Han vuelto a premiar en Sevilla a Curro Romero. ¿Habrá un torero en la historia que hayan premiado más? Esta vez, la Junta de gobierno de Andalucía, con el Trofeo "Costillares" a toda una vida. Fue hace diez días ya, pero nunca es tarde para hablar de Curro.
He leído las noticias, visto las fotos, los videos y analizado los comentarios. Ceremonia, reverencia, en el Hotel Alfonso XIII de Sevilla. Entró al salón, hierático, frente alta, sosteniéndose del brazo de Morante de la Puebla. Senil sí, pero majestuoso. Sin querer, como siempre, brilló entre todos los notables. Su discurso de agradecimiento fue leído por un portavoz. "He intentado hacerlo todo de verdad y no engañar a nadie; ni a mi mismo".
Y yo a la distancia enterándome y conmoviéndome, volví a mis recuerdos y a ese largo monólogo que sostuvo frente a don Antonio Burgos (qepd), su merecido biógrafo, quien para gratitud de la posteridad lo editó, lo transcribió y lo publicó con un título justo: "La Esencia", hace 24 años. Uno de los grandes textos de la literatura torera, que con todos los honores puede reposar junto al similar "Juan Belmonte, matador de toros", de Chaves Nogales. Por lo menos, en mi humilde biblioteca y en mi sentimiento, lo está.
En él, sabio y sencillo, sincero y modesto, con su lenguaje de pueblo andaluz, Curro se cuenta todo, con "luces y sombras". En la página 122 (de las 400), habla de Blanquito y se define con el relato:
Blanquito era un hombre tan enamorado del arte, que su padre, conserje de la plaza de toros de Sevilla y muy gallista. Le dijo de niño:
–¿Y tú de quién eres partidario? ¿De Joselito o de Belmonte?
–Yo, de Belmonte.
Porque Blanquito iba buscando el toreo de profundidad, no toreros poderosos y de recursos… y dijo de chiquillo:
–Belmonte…
Y fue el padre y le pegó una guantá, porque el padre era partidario de Joselito (…)
Y Blanquito cuando me vio a mi torear, me dijo:
–Tú te vienes a Madrid que te voy a presentar un hombre que trabaja y que te puede hacer torero. Diego Martínez Vidal.
Y cuando Blanquito le habló de mi le dijo:
–Te voy a llevar un torero que torea de cadera a cadera...
Y me decía:
–Mira la carta que le voy a poner a un periodista que es bueno en Colombia…
Y ponía siempre eso: "Curro Romero torea de cadera a cadera" (…).
Blanquito se llamaba José Blanco Robles, después de haber ido (como banderillero), aparte de conmigo, con Domingo Ortega antes y luego con César Girón. Murió en el 68. Blanquito había querido ser torero y me hablaba siempre de como toreaba Curro Puya.
Quizá mientras le homenajeaban esa tarde, por la vieja memoria de El Faraón de Camas revoloteara de nuevo el fantasma del que tanto influyó para que él llegase a estar allí.