La emoción que se vivió minutos antes en los pasillos de la Plaza México, con la primera carrera al estilo Pamplona, que fue un éxito en cuanto asistencia de aficionados, se prolongó con una actuación variada, llena de actitud y entrega del novillero de Aguascalientes César Ruiz, quien cortó la única oreja de la tarde y apunto estuvo de conseguir un segundo apéndice de no haber fallado con la espada en su segundo
Sus alternantes, Julián Garibay y Emiliano Ortega, también firmaron diversos detalles ante los cuatro novillos de Barralva que se lidiaron, que fueron buenos y dos de Marrón, uno sustituto que resultó noble y con recorrido.
El hidrocálido César Ruiz, después de estar variado y valiente con el capote armó la escandalera con las banderillas al colocar un par al violín. Otro al relance, y el tercero, de cortas y al quiebro, en el que el astado lo trompicó estrellándolo en la barrera, sin consecuencias que lamentar.
El público le lo ovacionó de pie con fuerza y César, precipitado, aprovechó para darse una vuelta al ruedo que tuvo que cortar a la mitad pues al público le pareció un tanto excesiva. Con la muleta logró un buen inicio de rodillas y aunque el astado que fue noble echó la cabeza arriba, Ruiz no dejó el entusiasmo y concluyó su labor, llena de sentimiento, con sanjuaneras, pues su estilo entronca con los toreros mexicanos de otra época.
Mató de estocada entera y un golpe de descabello y le concedieron una oreja, misma que le entregó Ileana Hernández, la primera alguacililla en la historia de la Plaza México, escuchando el grito de "¡torero, torero!".
En el sexto, César Ruiz volvió a estar variado y certero al clavar banderillas, el segundo novillo de Marrón que sustituyó al titular de Barralva, ya que éste se inutilizó tras el puyazo mal colocado que le dio Juan Franco Carmona, que se llevó una bronca, y aun así salió a picar al reserva.
El novillero hidrocálido tuvo que ser paciente con la muleta y aprovechó las embestidas nobles de un ejemplar que embistió con la cabeza a media altura. Culminó su labor mediante una estocada entera, que no hizo efectos; y luego pinchó varias veces hasta dejar otra ración de acero suficiente, malogrando así lo que pudo ser la segunda oreja de la tarde. En cambio, escuchó un aviso y una gran ovación del público.
Poco pudo hacer con el capote el tapatío Julián Garibay con el primero, y con la muleta tuvo detalles artísticos de inicio. El novillo de Barralva tuvo nobles embestidas aunque cortas, y le dejo seguir luciendo su Garibay, en un gesto de entregó que gustó al público.
Tras un par de desarmes, la faena se vino abajo, pero no el ánimo del torero que terminó voluntariosa. Pero como tardó en matar, escuchó un aviso acompañado de las palmas de la gente. En su segundo novillo estuvo variado con el capote, al que recibió en los medios de rodillas, y después jugó bien los brazos al torear a la verónica.
Su faena no tomó altura pues el novillo de la ganadería de Marrón no se entregó. La voluntad del tapatío estuvo de manifiesto, pero volvió a tardar en matar y escuchó un aviso, aunque después la gente lo ovacionó en el tercio.
Grata sorpresa al torear a la verónica dejó el novillero México-hispano Emiliano Ortega, quien lanceó con gusto al novillo después de que éste saltó al callejón. El debutante dejó ver su clase en aislados muletazos sobre todo esos que salen desde el corazón, aprovechando la calidad del de Barralva, que fue el mejor de los del hierro titular.
Tanto llegó al tendido que, cuando pinchó la primera vez, le aplaudieron, aunque le perdonaron que ante su poco rodaje, aprovechara más al astado que tuvo nobleza y clase. Aunque ya no fue igual cuando dejó una estocada que asomó por el costillar. También se puso pesado con la espada y escuchó un aviso y al novillo le dieron arrastre lento.
En su segundo, sus maneras de torear cambiaron y no se encontró con un ejemplar deslucido, por lo que todo quedó en buenos intentos.