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La consagración de Juan Mora en Madrid

Lunes, 07 Oct 2024    Puebla, Pue.    Horacio Reiba | La Jornada de Oriente   
Su histórica tarde del 2 de octubre del 2010 cuando salió a hombros
El 2 de octubre de 2010, la plaza de Las Ventas vivió una de las tardes más bellas de su existencia. De una belleza genuina, profunda, inefable. Formaban cartel tres artistas paradójicamente rescatados del fondo del escalafón, y que una vez consumadas sus respectivas proezas iban a permanecer confinados allí mismo. 

Misterios de la política taurina, dominada por el cortoplacismo y las componendas empresariales, el veto de ciertas figuras –¿la mayoría?– a los alternantes incómodos y a la bravura auténtica, la dejadez y superficialidad de públicos menguantes e incultos. Y razón de que la tauromaquia del siglo XXI, incomprendida, vejada y atacada desde tantos frentes, navegue sin brújula entre la zozobra y la incertidumbre por aguas infestadas de pirañas y tiburones.

Era la tercera fecha de la madrileña Feria de Otoño y a la empresa se le ocurrió anunciar juntos a Juan Mora, Curro Díaz y Morenito de Aranda con toros de Torrealta (Paloma Eulate), de buen cartel en tiempos no lejanos. Y era una corrida con los años y los pitones muy bien puestos. Por algún motivo, esa terna de toreros de arte pero escasos de contratos prácticamente llenó la plaza, como si la gente hubiera tenido el presentimiento de que algo importante se avecinaba. Y allá iban ya, ruedo adentro, las cuadrillas encabezadas por el plasentino Mora (oliva y oro), el linarense Díaz (verde botella y oro) y el arandino Jesús Martínez (añil y oro). El primero de la tarde, "Retaco", 615 kilos, negro, levantado de púas y con más morrillo que cuello, ya está en la arena.
Juan Mora se sublima

Seguro y firme, ajeno al duro castigo que a partes iguales le habían infligido los toros y las empresas, el de Plasencia se plantó en el tercio, juntó los talones y meció la verónica en lances amandilados de palpables suavidad y sabor, hermoso preámbulo de la memorable tarde. Juan Mora había tomado la alternativa en Sevilla un lejano 3 de abril de 1983 de manos de Manolo Vázquez, Curro Romero de testigo. Y, torero de hábitos añejos, usaba capotes y muletas sin apresto y no recurrió nunca a la espadita simulada, detalle que este día habría de resultarle capital. 

Porque sus faenas de muleta, iniciadas ambas con muletazos de rodilla flexionada tendientes a explorar y moldear la embestida, se desarrollaron siempre en ese mismo tercio con base en series circulares por ambos pitones que fueron bellamente a más en lentitud, mando y redondez hasta culminar con ajustados pases de pecho, levemente abierto el compás. A "Retaco" lo mató por todo lo alto a la salida de uno de estos remates desatando tal alboroto que las orejas estaban cantadas. Pero el jabonero "Abatido" se resistía a doblar, Juan se desplantó a centímetros de la ancha cuna y el animal, en una ciega arremetida de agonía, lo volteó  feamente y le pegó un puntazo. Cayeron toro y torero casi al mismo tiempo, y la tercera oreja de la soñada tarde del plasentino le abrió de par en par la Puerta de Madrid.

Curro y Morenito

Pero no fue todo. En una tarde bendecida por los dioses, los otros dos alternantes también tenían mucho que decir. Poco le importó a Curro Díaz que sus toros se le resistieran, él insistió, con decisión de valiente pero sin olvidar ni por un momento sus dotes de artista hondo y fino. Se la jugó con el incómodo quinto –"Trajesucio" sería despedido con pitos– lo estoqueó por todo lo alto y le cortó la oreja.

Morenito de Aranda, parco con un flojo sobrero de Martín Lorca, reemplazo del tercero, iba a cuajarle a "Coral", el sexto, un auténtico faenón. Toro supremo y espléndida la obra, rica en naturales de trazo larguísimo en series generosas en cantidad y calidad, parecía destinada a la puerta grande cuando el bajonazo final refrenó los entusiasmos. Pero sólo un poco, porque el intenso pañoleo obligó al presidente a sacar el suyo. Una oreja que pudieron ser dos. 

