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Raza, caricia y acero

Sábado, 27 Abr 2024    AGS., Ags.    Juan Antonio de Labra | Foto: LM           
Gilio cortó dos orejas; José María lo bordó, y Fonseca se enfocó
La corrida discurría entre el enfado del público por la falta de trapío de un par de toros de Los Encinos, algo extraño tratándose de una ganadería que se ha caracterizado por su escrupulosidad a lo largo de los años. Pero dicen que no hay toros en el campo, que la existencia de producto está escasa, y que así están las cosas.

Pero la gente sabe poco de eso, pues asiste a la plaza con la confianza de que existan las garantías anunciadas y tiene buena fe de que así sea, hasta que se exaspera y reclama lo que considera justo. Por eso, el juez de plaza, César Pastor, no dudó en echar para atrás al cuarto, el segundo toro de José María Manzanares, luego de haber aguantado las protestas en el primero de Isaac Fonseca.

Y con tan buena suerte que el sobrero, un toro berrendo en cárdeno, bajito, agradable, y con clase, permitió ver una gran faena del torero alicantino, que se gustó como pocas veces por estas tierras, haciendo gala de caricia para no derribar al de Los Encinos, y un trazo largo en muletazos que el público le coreó con fuerza.

A pesar del viento, Manzanares entendió que debía estar centrado y preciso en los toques, las distancias y la altura de la muleta, y así construyó un trasteo artístico de los que vienen a reivindicar una veteranía instalado en la comodidad de una trayectoria que quizá ya está tocando a su final. Quizá por eso no desaprovechó la bondad de "Pegajoso", ese toro tan "pintao", al que toreó por nota en series de excelente acabado, incluidos los señeros pases de pecho y los adornos, y dejó sobre la arena de la Monumental el perfume de su dinastía.

Una estocada al encuentro, ejecutada sin tino, le dejó sin trofeos, pues la espada cayó muy contraria, y la autoridad estimo lógico no concederle ningún trofeo, sin importar que toda la plaza lo exigía. A Manzanares le importó poco eso y se quedó con el sabor del trazo y el regusto de su sentimiento.

Porque al que abrió plaza, el toro de trapío más armonioso de todos, le había hecho una faena medida y aseada, en la que había bosquejado detalles de torero caro que, minutos más tarde, se iban a materializar con "Pegajoso", ese sobrero que había estado en la Feria de León y vino a lidiarse aquí de manera tan circunstancial como afortunada.

Antes de estos sucesos, Fonseca había tenido que apechugar con otro toro sin remate que fue protestado, y aunque el moreliano se afanó en acallar las protestas del público con una faena medida, no lo consiguió del todo sino después de una fuerte voltereta en que el de Los Encinos lo campaneó de fea manera. Ese detalle tampoco había terminado de tocar la fibra sensible del público, ni tampoco la arrebatada faena de Arturo Gilio metido en tablas con un marmolillo, que se lidió en tercer lugar y con el que sólo pudo estar valiente, obligándolo a tomar la muleta a regañadientes.

Con un poco más de cara y nombre de familia famosa en Los Encinos, ese "oyepoco" corrido en quinto hizo que la corrida tuviera un cariz distinto al del comienzo, gracias también a que Isaac trató de equilibrar el toreo y el espectáculo, una asignatura pendiente en esta etapa inicial de su carrera en la que no se le puede exigir como si fuera un torero consagrado.

Consciente de que Manzanares había bordado el toreo y no podía pasar inadvertido, en el quinto, que tenía más cara que otros de sus hermanos, Isaac estuvo muy centrado en una faena de buen acabado que no alcanzó a levantar el vuelo porque el de Los Encinos duró poco.

Pero esto no fue impedimento para que Fonseca pudiera demostrar que pretende torear más a favor de los toros y un poco menos de una espectacularidad que a veces no tiene ese sustento para redondear las faenas. De ahí la valía de ésta, la que hizo con cabeza clara y entrega, rematada con una contundente estocada, en la que evidenció la relevancia del acero y que le valió el corte de una oreja que, inexplicablemente, un sector del público le protestó.

El paréntesis de la despedida del gran banderillero Gustavo Campos, con la consabida vuelta al ruedo cobijado por su familia, sus compañeros, y al calor de "Las Golondrinas", vino a reafirmar la sensibilidad de un público que ya estaba de otro humor.

Cuando el sexto toro apareció en la arena, el torero de la comarca lagunera ya había leía los acontecimientos y tenía una referencia más amplia de cómo debía proceder, así que no escatimó esfuerzo alguno para torear bien con el capote, clavar tres pares de banderillas con facultades, antes de plantarle cara a otro toro noble que tuvo un punto más de duración, delante del que Gilio hizo gala de una raza de figura en ciernes, con su seriedad a cuestas, y un valor muy sólido, de los que sirven para seguir escalando peldaños.

El ritmo de sus muletazos, la colocación adecuada de la muleta, siempre cuadrada y dispuesta a ligar el siguiente pase en un palmo de terreno, fueron las claves de una faena estructurada que entusiasmó a un público feliz con lo que veía, ya redimido de su desilusión, y con ganas de premiar al torero de Torreón tras la estocada entera, un tanto desprendida, que hizo doblar al toro sin puntilla.

Siguiendo el criterio utilizado para dejar sin premio a Manzanares, el juez busco ser congruente con aquella decisión, mas no tardó mucho en consentir con lo que pedía la gente con fuerza, y sacó el segundo pañuelo blanco que a Gilio le permitió salir en volandas para terminar de darle la vuelta a una corrida destinada al fracaso.

Ficha
Aguascalientes, Ags.- Plaza Monumental. Décimo festejo de feria. Tres cuartos de entrada, en tarde muy calurosa, con intermitentes ráfagas de viento. Toros de Los Encinos, desiguales en presentación (el 2o. y 4o., protestados por su falta de trapío, éste último devuelto), variados de juego, de los que destacó el 4o. por su clase. Pesos: 494, 476, 560, 472, 516 y 467 kilos. José María Manzanares (burdeos y azabache): Silencio y vuelta tras fuerte petición. Isaac Fonseca (obispo y oro): Silencio y oreja con división. Arturo Gilio (gris perla y oro): Silencio y dos orejas con algunas protestas. Incidencias: Al terminar la lidia del 5o.Gustavo Campos dijo adiós a la profesión tras 25 años como banderillero. Su padre, Leonardo Campos, en compañía de su tío, Delfino Campos y su primo Curro, ambos picadores, lo acompañaron en una emotiva vuelta al ruedo.


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