A priori, uno pensaría que el estilo heterodoxo y de instantánea compenetración con la gente de Manuel Benítez "El Cordobés" estaba que ni mandado a hacer para el bullanguero público de Pamplona y su catarsis sanferminera, con docenas de bandas atacando distintas partituras cada cual por su lado y la multitud coreando a pulmón pleno canciones populares o estribillos improvisados en loor al espada más acorde con su gusto por la disipación y el desenfreno. Un escenario diríase que ad hoc para el salto de la rana y demás picardías de la peculiar tauromaquia cordobesista, capaz de irritar a los tradicionalistas tanto como a sugestionar y hacer suyas a masas enardecidas y bestias relativamente astadas de manera simultánea.
Hoy veremos si todo esto ocurrió o no, anticipando que Benítez tan sólo había partido plaza tres veces en el coso pamplonica, una de novillero y dos en los sanfermines del año 63. Y después de esta solitaria aparición en la feria de 1965, ninguna más.
Pamplona, 13 de julio de 1965
Séptima de la feria de San Fermín y única presentación de Manuel Benítez "El Cordobés", en ambiente de gran expectación y con el boletaje agotado. Hacen el paseo a su lado Fermín Murillo y Curro Romero para despachar un encierro salmantino de Atanasio Fernández. Hasta ahora, el triunfador absoluto de la semana de San Fermín es Manuel Cano "El Pireo", con cuatro orejas y un rabo en su única presentación. Paco Camino, con tres apéndices en tres tardes y Diego Puerta con dos en dos son, con El Viti (una oreja en dos corridas), los que hasta el momento han tocado pelo.
Nada para Jaime Ostos en tres apariciones. Y no estuvieron mal el rejoneador Álvaro Domecq Romero, excepto al matar, ni Andrés Hernando, con un toro insólitamente suave de Miura, corrida en que alternó con Fermín Murillo y Andrés Vázquez, anunciado éste para una sola tarde, lo mismo que Luis Parra "Jerezano" y los tocayos cordobeses Manuel Benítez y El Pireo. Murillo, en cambio, encara su tercera actuación en la feria, y Curro Romero la segunda. Mañana, en el cierre de la sanferminada, van a triunfar con toros de Urquijo Antonio Ordóñez, Joselito Huerta, y José Fuentes, a oreja por coleta en la única comparecencia de los tres.
Pero estamos en la corrida del martes 13. ¿Mal día para presentarse? El mal fario no parece alcanzar a El Cordobés, que viene de arrasar taquilleramente en todos los frentes, y acostumbra triunfar en casi todas las plazas. Pamplona, que lo esperaba con impaciencia, va a presenciar una tarde del melenudo por muchos motivos insólita. Nos la cuentan Antonio Díaz-Cañabate (ABC) y el anónimo cronista del semanario El Ruedo.
Díaz-Cañabate
"Hace dos años, la cosa se puso bastante fea para Manuel Benítez. El año pasado no vino (...) ¡Córtate el pelo! ¡Córtate el pelo! Cantaban esta mañana por las calles los mozos pamplonicas (...) Se decía que iban a tirar tijeras y peines. En fin, pasión, mucha pasión (...) Yo voy a instalarme imaginativamente figurándome que veo la corrida a vista de pájaro, libre de los desordenados ánimos de la plaza (…) El paseíllo es acogido con palmas y pitos, predominando los aplausos (…) ¡Qué chiquito me parece el primer toro! Talmente un puntito negro (…) Después de la segunda vara dobla las manos (…) pero pequeñín y todo se las apaña para embestir muy bien a la muleta de Fermín Murillo ¿Qué le pasa a Murillo que no lo aprovecha? Es que no puede salir de su bache, muy hondo después de las cornadas de Sevilla y Barcelona (…) ¡Pero qué bien se ve todo desde lo alto! Me codeo con los vencejos. Me rozan los vertiginosos giros de las golondrinas (...) Otro puntito negro. Le tiemblan las patas y al embestir al capote de Curro Romero mueve la cabeza como una devanadera. No este Curro ni su tocayo Cúchares pueden torear a una devanadera (…) Los mozos chillan y no dejan que toree de muleta Curro. Pinchazo, estocada, descabello…
El tercer puntito negro es más bonancible. Manuel Benítez le da dos o tres semilances y hasta mis alturas llega la calurosa ovación (…) Con la muleta Manolo tirará del tirón y se acabó la tomadura de pelo (…) ¿Qué veo? Mejor dicho, ¿qué no veo? No veo el tirón. Veo un torero frío, sin coraje, que torea sin hacer tontería pero vulgar. Medios pases en los que el toro le prende la muleta de todas, todas. La bendita gente aplaude pero sin entusiasmo (…) ¡Pero, hombre, si el toro embiste muy bien! Nada, El Cordobés no se anima. Mata de media. Palmas y pitos. Veremos en el sexto.