Brindis y crónica

Juan Mora le brindó su primer toro a Barquerito con palabras de afecto y reconocimiento. Y don Ignacio Álvarez Vara correspondió con una crónica de las suyas, sobria, sabia y sabrosa, sin asomos de alcahuetería a cambio de la justa distinción que le había dispensado el torero. Entresaco lo básico de la misma: "Abrió corrida una mole inmensa de 615 kilos: "Retaco", número 18, negro, muy cabezón, finas las puntas y aire deslavazado, como su trote de salida, perezoso e incierto. Venía sin emplearse ni descolgar, al paso y cruzado. Se acostó por las dos manos (…) Se llevó por delante al banderillero Javier Palomeque, que cayó de espaldas y a plomo, inconsciente. Juan Mora lidió con cabeza y estilo: lances de buen dibujo pero de sujetar al toro, que tardó en fijarse y estuvo haciendo hilo (…) Joya de la lidia fueron unos lances a una mano por delante, con cambio de mano de uno en otro, para meter al toro casi bajo el caballo (…) Hubo sustos y apretones en banderillas.

Luego iba a llegar, sin dudas ni prisas ni pausas, una muy notable faena de Juan Mora. Notable por todo. Por la resolución: con tres muletazos de tanteo ya estuvo en marcha la cosa, puesto y gobernado el toro. Por la firmeza: encajado, vertical el torero, pero suelto de brazos. Por la autoridad que confiere el torear con los vuelos del engaño a la manera clásica, sobre el espejo de tauromaquias como las de Antoñete o Manolo Vázquez. Por la muy sencilla fluidez. Fue faena breve y grande, no mucho más de los veinte muletazos del dicho famoso (…) A medida que corría el tiempo, ganaba en ritmo y fuerza.

Primero la mano derecha, sin que el toro rompiera en serio, sólo que seguía el engaño bien templado; y luego, la que fue, casi de sorpresa, la mano buena, la otra. Se aplomó el toro un poco, pero, dócil, humilló y, embebido en los vuelos, hizo el semicírculo enroscado. Muy despacio entonces Juan. Sencillo empaque al componer, perfectos los remates cambiados. Inteligente la solución de torear en un solo terreno, entre rayas y tablas. Ni un metro más. Detalle privativo de los maestros. En el momento justo, una estocada hasta la bola cobrada con fe ciega. Como siempre, Juan había salido a faenar con la espada de acero. Y rodó sin puntilla el toro. Dos orejas. Gran triunfo.

Saltó de cuarto un jabonero de amplísimo balcón, que hizo, de salida, cosas de toro corrido en el campo: saltarse de engaños sin atenderlos, irse sin barbear, ganas de correr. Una lidia precisa de Juan Mora, un quite por delantales clásicos –de perder el paso en la reunión y de golpear con las muñecas y no con los brazos– y un remate a punta de capote precioso (…) No un calco de la primera faena, pues fueron toros distintos, pero muy pareja la estrategia: de torear sin violencia ni castigar, de convencer al toro con un caramelo, de irse Juan enroscando con él más cada vez, de saber tocarlo, engancharlo y soltarlo. 

Faena de inteligencia, en un solo terreno, cuya única pausa en serio se resolvió con una reolina trazada por encima del flequillo pelirrojo de ese toro jabonero tan bien tenido. A la salida de un pase de pecho, igualado el toro en la suerte natural, volvió Juan a volcarse con la espada. Entera, pero un punto trasera. Lenta la agonía. Metido entre pitones para verlo rodar, Juan salió volteado y con un puntazo en el muslo. ¡Nada! Una oreja, la tercera. Juan le anudó al toro en el cuerno derecho la toalla de su mozo de estoques. 

Tarde redonda

Curro Díaz, en tarde feliz, seguro y puesto, anduvo torero y fácil con un segundo muy astifino de bellas hechuras, el más bonito de todos, sólo que se rajó antes de tiempo (…) Con un quinto de imponente remate, Curro Díaz acertó con la tecla de torear de frente por abajo y despacito, en faena paciente y de aguante indesmayable, y remató con una de esas estocadas suyas, en que la espada entra en parábola por el hoyo de las agujas. 

(…) El sexto, 600 kilos pero baja la cruz, fue el toro de mejor impulso, sobre todo por la mano izquierda, y Morenito de Aranda no lo dejó ir sino que, con majeza, ajuste y temple, lo ligó en tres tandas de mano baja que llegaron de verdad a la gente. Adornos clásicos de toreo de pastel. Con todo en la mano –la puerta grande, la plaza embalada- se le fue la espada a los bajos. A él, que lleva matados este año por arriba tantos toros.

