La plaza de toros "El Renacimiento" tiene personalidad, pues es de esos recintos que albergan historia, como particularidad su construcción es de forma octagonal y data del año de 1851, siendo con ello una de las más antiguas del país.
La corrida de Barralva funcionó en términos generales, destacando la manera de acometer el lidiado en tercer sitio, por las no tan favorables condiciones del ruedo debido a las lluvias que han azotado gran parte del territorio mexicano, pudieron mermar el juego otorgado por los toros. La tarde estaba nublada, parecía que la lluvia llegaría en cualquier momento, cosa que finalmente y gracias a Dios no sucedió.
José María Pastor recibió con una larga cambiada de rodillas, para luego ejecutar el toreo por verónicas, aprovechando la salida alegre del toro de Barralva. Detalle fino al brindar su actuación al licenciado Juan Carlos López de los Reyes, quien se encontraba acompañado de su familia.
Pastor trataba de templar una embestida que terminaba protestando cada muletazo, sobre todo por el derecho, mientras que por el pitón contrario resultaba deslucido. Una faena donde Pastor echó mano de varios recursos y así aprovechar al máximo el toro que le tocó en suerte. Una estocada entera pero que tardó en hacer doblar a "Real de Asientos".
José Miguel Arellano se llevó el toro menos propicio para el triunfo, no porque el de Barralva tuviera malas ideas, sino que carecía de fuerza, aunado a las condiciones en las que se encontraba el ruedo, el toro llegó a caer a la arena en varias ocasiones, desluciendo lo realizado por el torero.
De salida "Tepozán" se quedó en el capote de Arellano, quien lo toreó por verónicas, pintoresca media verónica templada, dejando caer los brazos. El de Barralva llegó mermado al último tercio de la lidia, apenas y podía sostenerse en pie, por lo que el torero en turno toreó con mimo, dejando la mano atrás y levantando la muleta. La disposición estuvo presente, las manoletinas con las que cerró su faena ya no tuvieron calado en los tendidos, la estocada fue defectuosa, delantera y caída.
José María Hermosillo entendió a la perfección a un buen toro de Barralva, con el que se fundió y pudo expresar su tauromaquia, una faena que desafortunadamente no fue coronada por el mal manejo de la espada.
La faena encontró su sitio cuando Hermosillo comenzó a correr la mano con mando, trazo y temple, imponiendo condiciones, siempre dejando la muleta por delante, ante un toro que repetía y que exigía firmeza. La faena se centró por el derecho, aunque hubo también buenos naturales.
El toro se vino a menos, fue acortando terreno, pero la labor de Hermosillo continuaba por encima, abriendo las gargantas de los aficionados que gritaban olé. Terminó toreando de pitón a pitón, siempre con mucha torería, de no ser por su mal juego con la espada, otra cosa sería.
Gerardo Adame fue el encargado de abrir el festejo, muy serio que estuvo toda la tarde el torero. Dio inicio a su faena con doblones, tratando de alargar el pase. Las primeras tandas no hubo acoplamiento entre toro y torero, el toro era pegajoso y eventualmente perdía las manos, mientras que el torero no encontraba la distancia adecuada.
Fue hasta que Adame acortó las distancias y pudo someter al de Barralva, aguantándole más de una colada. Estocada tendida que le valió para escuchar ligeras palmas.