego viene a echar por tierra estas cavilaciones.
De esta manera, en la corrida de hoy los aficionados se pudieron haber preguntado: ¿Qué hubiera pasado si el primer toro de Ortega hubiera tenido más fuerza? ¿O si Ventura no hubiera pinchado a su segundo? ¿O si el último de Tarik no se hubiera rajado de esa forma y le hubiera clavado el rejón de muerte al primer intento? Y así se podrían suceder esos "hubieras"...
La faena más intensa de la lidia a pie llegaría en el tercer toro del festejo, de Fernando de la Mora, que tuvo clase y nobleza al tomar los engaños. El gran pero fue la falta de fuerza, y a pesar de ello Juan Ortega cuajó una faena donde el temple y la cadencia en los muletazos suplieron ese punto de flojedad en el toro. Por supuesto, toda la bella estructura de la faena estuvo cimentada en la técnica depurada del andaluz, que supo medir distancias, toques y alturas para obtener esos pases lentos y quintaesenciados. Dejó una estocada entera, ligeramente contraria, que le valió el corte de una oreja. Pero si hubiera tenido más fuerza el toro…
No pudo redondear el triunfo en el sexto, un ejemplar de poco juego, corto de embestida. Abrevió y fue silenciada su labor tras un pinchazo y una estocada baja. Quedó claro sin embargo que su concepto del toreo es ese que arranca los olés más desgarrados en el tendido.
Otra oreja paseó el torero de la tierra, Diego San Román, en el séptimo. Fue un toro complicado con el que estuvo siempre buscando transmitir emociones, aunque su juego no ayudara mucho a tal propósito. Desde el inicio de hinojos, pasándose las embestidas en un espectacular pase cambiado por la espalda, buscó siempre estar por encima del de Fernando de la Mora, que terminó buscando la zona de la querencia. Llegó a sus manos el trofeo tras una estocada entera, ligeramente desprendida y una petición que no cesó hasta que apareció el pañuelo en el palco.
Otro tanto ocurrió en el cuarto, que se vino a menos y en el que San Román volvió a estructurar una faena riñonuda, llegando incluso a hacer prácticamente todo en la estocada ya con el toro totalmente aplomado. En éste fue aplaudido tras escuchar un aviso.
También tocó pelo Diego Ventura en su primero, otro buen toro de inicio aunque fue a menos. Y pudo haber cortado otra oreja en su segundo, un ejemplar sin transmisión y con el que costaba trabajo llegarle a la gente.
El caballista de la Puebla del Río pudo voltear la moneda cuando apareció en el ruedo montando a "Gitano", con el que ejecutó quiebros en la misma cara del toro, cambiando el viaje y clavando a perfil contrario las banderillas, saliendo de la suerte con piruetas a la mínima distancia. Lamentablemente, lo pinchó y únicamente saludó una ovación desde el tercio.
Recibió la alternativa Tarik Othón, en quien el mismo Diego Ventura tiene especial ilusión de que llegue a ocupar un lugar relevante en el rejoneo de nuestro país, y por ello tras darle concederle el rejón por la espalda, como marca la tradición de esta ceremonia a caballo, el maestro estuvo pendiente de cada momento en la lidia de los dos toros de su flamante ahijado.
Con el toro del doctorado, Tarik lució montando a "Joselito" y "Fino", destacando en los primeros quiebros que resultaron ajustados y emocionantes. Luego el ejemplar vendría a menos, lo que sumado a un pinchazo previo al rejón de muerte, hizo que se enfriaran los ánimos del público, que lo había estado alentando desde el principio de su labor.
En el último toro de la noche, que terminó rajado, Tarik estuvo voluntarioso, aunque la faena relevante había llegado en el de la alternativa. Para más inri, la ejecución con el rejón de muerte se eternizó por la constante huida del toro que manseó, lo que provocó que le sonaran un aviso. Tuvo que echar pie a tierra para descabellarlo, y así concluyó esta interesante corrida en la que Juan Ortega perfumó el ruedo de la plaza de toros de Juriquilla.