(Entre paréntesis, Juan Mora tuvo la gentileza de brindar la muerte del primer toro a este cronista, que hace diez años vivió en un hospital de Jaén junto a su familia una noche casi trágica: esa cornada estuvo a punto de costarle a Juan la vida. Una de las más graves de los últimos tiempos. De modo que parecía un milagro no sólo verlo torear tan sabiamente sino saberlo a hombros por la Puerta de Madrid y con la vida por delante. La gente del tendido me ha felicitado como si las orejas las hubiera cortado yo y no Juan. Se me ha llenado el buzón de enhorabuenas. Ahora empiezo a entender de toros. ¡Ya era hora!) (Colpisa, portal de Internet. 2 de octubre de 2010) 

Unanimidad mediática

Acorde con el acontecimiento. Breve pero significativa muestra:

"Hace veinticuatro horas nadie se acordaba de él, pero ahora Juan Mora es el triunfador de la temporada en Las Ventas. Con la torería y el concepto que siempre le distinguió, trayendo y reivindicando unas formas y una filosofía en desuso, Juan Mora rompió tópicos, arrebató, sugestionó y volvió a poner de manifiesto que con quince muletazos se cortan dos orejas en Madrid. Tarde grande, más allá de los trofeos, que vuelve a poner de actualidad a un torero injustamente postergado durante demasiado tiempo. En la mejor corrida del año en Madrid, Curro Díaz y Morenito de Aranda también cortaron una oreja". (Íñigo Crespo. Mundotoro, portal de Internet. 2 de octubre de 2010)

"El otoño dorado de Juan Mora (…) Al borde de los cincuenta años, cautiva al público madrileño con el aroma añejo de su estilo, corta tres orejas, pedidas unánimemente, y sale, feliz, por la Puerta Grande. Después de tanta grisura, ¡qué alegría disfrutar con la belleza del buen toreo!" (Andrés Amorós. ABC, 3 de octubre de 2010)

"Bolero de otoño y torería de Juan Mora (…) Dos orejas con el toreo de siempre: 25 muletazos y una estocada. Toreó con la espada de verdad y después de cuajar dos series portentosas de temple al natural, estocada en todo lo alto que tumbó al toro sin puntilla. Puerta Grande de las de antes para un matador con casi 50 años y el clasicismo en la cabeza". (Zabala de la Serna. El Mundo. ídem)

"Juan Mora (48 años y 27 de alternativa) se abrió de capa y muleta con serenidad, sin prisas, como quien no quiere la cosa, se sintió torero de los pies a la cabeza y en poco más de seis minutos entusiasmó a la plaza y cortó las dos orejas (…) Y volvió a deleitar en el cuarto. Curro Díaz se armó de valor y se aupó al triunfo; y Morenito, enrabietado, con el toro más claro de la tarde, el sexto, ofreció un recital por naturales. Tarde de gloria en Las Ventas, el toreo resucitado y corrida inolvidable". (Antonio Lorca. El País. Ídem)

"Por vez primera en mi vida, y creo que la de todos los aficionados, vimos cortar un doble trofeo por un torero que, apenas con quince muletazos y, tras un pase de pecho espléndido, tizona en mano, le enjaretó una estocada en todo lo alto rodando el toro en el acto. El éxtasis, clamor, delirio y pasión, algo que hacía años que no veníamos, todo ello se desató tras la muerte de aquel bravo ejemplar (Pero) El primer pago que tuvo en la temporada siguiente fue no contratarle para San Isidro y, a partir de aquel momento, silencio sepulcral para el torero de Plasencia (…) Injusticias, en el toreo, se cometen a diario, pero la cometida contra Juan Mora no tiene nombre". (Pla Ventura. Opinión y Toros. Portal de Internet. 4 de agosto de 2023).

2 de octubre no se olvida

Injusticias aparte, la hazaña de Juan José Gutiérrez Mora y sus alternantes Curro Díaz y Morenito de Aranda pertenece a la historia grande de la plaza de Las Ventas. Y del toreo por cuanto pueda tener de arte, de historia y de cultura. A través del tiempo, el 2 de octubre de 2010 es y será una de sus efemérides clave.


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