Hace 35 años, el 6 de agosto de 1989, el entonces novillero francés Michel Lagravere, afincado en México desde hace muchos años, recibió la alternativa como matador de toros, en la localidad madrileña de Soto del Real de manos de Pepín Jiménez, y ante el testimonio de Luis Miguel Calvo, con toros de la ganadería del maestro Paco Ojeda.
Nacido el 28 de octubre de 1962 en Vic Fezensac, Francia, Lagravere llegó al doctorado luego de haber debutado como novillero sin picadores el 25 de junio de 1979, en Saint Sever, y ya con los del castoreño se presentó el 12 de julio de 1982, en San Fernando, provincia de Cádiz.
Se presentó como novillero en Las Ventas de Madrid el 21 de mayo de 1984, en la Feria de San Isidro, a lado de Emilio Oliva y Francisco Machado, con un encierro compuesto por cinco novillos de Carmen Espinal y uno de Moreno Pidal. Esa tarde resultó herido en el de su presentación, por lo que solamente mató un novillo.
Tras varios años en la brega europea, Michel probó fortuna en nuestro país y confirmó la alternativa en la Plaza México el 25 de diciembre de 1996. Ratificó el doctorado de manos del tapatío Alfredo Lomelí, con el testimonio del regiomontano Machaquito de Quiroga, y ante un toro de la ganadería de Espíritu Santo.
Enamorado de nuestro México, hizo campañas en territorio nacional y también en otros países de América. La península de Yucatán lo ha visto torear en prácticamente todas sus localidades, donde con base en sangre, sudor y lágrimas, logró forjar su porvenir y hacerse del reconocimiento de propios y extraños, con su peculiar personalidad.
A mediados de los noventa casó con la empresaria yucateca Diana Peniche y desde aquel momento fijó definitivamente su residencia en la ciudad de Mérida, donde nacieron sus hijos. Los varones, Michelito y André, han seguido los pasos de su padre en el mundo del toro y ambos son matadores de toros, contando siempre con el incondicional apoyo de su padre.
Incluso, volvió a vestirse de torero en varias ocasiones para acompañar a sus hijos como subalterno de confianza, sobre todo durante su etapa como novilleros. Ahora, con una afición que no le cabe en el pecho, es uno de los principales gestores taurinos y organizadores de festejos en las plazas de palcos de Yucatán, Campeche y Quintana Roo.
De trato amable y simpático a más no poder, Michel Lagravere es uno de esos personajes que todavía, en pleno siglo XXI, viven la tauromaquia con un romanticismo y una picaresca que es difícil de encontrar en otras latitudes.