La tarde tuvo dos protagonistas; los dos de Aguascalientes; los dos, toreros que quieren ser gente en esto del toro: Joselito Adame y Mario Aguilar, que cosecharon sendas orejas, en muy distintas circunstancias, y ofrecieron espectáculo a un público identificado son su actitud.

Cabe resaltar que Adame sorteó los dos únicos toros buenos del encierro de Santa Bárbara, siendo el segundo, un toro negro, y armonioso, el que dio mucho juego desde que apareció por toriles.

Y Joselito no desaprovechó para realizar una lidia variada y emotiva, donde brilló con capote y banderillas. En el tercio de muerte, prodigó una faena recia y con pasajes buenos, aunque quizá sin terminar de redondear del todo. El toro siempre fue a más y contribuyó al espectáculo, pues desarrolló la bravura que atesoraba.

Cuando Joselito tenía cortada una oreja de este ejemplar, por su labor de conjunto, colocó una estocada baja, al parecer después de que la punta del acero golpeó una banderilla y el estoque resbaló.

Mario, por su parte, también salió a hacer lo suyo, y desde el capote toreó con mucho asentamiento de planta, encajado en los riñones, templando las embestidas del tercero, un toro reservón que desarrolló sentido.

Y en un momento, quizá un exceso de confianza, el toro le echó mano de fea manera, enganchándolo por la corva izquierda y lanzándolo por los aires. Después, el toro hizo por él y lo trincó otra vez, zarandeándolo de fea manera.

Aguilar estaba calado y con un ostensible gesto de dolor en el rostro. Sin embargo, se puso en pie y enfrentó al toro de nuevo, con idéntica valentía, y hasta tuvo el atrevimiento de darle un par de series con una gran entrega hasta cortarle la oreja tras colocar media estocada en lo alto.

La emoción del percance calentó la tarde, y en el quinto, Joselito, consciente de su cometido en esta feria –y en esta profesión– se fue a porta gayola y recibió al toro con una larga cambiada de rodillas.

El de Santa Bárbara embistió con mucha alegría y tranco hasta que se desfondó en varas, y aquella fuerza y emoción inicial se diluyó. No obstante, lo más interesante fue que Joselito le dio tiempo y pausa en una faena valiosa, construida a base de dosantinas, quedándose en el sitio con mucha firmeza y seguridad de procedimientos, síntoma inequívoco de que su toreo continúa en fase de crecimiento.

Fernando Ochoa estuvo dispuesto y aseado con tres toros de condición parecida en cuanto a su falta de transmisión. El michoacano trató de hacer las cosas bien sin conseguir resultados favorables, en una corrida donde los dos jóvenes espadas del cartel escribieron el titular de la corrida.