En el cuarto, un punto negro con más volumen, Murillo hace un esfuerzo por abandonar el bache y torea bien, aunque no tan bien como el toro sigue la muleta, pero con ganas. Mata con decisión de una buena estocada y se le concede la oreja ¿Se embalará la corrida? (…) En el quinto, Curro Romero apunta unas verónicas finas y suaves. El toro, después de la segunda vara, se apaga, transformado en borrego cansino y doliente que apenas se mueve. Curro no es torero para borregos, que es menester de pastores. Pinchazo, estocada y descabello (…) ¿Y qué le pasó al Cordobés con el sexto, un puntito negro insignificante? Ni lo quiso torear con el capote ni con la muleta, y el torito no merecía tal desprecio porque iba obediente donde lo llamaran. El Cordobés no lo quiso ver. Por el público no fue. El público lo había tratado correctamente. Nadie le mentó los mechones (pero) El Cordobés anduvo sin moral. Abandonado a la desgana. Y entonces sí, empezaron a pedirle que se cortara el pelo, ya tirar pan y almohadillas al ruedo, y El Cordobés entró a matar dos veces y señaló dos medias estocadas y, ya descompuesto, hasta el doce intento de descabellar acertó. Al retirarse del ruedo, la lluvia de almohadillas era intensísima. A una de ellas, muy tranquilo, El Cordobés le dio un pase con la montera. Fue el único pase completo y limpio que le vimos en toda la tarde. Pero, ¡claro!, a una almohadilla no vale. Por lo menos no vale los dinerales que cobra". (Antonio Díaz-Cañabate. ABC, miércoles 14 de julio de 1965).
El Ruedo
Nos concentramos en el relato de la actuación que enemistó para siempre a Manuel Benítez y los no menos apasionados pamplonicas. "Las cuadrillas hacen el paseíllo en medio de una enorme expectación. Suenan palmas y pitos. Las palmas predominan. No está el público ni mucho menos contra El Cordobés. Hay, eso sí, el apasionamiento que han suscitado siempre los toreros colocados a la altura a que ha subido El Cordobés. Lo malo es que Manuel Benítez no esa tarde para subir. A su primero, bonito toro de Atanasio Fernández que llega a la muleta con la buena casta y la bravura clara que ha dado justa fama a esta ganadería, le hace una faena sin lucimiento (…) Está, frío, casi "académico" (…) sin acoplarse al buen son del toro. pese a ello, la mayor parte del público aplaude. Y cuando logra reunir tres pases bien completados le ovaciona con fuerza (Pero) El Cordobés corta pronto la faena, él, que suela hacerlas largas. Mata a la primera. El público se divide y, sin embargo, Manolo saluda desde el tercio (…) También es bueno el terciado sexto. El Cordobés pide el cambio con una vara y un picotazo. Y con la muleta está mal. El toro le prende la tela al final de cada pase (...) No se ajusta. No liga los pases. Empiezan los gritos de protesta. ¡Córtate el pelo y torea!, le cantan las peñas (...) Media estocada entrando mal; otra, delantera. Y doce descabellos sin intención de descabellar, porque se limita a apoyar el verduguillo en el testuz. Arrecia la bronca. Caen panes y almohadillas al ruedo. Al fin dobla el toro. El Cordobés, bajo la lluvia de almohadillas, mira al público y, con la montera, da un pase a una de ellas. La bronca alcanza entonces un grado superlativo. El Cordobés abandona el ruedo y, en el callejón, lo rodean los guardias para protegerlo (…) Tarde de "cruz" de Manuel Benítez." (El Ruedo, 20 de julio de 1965. Crónica sin firma)
Agravantes
El meneo fue tal, sintetizaría años después El diario de Navarra, que para escapar de Pamplona, Benítez y su gente tuvieron que abandonar subrepticiamente el hotel, afuera del cual había una verdadera turba de descontentos esperándolo. Razones había, aunque no muy sanas: "Cuando los guardias lo apremiaban a dejar el ruedo (…) El Cordobés, en un arranque de flamenquería, da unos pases a las almohadillas que caen de arriba. Este gesto enfurece a los espectadores. Se oyen insultos sacados de los bajos fondos del diccionario (…) Le dicen sinvergüenza, robajornales y lindezas peores. Él contesta en los mismos términos (…) Y se arma casi una batalla campal entre algunos espectadores, el torero y sus peones" (El Diario de Navarra, versión digital, 13 de julio de 2021)
Conclusiones
Como resultado de su fracaso y del caos que desató, Manuel Benítez prometió no torear más en Pamplona y lo cumplió al pie de la letra. Vale como anécdota. Pero, visto desde el presente, se presta a harto jugosas comparaciones. Así como hay quienes celebran que, en la actualidad, no se den más en los toros este tipo de broncas descomunales, que quedan para los hooligans futboleros con consecuencias a menudo sangrientas, está la contrapartida de esa frialdad casi de sala de teatro que domina hoy las plazas, mientras en la arena se repiten con tediosa monotonía faenas casi idénticas entre sí, obra de toreros cuyo pulcro quehacer se diría producto de un libreto de antemano sabido.
La pertinente pregunta final sería ¿qué resulta mejor para el presente y el futuro de la tauromaquia: la indiferencia en su doble acepción –escenas indiferenciadas entre sí, presenciadas con ánimo indiferente y gélido por los espectadores, muchos y muchas de ellos más atentos a su celular que a lo que ocurre en la arena–, o el apasionamiento a veces extremo que, para bien y para mal, acompañaba las escenas taurinas cuando el toreo era cantado por la musa popular e inspiraba a poetas y músicos mientras lo seguía con atención la sociedad en general y la copiosa afición en particular?