Y fue la veteranía de Robleño, sumada a la Sánchez, que terminó imponiéndose a cada palmo de la corrida para extraer los mejores capítulos de la corrida, y de esa manera trascender al tendido.
Al madrileño le tocó el lote más potable del encierro, compuesto por un primer toro noble, que fue el más completo de los seis, y que le permitió expresar ese toreo clásico que también sabe hacer cuando los toros lo dejan andar a gusto, lejos de esos toros de embestidas broncas y miradas aviesas que está tan acostumbrado a enfrentar en ruedos de España y Francia, donde se ha zumbado la leña a lo largo de una carrera profesión cargada de honradez.
Una faena estructurada, quizá un tanto larga, fue la que hizo al que abrió plaza, con un toreo rítmico y cadencioso, en el que procuró, en todo momento, torear con suavidad para no derribar al de Barralva, que tuvo nobleza, pero estaba medido de transmisión. De no haber pinchado en un par de ocasiones, seguramente le corta una oreja con más fuerza que la que le cortó al cuarto, al que volvió a hacer otro trasteo, centrado y torero, que el público miró con agrado.
Aunque este cuarto de la tarde no tenía una condición más definida, Robleño se puso en el sitio y le fue sacando los muletazos hasta construir una faena más que aceptable, que remató de una estocada eficaz, que le puso en las manos una oreja que no convenció a todos, ya que un sector del público se la recriminó. Pero esta circunstancia poco importó en el balance final de su solvente actuación, porque Robleño ya se había mostrado.
Juan Pablo Sánchez tuvo una tarde tan entregada como madura, en la que intercaló diversos detalles que no suele prodigar en su tauromaquia, como fue el quite por caleserinas al primer toro de su lote, o el inicio de rodillas ante el quinto, fehaciente demostración de que atraviesa por un momento de motivación.
En las dos faenas, el torero de dinastía estuvo disfrutando delante de la cara de dos toros, de escasas condiciones. El segundo de la tarde prometió en el inició de faena, pues embistió humillado y con transmisión. Pero eso fue tan sólo un espejismo, porque antes de llegar a la parte medular del trasteo ya se había desfondado.
Juan Pablo estuvo valiente y decidido, enseñoreando una precisa colocación y sitio adquirido a lo largo de los años, además de un pulso extraordinario para poder torear al natural de una manera muy relajada y vertical al quinto, en el pasaje más intenso de su interesante labor. A la hora de matar ejecutó una estocada dando el pecho, y fue así como la gente le pidió la oreja que le concedieron, misma que paseó entre el beneplácito de la concurrencia.
Miguel Aguilar, el más joven de la terna pecho con el lote, menos propicio, y durante sus dos faenas estuvo igualmente esforzado, fácil con la espada, aunque la colocación de la segunda estocada no fue del todo buena, ya que quedó un tanto baja, pero eso no le impidió saludar una ovación en el tercio antes de marcharse de la plaza.
Aguilar es un torero comprometido que busca torear con verdad, y eso es de agradecerse. Lamentablemente, se fue de la plaza con un escaso resultado de cara al público, pero, seguramente, con la buena valoración de los profesionales, de quienes es menester seguirlo apoyando.
La feria abrirá un compás durante estos próximos días para reanudar con sus corridas el próximo jueves 18 de abril, en un festejo a beneficio de la Academia Taurina Municipal Alfonso Ramírez "El Calesero", en la que van a tomar parte El Zapata, Diego Sanchez y Ginés Marín, quienes lidiarán toros de Montecristo.