Daniel Luque regresó a Sevilla como consentido del público, y motivado en exceso, sentimental y dispuesto, abrió la Puerta del Príncipe con cierta benevolencia por parte del palco de la autoridad, donde hoy, el presidente José Luque Teruel terminó por darle gusto a la gente –tal vez para compensar la tarde en que se negó a indultar al toro de Santiago Domecq–, y que Luque saliera a hombros de frente al río Guadalquivir.
La polémica estará servida un día antes de que Andrés Roca Rey comparezca en la Maestranza, y luego de la poco elegante confrontación mediática que ambos sostuvieron en los meses anteriores, cuando Luque aseguraba que el torero limeño lo había vetado, desatando con ello un cruce de declaraciones y boletines de prensa que fueron la comidilla de los aficionados.
Pero dejando de lado estas circunstancialidades, lo rescatable de la importante actuación de Luque fue su fortaleza de ánimo, y rebuscar en su interior para sacar su mejor versión, con capote, muleta y espada, un hecho que lo coloca ante la que podría ser su la mejor temporada de una carrera marcada por la falta de continuidad en el triunfo, así como demasiados cambios de apoderamiento que sólo aportan inestabilidad a la trayectoria profesional de un torero.
Las verónicas de recibo al tercero, la rivalidad en quites con Diego Urdiales, la convicción para ponerse en el sitio y tirar de los toros, fueron la clave de una tarde completa en la que la claridad de ideas recordó a aquel niño que dio sus primeros pasos en México hace 20 años.
Y el público Sevillano, sensible y respetuoso, se puso de su lado para transmitirle su apoyo moral, que terminó por calibrar ese buen toreo, de excelente concepto, que el torero de Gerena fue desplegando ante dos toros que no aportaron lo suficiente para que su toreo hubiese cobrado una mayor dimensión.
Sin embargo, también hay que saber leer el estado de ánimo de la gente y el contexto de una tarde para no desaprovechar ningún segundo y enfocar la energía hacia el triunfó, que ese fue el mayor mérito de Daniel, que deberá seguir su lucha con la convicción de que está en plenitud de madurez técnica y artística, y que después de este triunfo de Sevilla la gente lo va a estar esperando, más ahora que ya enseñó los colmillos.
Si Luque impregnó a la Maestranza de empatía, Urdiales la impregnó de torería, y vino a demostrar que el toreo es hacer lo fundamental, con la concisión suficientes para que, al rematar una faena, como la que hizo al toro que abrió plaza, la gente se quede con ese sabor que siempre deja sobre el redondel "un buen torero". Así, nada más: "un buen torero", como afirmó el maestro Paco Camino cuando le pregunté que cómo quería ser recordado en el futuro.
Y no sólo dejó ese sabor Diego, sino el de un torero que en este 2024 está festejando sus 25 de años de alternativa enarbolando la bandera de la pureza, esa de la que no se ha apartado nunca, ni siquiera cuando el canto de las sirenas ha osado con sacarlo de la concentración que suele atesorar el hombre cabal, fiel a sus principios, como torero y como artista.
Naturalidad y empaque, lo bien hecho. El toreo eterno. Eso hizo Urdiales al noble toro de Núñez del Cuvillo que rompió plaza hoy en Sevilla, en una faena que remató de una soberbia faena que le puso en las manos la oreja de más peso de la tarde.
Alejandro Talavante también salió inspirado al ruedo del coso del Baratillo, y al primer toro de su lote, de escaso trapío, le hizo sus cosas e improvisó con la seguridad de que su toreo iba a gustar a la gente. Y así sucedió, en medio de esas tandas de redondos y naturales de cintura rota, que el extremeño prodiga para rematar los muletazos detrás de la cadera. Una estocada en lo alto, de efectos fulminantes, le valió el corte de un apéndice.
Confiado en que quizá el quinto podía romper, volvió a situarse en el terreno del toro para sacarle el máximo provecho, y aunque la faena no acabó de crecer, el extremeño evidenció la mentalización de un año que promete mucho, porque seguirá su curso de comparecencias en plazas de importancia.
A la Fiesta le vienen muy bien los triunfos de los toreros, y más de cara a su imagen mediática en ferias como la de Sevilla, que tiene un impacto internacional. Sin embargo, y por ello, no es saludable caer en triunfalismos innecesarios. en estos escenarios que marcan la pauta. Es preferible hacer entender al público, sobre todo a los nuevos aficionados, que el toreo, como el que hoy hicieron los tres espadas de este precioso cartel, es lo que deja huella... más allá de las orejas concedidas que, como bien dijo Manolo Martínez, sólo son "son retazos de toro".
Ficha Sevilla, España.- Plaza de la Maestranza. Sexto festejo de abono. Casi lleno, en tarde soleada y calurosa. Toros de
Núñez del Cuvillo, desiguales en presentación, algunos terciados, como el 2o., de los que sobresalieron el 1o. por su nobleza; el 5o., que prometía más, pero que vino a menos, y el 6o. que tuvo transmisión. Pesos: 545, 532, 535, 501, 519 y 540 kilos.
Diego Urdiales (pizarra y oro): Oreja y ovación.
Alejandro Talavante (sangre de toro y oro): Oreja y ovación.
Daniel Luque (obispo y oro): Oreja y dos orejas tras aviso. Incidencias: Destacaron en banderillas
Iván García y
Álvaro Montes, que saludaron una ovación en el 5o. Sobresalió en la brega
Javier Ambel, que lidió muy bien a ese toro.