Hacía muchos años que no se vivía un ambiente tan entusiasta en una novillada, y hoy dio la impresión de que regresábamos en el tiempo a aquellos primeros años de la década de los noventa, cuando la Fiesta Brava en la Plaza México experimento la llegada de una oleada de nuevos espectadores, muchos de los cuales, al paso de los años, se convirtieron en aficionados a partir de entonces.
El gran acierto de la empresa fue haber puesto el precio de los boletos a un costo sumamente accesible y eso dejó una bonita postal con las barreras y el primer tendido llenos de un público alegre y festivo que alentó a los novilleros y disfrutó una tarde en la que Emiliano Osornio ratificó su clase y salió a hombros tras cortar sendas orejas.
El triunfador de la Plaza Arroyo, que recientemente estuvo tentando en España, preparándose para este importante compromiso, se le notó muy suelto con el capote, toreando con suavidad y si bien es cierto que el novillo de su presentación no le dio muchas facilidades, en seguida se quedó quieto para correrle la mano con empaque y maneras de torero caro.
La faena no tuvo la redondez deseada por el torero mexiquense, pero sí que pudo bosquejar ese magnífico concepto del toreo en distintos tramos de la misma, en la que procuró comprender la distancia a la que había que colocarse ante un novillo incierto, el de menor trapío de los seis, que no era fácil.
Y así ejecutó muletazos de buena factura, con el público a su favor, y diversos adornos en los que dejó entrever que el toreo de calidad no está reñido con esos chispazos propios de la inexperiencia que puede tener un novillero, y como mató de una estocada eficaz, la gente le pidió la oreja que le concedieron.
Otro tanto ocurrió en el quinto, que tuvo ritmo de salida y voluntad de embestir hasta que la falta de fuerza lo hizo comenzar a quedarse corto. De nueva cuenta, Osornio le buscó las vueltas con claridad de ideas, pero todavía sin el oficio necesario para resolver determinados detalles, y en un descuido el de Villar del Águila le echó mano rompiéndole el punto de la taleguilla a la altura del glúteo izquierdo.
Este momento de dramatismo encendió el ánimo de la gente, antes de que Emiliano volviera a estar certera para cortar otra oreja, concedida sin demasiado rigor, pero que le permitió esa anhelada salida a hombros el día de su presentación en la plaza más grande del mundo.
El encierro de Villar del Águila tuvo de todo, tanto de hechuras, cornamentas y presentación, y saltaron al ruedo capitalino un par de novillos de buena condición, sobre todo el tercero que, por momentos desbordó a Luis Garza. El torero de Monterrey tuvo que domeñar sus "ansias de novillero", parafraseando al famoso músico poeta Agustín Lara, para imponerse al nerviosismo lógico de verse anunciado en un escenario de esta magnitud.
Dotado de una chispa de emoción en todo lo que hace, Garza no desaprovechó ningún pasaje de la novillada para ser variado con capote y muleta, en dos faenas de distinto corte. La primera fue más animosa que eficaz, con un novillo bravo y repetidor que pedía mando.
Y aunque a veces solía irse antes de rematar los pasos, con un atisbo de desconfianza, seguramente conforma vaya avanzando y adquiriendo mayor oficio, es muy posible que también crezca en confianza para sacar mejor provecho a un novillo como ése, que no se cansó de embestirá y, como solían decir los revisteros "traía las orejas puestas con alfileres".
Pero tampoco se le pueden pedir excelsitudes a un muchacho que apenas ha toreado una docena de novilladas, lo que medianamente pudo hacer bien fue cambiar el “chip” del tercero al sexto, que fue noble, y hacer una faena de mejor acabado, más asentada, que fue del agrado del público. De haber estado fino con la espada, el torero de Guadalupe hubiese acompañado en la salida a hombros a Osornio.
A Eduardo Neyra le avisaron hace un par de días que sustituía a Andrés García, el hermano del matador Octavio García "El Payo", herido en el campo, y espigado duranguense tuvo que apechugar con un primer novillo complicado, con el que estuvo centrado y decidido.
El cuarto era un dije: bajo, corto de manos, y con una estampa preciosa, embistió por derecho en los primeros tercios, y parecía que Neyra le iba a cuajar la faena desde que lo recibió de rodillas para torearlo con temple en los medios. Pero el de Villar del Águila empezó a desfondarse y duró un suspiro, no obstante que el torero se pudo en el sitio y trató de robarle los pases.
La suerte no ayudo a Neyra en este regreso a La México tras haber toreado antes tres novilladas, y ahora tiene a la vuelta de la esquina la segunda comparecencia de su vida en la plaza de Las Ventas de Madrid, donde está anunciado el próximo domingo 14 de abril, a la espera de terminar de consolidar su carrera novilleril de cara a una cercana alternativa.
La gente espero hasta que cayera el último novillo de la tarde para marcharse muy contenta de la plaza, y muchas personas, niños y jóvenes, mayoritariamente, bajaron al redondel a hacerse fotos en una agradable y espontánea verbena que habla del interés que los toros han despertado en las semanas recientes en la Ciudad de México.
Y aunque la amenaza de prohibición sigue latente, esperemos que el juicio de amparo se resuelva a favor de la tauromaquia, esta maravillosa expresión humanista que no tiene parangón.